El problema de la serie B (B de bajo presupuesto) es
que se transparentan las costuras del cinematógrafo y el espectador
despierta de la hipnosis fílmica, lo que Franco soluciona con más sangre, más
tetas y esos flashbacks oníricos rodados en Estambul o en algún caserón con telarañas de la sierra de
Guadarrama. Técnicamente con estrambóticos movimientos de cámara y abundantes
zooms, sin duda para que no se le distraiga el espectador. Cuando se le
reprocha su utilización gratuita del erotismo, responde con sencillez: “Todos
venimos de un polvo”.
Lo mismo que su maestro John Ford, que decía que
dirigía muchas películas para que saliera alguna buena, Jess Frank
se lanza a rodar como un descosido. A veces empalma unos rodajes con
otros: “Eso se llama el back to back, que quiere decir que siempre estás con la espalda
jodida”. O rueda varias películas simultáneamente, o hace diez
montajes diferentes de la misma que van del porno duro a la versión de
aventuras para todos los públicos, lo que para no saturar la cartelera con su
nombre le obliga a reencarnarse en Jess Frank, Franco Manera, Clifford Brown,
Toni Falt, y cuarenta seudónimos más.
“Gritos en la noche”, “Miss Muerte”, “Necronomicon”,
“La muerte silba un blues”, Fumanchú encarnado por Christopher Lee o Klaus
Kinski como Jack el destripador... Del terror derivará Jesús Franco en los
ochenta a las películas X (“Sexo caníbal”, “La chica de las bragas
transparentes”), que él considera con su sinceridad habitual “un antídoto para
la lujuria”.
Uno de sus últimos trabajos ha sido el montaje del
“Don Quijote” de Welles, película inacabada y un tanto absurda, en la que el
viejo Orson se acercó cámara en mano a rodar a Sancho y Quijote en San Fermín.
(Con todos los pamplonicas, que Welles pensaba utilizar como figurantes
improvisados, saludando a la cámara, aquello quedó más bien como un reportaje
del nodo).
La reivindicación de Franco, que él se toma con
humor (“antes tenía tres o cuatro fans en cada país, ahora tengo diez”), se
encuadra en ese revival de lo kitsch que abarca sesudos análisis desde los
Chiripitifláuticos hasta los Chichos: quizá un loable intento de dignificar la
cultura popular, o simplemente de ganar nuevos (viejos) mercados, ante la
ausencia de otras propuestas.
Por mucho que se empeñe Cayetana Guillén
Cuervo–que le invitó hace unos meses a su programa- no podemos considerar “Las
vampiras” como una obra de culto. Pero sí valorar a Jesús Franco en lo que es:
un hijo de los cines de barrio (“El cine nació en una barraca de feria, y ahí
debería seguir”), máximo exponente de un concepto de ir al cine a ver cine,
más que a una película determinada. Sólo así, un poco a lo que caiga, podemos
presenciar filmes como “Drácula contra Frankenstein” o “Dark misión (Operación
cocaína)”. Y disfrutarlos.
Cayetana Guillén-Cuervo no da pie con bolo. Es una pedante progre y una cursi llena de prejuicios. En una ocasión, tras el visionado de la película "Los chicos" (1959)de Marco Ferreri, que es una interesante película costumbrista sobre la vida de unos adolescentes de clase media que viven en el barrio de Salamanca, --los exteriores de la película transcurren constantemente por las calles de Goya, Felipe II, Príncipe de Vergara, etc.--, hizo una crítica de la película completamente absurda, como si se tratara de una película de cine "quinqui" con ribetes de denuncia social. Al parecer los chavales que se reunían en el quiosco del barrio a compartir sus inquietudes adolescentes no se habían enterado de que vivían bajo una dictadura terrible y opresora y que no tenían mas horizonte que el lumpen y la marginalidad. Con esta mujer todo es así.
ResponderEliminarPor cierto, muy interesantes tus entradas sobre este curioso personaje. Todo muy "bizarro".
Gracias anónimo amigo
EliminarBuena película Los chicos...También recuerdo unas escenas con norias y carruseles ubicadas por San Francisco el Grande o así...