sábado, 28 de marzo de 2015

ULTIMO TANGUE EN PARIS


 



La he visto finalmente, cuarenta años después de su estreno en España, tras el larguísimo postfranquismo de “el 78”, más largo aún que el original… Y no lo sé, no me ha parecido gran cosa, quizá mejor haberla dejado en el territorio de las referencias míticas de la infancia, aquel cartel sepia colgado en las paredes de la Alhóndiga –almacén de vinos- de Bilbao, Marlon Brando y María Schneider (qu.e.p.d.-n) entrelazados como en una bañera, follando en relajante conversación de lenguaje “no verbal”, recién pasado mayo del 68.

 
 

Este Marlon Brando maduro y acabado, envejecido, existencial y depravado, tenía un año menos que yo ahora cuando hizo la película lo cual me da que pensar, o que lamentar…
 




 
De todas maneras para eso, lo de la mantequilla por el culo, prefiero a  Brando haciendo de vaquero. La manía de los intelectuales italianos de fichar a estrellas de Hollywood, actores de acción. Fellini con Donald Sutherland, Antonioni con Richard Harris. Sólo se salva el Burt Lancaster de Visconti que lo borda en El gatopardo y Confidencias…


 

El último tango –que de los cines de Biarritz pasó al cine Carretas- ha quedado como una cosa testimonial. Una película existencial, sin argumento ((el único mínimo argumento es el del novio engañado, director de cine encarnado por Jean Pierre Leaud)), por lo cual no se entiende el desenlace dramático y además moralista, cuando María Schneider coge la pistola y… Bueno, no quiero incurrir en spoilers, pero el final de esta historia de amor fou, aparentemente liberadora, maldita, romántica,  es como para decir:
“Claro, ya lo decía yo… Si es que se tenía que pasar… Ya se veía venir, etc, etc”.
 

Jean Pierre Leaud
 
Luego está la fotografía realista de Vittorio Storaro, la gris luz del invierno en las calles de la ciudad, la luz y el zumbido de las mañanas en que faltábamos al colegio para acabar huyendo de esa luz en el interior de un cine (en el que proyectaran por ejemplo El último tango).

 


El último tango tuvo que calar en el cine español. El malditismo, el cine dentro del cine, esa finca en las afueras de París como contrapunto de la ciudad. Casa de campo bucólica y siniestra, como la de El desencanto, Arrebato, El sueño del mono loco, las pelis de Aranda y hasta las de Paul Naschy.
 


Walpurgis/Navacerrada
 
El último tango se deja ver, es sórdida pero menos aburrida de lo que parece, aunque cuando va cogiendo ritmo y densidad Bertolucci mete alguna escena ridícula, como la del café donde se baila el tango y donde Brando y la Schneider se emborrachan y montan el pollo (en cualquier local de Madrid les habrían sacado a hostias, pero FR debía de ser muy liberal, apres mai 68).
 


 
 


martes, 24 de marzo de 2015

EL INCENDIO DE LA CASA GRANDE



Incluso en el cielo de la noche vimos el humo del incendio. Nos dimos cuenta porque se interrumpía el cielo estrellado, como en una nueva galaxia de negrura.

Cogimos el coche y ya el fulgor naranja aparecía y desaparecía entre las casas. El olor a limo de la ría se mezclaba con un olor acre a rueda quemada. La Casa Grande con su penacho de fuego ardía como los altos hornos.



Salimos de la carretera general por el barrio de *** De los bloques había grupos que marchaban andando a ver el incendio por una carretera pequeña, comida de baches, que subía y bajaba. Al bajar, en las hondonadas, se veía un resplandor en lo alto. Al subir llegaban vaharadas de calor a lo alto de las cuestas.

Brillaban, alrededor de las paredes negras, achamuscadas, los camiones rojos de los bomberos. Habían acordonado la zona y aunque pretendían alejar a los curiosos, la gente se mostraba remisa, atraídos, como imantados por el espectáculo.

Habían desplegado las escaleras de uno de los camiones, pero parecía que no se decidían a actuar –como si fuera lo preferible dejar que la Casa Negra ardiera por los cuatro costados.
 


El fuego se veía por el interior de las ventanas. Los chorros de las mangueras apenas lamían las negras paredes.
 
De pronto sopló una ráfaga de viento, y el fuego sobre el tejado se extendió como una ola.
Un momento se vio la trama del tejado como un esqueleto rusiente de maderas y de pronto se hundieron todas las tejas con un ruido sordo. Una nube de polvo se levantó en torno a la casa y en el aire negro de la noche flotaron las pavesas. Por un momento pareció que se apagaba el fuego, que enseguida empezó a surgir con mayor viveza por puertas y ventanas.




viernes, 20 de marzo de 2015

PRIMAVERA ECLIPSADA



 
Por algunas razones dejé en blanco este blog después de la oreja de Van Gogh, un tiempo en el limbo en parte por escribir otras cosas -es la típica excusa de escritores- en parte por cansancio y por astenia invernal si es que existe, tal vez por no repetirme, cosa que ahora al correr de los años juzgo imposible. En esta (temporal) renuncia tuvo también influencia (tengo muy poca personalidad) la negativa de algunos maestros del blog) a seguir con el suyo coincidiendo con el cambio de año... Si el mundo podía pasarse sin las bitácoras (qué palabra más chorra) de Mumo y de Trapi, menos falta hacía la mía -pensé en horas bajas, y luego pensé para mis adentros: ¿A que no mola nada escribir sin cobrar, maestros?

Da igual, peor pa ellos, el mío tenía intención de reanudarlo: primero en el año nuevo chino; después en el 11 M, por la cosa conmemorativa; lo empiezo finalmente hoy, con esta fría primavera y a la hora del eclipse, más o menos. Eclipse que no he podido ver bien porque me jodían la vista las gafas de los chinos.