jueves, 29 de octubre de 2015

LA GUERRA DE BAROJA



 

 Cuando empezó la guerra civil, estando en su pueblo, en Bera (Navarra), Baroja salió a ver, el muy tolai, a ver qué pasaba, como si fuera “una aventura”. Lo que pasaba fue una columna de requetés, que identificaron a PIBA y no le fusilaron por los pelos. Entonces el viejo cruzó la muga y no volvió a asomar por la España en guerra, a ver…






Así que esta famosa trilogía bélica está narrada de oídas, como mucho de lo que el viejo Barey escribió en sus últimos años. Y sin embargo tiene la fuerza anecdótica y dinámica de todo o casi todo Baroja. El primer tomo, El cantor vagabundo, lo encontré aquí abajo (primera edición, 1950), en un Cash and Converse, por un puto euro. Empieza contando cómo unos vagabundos huyen de la guerra refugiándose en la Andalucía rural. (Es lo mejor del libro, las cien primeras págs., lo demás son chismes de portera).


 
El segundo, Miserias de la guerra, el famoso manuscrito que no pasó la censura, estaba hace unos años en el archivo histórico de Alcalá de Henares y podían hacerse fotocopias. Yo lo saqué y se lo pasé a Mariano Serrano, editor de Siete Mares, que habló con los herederos de Baroja para publicarlo. Ni le contestaron y luego hicieron su propia edición, de la cual vendieron la tira. (Así es la gente humilde y errante).  Pero molaba esta novela, deslavazada y descabalada,  jibarizada y barojizada, el relato de la guerra en Madrid, el horror el horror, criticando a ambos bandos pero a uno qué casualidad siempre más que al otro.

No es por hacer propaganda pero ya tengo ganas de leer la tercera entrega –Los caprichos de la suerte- que se publica estos días de otoño muy barojianos, no sé si hoy o mañana, aniversario de la muerte de PB. A ver de qué va, a ver qué pasa ahora.

 

miércoles, 28 de octubre de 2015

EL DUENDE QUE CAMINA


 



 

…publicado desde tiempo inmemorial en el inmemorial periódico local, me recuerdo incluso con pantalón corto sentado en un banco del ensanche sin llegar a poner los pies en el suelo rodeado de oscuros adultos que comentan y me muestran las tiras de El fantasma, publicado con tanto éxito –a raíz de una única tira por día- que la interrupción de la serie (pensando sin duda los editores que no interesaba, mero ornamento que no leía  nadie, un añadido a las tan sesudas noticias) provocó el mogollón correspondiente de cartas al director. Que vuelva el fantasma

 

(tb por entonces publicado en tomos y tebeos como El hombre enmascarado, pero no es de eso de lo que quiero hablar sino de la tira diaria, el lento goteo de tira tras tira día tras día (nunca por ejemplo una página entera) lo cual propiciaba que pasara de todo, largas semanas de lluvias y crisis, hasta completar una aventura, el tiempo no transcurría en la isla del fantasma y de un periódico al siguiente incluso parecían repetirse los mismos dibujos –un perro saltando en el aire durante tres días seguidos, una bala que tardaba una semana en llegar a su objetivo, los tambores de la selva llamando al caminante (*el duende que camina, siempre la misma explicación bajo el mismo asterisco)

 

por lo cual mientras escribo una novela a veces falto de inspiración, añadiendo frases y párrafos sobre las mismas situaciones y los mismos escenarios, repitiéndome durante días, volviendo sobre los mismos capítulos o avanzando a veces en una tarde apenas un párrafo, recuerdo aquella jodida serialización, el largo transcurrir de viñetas cuasirepetidas que terminaban por narrar un nuevo episodio de the phantom, el lento pero imparable avanzar de el duende que camina