sábado, 24 de septiembre de 2011

ROLLIN EN EL EXILIO

Llama un amigo para avisarme la otra noche. “Oye, que por La 2 están poniendo un documental de los rollin” –pronúnciese así, a la española, con la ll, como lo dice mi amigo, gran aficionado a los juegos de palabras, para mostrar su desprecio por la banda británica-: “Unos pringaos”.


Rolling Stones: Exile on Main Street va de cuando los rollin quisieron escapar del fisco británico (1971) y se refugian en la Costa Azul. Keith Richards alquila junto a Niza una mansión con playa  y embarcadero, como sacada de una novela de Modiano. Allí se van los rollin con sus familias respectivas y otros parásitos, para grabar un disco y para drogarse.





Mientras los demás rollin duermen la mona, Keith Richards graba traicioneramente algunos temas por su cuenta y toma el timón del album, que para eso estaba en su casa. El resultado es ese Exile on Main St, que marca un antes y después, dicen. ¿Exile es lo mejor de los Stones? Yo lo había oído en lp (doble) y sólo me gustaban la mitad de las canciones. Oído en cd, que va todo seguido, el disco gana, coge continuidad, como un disco conceptual y la hostia.


He leído en Babelia (“Bobelia”, según mi amigo) que este disco es el final de los Stones y el final del rock & roll. Una de esas frases lapidarias que quedan muy bien pero a las que lo mismo se les puede dar la vuelta. Exile -con sus blues sucios y sus boogies acelerados- no es el final, sino el principio de todo lo que vendría después.


Una vez expulsados de los rollin músicos artistas y virgueros como Brian Jones y Mick Taylor –quien ya en el Exile empieza a quedar arrinconado, engullidos sus límpidos acordes en una papilla de sonidos- el siguiente paso es la entrada de Ron Wood, barquero del Tamesis, un machaca del rock que se lleva muy bien con Richards porque no le hace sombra y porque también le gusta emborracharse. 


 
Se acabó la armonía de discos como Between the buttoms o incluso Sticky fingers. Ron Wood parece que no pinta nada, pero impone al grupo stone el sonido chirriante de su grupo Faces, desembocando en directos verbeneros y gritones tipo Love you live o Still life, en los que Mick Jagger ya ni vocaliza, y todo lo que vendrá después…

Que tampoco está tan mal.


domingo, 18 de septiembre de 2011

ADIOS A LAS TORRES DE VIGILANCIA



Cae otoño sobre los cerros. Las sombras se adensan, las nubes se algodonan. Un año más, un año menos, qué será de nosotros en este eterno retorno… Ahora que se acaba la campaña de vigilancia rendir homenaje a todos mis compañeros y a los heróicos retenes. Recordar el humo negro de los camiones incendiados en las carreteras, el humo gris de los centros comerciales, el humo de señales en los poblados indios que venden caballo loco, el humo de los pirómanos que huyen en bicicleta y el humo lento de los campesinos que incendian sus rastrojos (sin permiso administrativo).
Se oyen voces por la radio, murmullos de cante flamenco y zumbidos de helicópteros como en Apocalypse Now. Todo parece estar muy cerca, al alcance de la mano, y todo a la vez perdido y definitivamente lejos. La soledad rocosa de Gustarllano, los veraneos bucólicos de La Maleza, el vértigo metálico de Valdelatas, la sombra misteriosa del Cerro Marmota, con jabalíes y ciervos y el letal vuelo circular de los milanos en septiembre. Unos días en el nirvana, une saison en enfer.
“Esa maravillosa soledad y ese maravilloso silencio” (Cervantes/Quijote)











HOMENAJE A PUMBY

Este verano fallecía J. Sanchis, creador del gatito Pumby, uno de nuestros héroes de la infancia. Destacar el surrealismo de Pumby frente al chapucero realismo de Pepe Gotera y Otilio.

RASTRO


“Cuando nos duelen desapariciones, bueno será bajar al Rastro que es lo que no desaparece nunca. Es el gran consuelo”, escribió Ramón Gómez de la Serna, en una frase que a mí se me quedó grabada como esas frases que nos están predestinadas, aunque cualquiera sabe…

El caso es que no bajo, pero subo al Rastro, como alternativa existencial a un domingo que no tengo nada que hacer. Para huir de la masificación del domingo entro directamente a la ebullición del Rastro, donde, por sus calles en cuesta, me caen, como por una bandeja inclinada, todos los fantasmas del pasado, desde Rintintin y el cabo Rusti hasta los villancicos de Raphael.

El Rastro es el Ganges de la ciudad, el río que desagua y limpia las casas abandonadas y las familias destruidas, y que a la vez camina hacia el futuro y los mundos por construir. Hay un Rastro con cielo de acuarela, un Rastro del domingo con tormenta, otro de sudor y verano, y hoy el Rastro –por ser septiembre- tenía en su encrucijada del pasado al futuro un aire de expectativa. De expectativa y de estoicismo porque con la crisis no compra nadie. (Yo sólo un tebeo para leer en el autobús).
Cuando estaba mirando unos retratos que podían ser de mis bisabuelos y una cabeza de jíbaro que podía ser de mi tatarabuelo, se rompió en el murmullo del silencio un jarrón grande, no se sabe si ya comprado o todavía no vendido, y todo el peñote, policías y ladrones, nos acercamos al suceso con una alegría no disimulada. 
Y entonces todo volvió a empezar…



SEPTIEMBRE

lunes, 5 de septiembre de 2011

RARA ALCARRIA: OBILA


-Así están las cosas- dijo el hippie, como en una película de vaqueros, y dio por terminada la conversación. Pero encontramos un sitio, ya en el Tajo, que bajaba con fuerza, pero en el lecho de rocas era posible hacer pie... El valle se estrechaba y un par de kilómetros más adelante estaban las ruinas del monasterio de Obila.

Las ruinas quedan ahora dentro de una finca. El monasterio, de finales del siglo XI, lo compró en los años 30 Randolph Hearst, el magnate/mangante de la prensa americana, y se llevó la mitad de las piedras, que decoran ahora un parque de San Francisco... La otra mitad se quedaron aquí cuando estalló la guerra y se bloqueó el puerto de Barcelona.


RARA ALCARRIA: CIVICA


Extraña Cívica, con la roca caliza horadada en cuevas, escaleras, balaustradas, a un lado de las cascadas de agua. La documentación sobre el lugar es más bien escasa. CJC en su Nuevo viaje a la Alcarria, lo compara con “una aldea tibetana o el decorado de una ópera de Wagner”. Al otro lado de la carretera, en un ribazo que da al río Tajuña, hay una cabaña que hace de bar, regentado por una pareja de hippies (macho/hembra) que juegan a las cartas en la tarde solitaria.
Los hippies se muestran reacios y poco comunicativos. Hay que sacarles la información con tenazas: “Lo mandó construir un cura… hace mucho tiempo…cincuenta años o más…” La música se ha parado y entra en el bar a dar la vuelta a la casette de los Dire Straits. El bar queda en un pequeño prado, junto al río. Le preguntamos a la tía:
-Oye, ¿no sabes por aquí algún sitio para bañarse en el río?
-Está prohibido bañarse en los ríos- sentencia la gorda, que está fumándose un porro del quince.


jueves, 1 de septiembre de 2011

DESGUACE


Voy al desguace a por una pieza (espejo retrovisor derecho). Como otras veces que he ido al desguace voy un poco acojonao, por mis nulos conocimientos de mecánica y sobre todo porque entre la gente que va al desguace hay mucho machito. Incluso hay un cartel que dice: “No se puede acceder a las naves sin llevar puesta la CAMISETA”. Ahora veo que también van mujeres al desguace, incluso veo algunas con su bombo, a lo mejor se las ha follao un camionero…
 
Este desguace es gigantesco. Hay las naves y también inmensos patios donde suena por los altavoces una canción de Fito, cantante hortera que gusta mucho a los machacas. La gente se mueve al ritmo de la música, con una agresividad dinámica, entre los solares en que se amontonan los coches destrozados.
Estos solares están cerrados por vallas metálicas, y algunos vigilantes de seguridad los recorren con furgonetas para que nadie tire las piezas al otro lado de la valla y se las lleve sin pasar por caja.
¿Cuál fue el origen de estos desguaces? Probablemente, al principio, quizá el solar de un chatarrero, que fue acumulando coches y dándoles salida pieza por pieza. El caso que me han cobrado un pastón por el espejo. 
La gente contempla con fascinación inhumana los coches destrozados, algunos con la expresión resabiada del que podría, con las piezas adecuadas, armar un coche manualmente en un periquete…
Los grandes desguaces, al borde de las autovías, son una fácil metáfora del mundo industrializado, de la sumisión al maquinismo… (No voy a decir a qué desguace he ido para no hacerle propaganda).

EL DEMONIO DEL ESTRAMONIO

El lugar del crimen fue en un convento abandonado, La Aldehuela (carmelitas descalzos). Era en una rave y algún malote introdujo una botella de estramonio. Testigos presenciales cuentan que a la mañana siguiente vieron vagar a algunos alucinados, que recorrían el parque Sureste como el desierto de Sonora, momentos antes de caer fulminados. Dicen que no los mató el estramonio, sino un golpe de calor.


Esta planta de estramonio crece en terrenos yesíferos y mi única experiencia con ella es que pincha las ruedas de las bicis (una vez me tuve que venir andando desde Ciempozuelos). Ahora los alcaldes de la zona quieren derribar el viejo monasterio, que fue, dicen, cuartel general de Modesto y sus tropas en la batalla del Jarama. Y también, en el colmo de los absurdos, erradicar la planta alucinógena, con lo que sólo lograran incrementar su valor, incluso que se formen partidas de buscadores de estramonio…