lunes, 29 de enero de 2018

A LA CALLE FELICIDAD




Para Laura, para Santia, en su común cumpleaños...

Al final fuimos a Barakaldo a ver a los Tiparrakers, que tocaban en un local de la calle Felicidad. A cada persona que preguntábamos por la calle se sonreía tristemente. A una mujer que finalmente nos indicó bien, para resumir le dije: “Entonces, a la felicidad por ahí arriba, ¿no? “Sí, sí, es que vaya nombre le han puesto…”
Por el camino una pareja de ertzainas, chico y chica, revisaban la documentación a un grupo de Latin kings adolescentes, delgados y con ojos desconfiados como los de las llamas andinas. Esperaban cariacontecidos, pero en el fondo orgullosos, pues lo normal era que hasta ahora a esta gente se la dejara en paz. Esto también va tomando un aire de Nueva York, y todo en veinte kilómetros a los dos lados de la ría…
Al final llegamos a la calle Felicidad, que era una cuesta con casas viejas. Al local al que íbamos, donde tocaba el grupo, le habían puesto el nombre de Pub Mendigo, a lo mejor para bajarle los humos a la calle. O tal vez esperando conseguir la dicha de gorra: sólo que la felicidad no se puede pedir, ni tampoco ir abiertamente a por ella… Llega cuando llega, sin avisar, a veces tras la tristeza y la desesperación, pero cuando aparece lo hace como por sí misma, con facilidad suma. Y así mismo se conduce uno, vamos, de aquella manera, tanto que ambos estados -facilidad, felicidad- tienen mucho que ver, si es que no son el mismo.

domingo, 28 de enero de 2018

THUNDER ON THE MOUNTAIN

                                     
Como en aquellas mañanas de la infancia, tantos años atrás, me despiertan a las ocho de la mañana rayos y truenos, la tormenta eléctrica...

OSCURO BILBAO

…la ciudad está revolucionada por “una ola” de crímenes llevados a cabo por menores, pandilleros juveniles, no sé si simplemente han coincidido en el tiempo, o son síntoma de algo. En el barrio de Otxarkoaga, dos hermanos de trece y catorce años han asesinado con sadismo a una pareja de ancianos, vecinos de toda la vida. En el puente del Arenal, sobre la ría, un chico y una chica con un pitbull, intentaron atracar a alguien y otro que pasaba por allí –que era un antiguo futbolista- se metió o algo, y recibió un puñetazo con tan mala suerte que se desnucó en el bordillo de la acera. También, a otro chico en una pelea o atraco le han dejado ciego de un ojo… Todo esto en una ciudad pequeña y normalmente tranquila es la comidilla. Como siempre, muchos echan la culpa a gitanos, aunque la prensa no ha informado de razas ni grupos étnicos. El otro día mi primo tenía en el móvil la imagen de los que atracaron en el Arenal, una foto como de estudio, con los malotes posando para la galería sin que faltara el perro a sus pies, no sé quién la habrá movido por ahí... La policía patrulla, se deja ver, pero sin esa actitud vigilante y agobiante que tienen en Madrid…

sábado, 27 de enero de 2018

SUPERMERKATUAN GALDUTA


Supermerkatuan egon nintzen eta ba nago kutxan eta neska kobratzen ari da eta bat batean telefonoz deitzen. Sergio da. Eta neska gauzak pasatzean, nik hitz egiten hasten nintzen, jende osoa hizketa entzuten ari da, eta telefonoa itzaltzerakoan, neskak esan dit: Frutak pesatzen behar ba da. Eta nik balantzarantz ba noa, moskeo handiz jendeko. Itxoin ari dira, baina balantza ezin dut aurkitu, eta itzuli. Ah, parkatu, parkatu, baina nik ez dakit balantza non dagoen. Eta ez nekien beharrezkoa zenik. Tira. Lotsadura handiz, madrileñó zoratuta eta galduta ba dirudit. Oso jende zibilizatuta dirudi. Isili dago, serio serioa! Baina, irtetzear, gauza denak hauek beti pasatzen ari direla hirietan pentsatu dut, eta beti bezala Isabelek eman zidan kontsejoa gogoratzen dut. Zahar eta kastizo kontsejoa: Pasa de todo...!

lunes, 22 de enero de 2018

HAIKU


Tarde empieza la noche
Un pájaro picotea
En las ramas del hierro

domingo, 21 de enero de 2018

MATUTE


Fue cuando lo de aquel premio que me dieron: el premio.
Yo subí al estrado a recogerlo, con la euforia del vino o el vino de la euforia, para pasar el trago (el premio ya estaba cantado: ma o meno) y la señora, en medio del jurado, sentada sólo ella -le habían puesto una sillita, era ya muy mayor-, me miraba mucho (los demás miraban al tendido), a ver de qué palito iba (y yo allí no sabía ni qué cara poner), me miraba con adivinación y con sorna pero también con ternura. Pues aquella vieja había visto llegar a muchos y desaparecer de la misma. Después de todo, ella también había estado veinte años o más sin publicar (porque el marido la curraba, o algo, dicen), pero llevaba mucho ganado porque había empezado muy joven. Al final sacó un novelón tocho, Olvidado rey Gudú, que se vendió muchísimo, realismo mágico o así, lo mismo que más tarde se vendió el Juego de truños, de los cojones.


Sólo que la Matute ya estaba en esos géneros sesenta años atrás, en los bosques encantados de la Artámila (que caían por la Rioja de su infancia), un mundo denso y húmedo de líquenes y helechos –un encantamiento que  se rompía de pronto en una misma novela, Los hijos muertos, desembocando en la Barcelona de posguerra, pero todo parte de su mundo suyo y propio…


Más tarde pregunté por ella para saludarle, pero ya se había ido a la cama.
(arriba la enlazo, jovencísima y monísima,y luego de más mayor pero sin duda interesante la señora)





 
  

viernes, 12 de enero de 2018

AUSTERICIDIO


Había bofetadas para sacar el último Auster de la biblioteca. En todas estaba reservado, y las reservas no avanzaban, no lo devolvía nadie -probablemente, me doy cuenta ahora, porque nadie se lo leía del todo. Al final me llamaron de la de Cuatro Caminos y fui por él hace dos días, un ejemplar nuevísimo, y mañana vuelvo a devolverlo, habiendo leído sólo 150 páginas de las mil. Es un buen truño y ahí queda eso.


Hace ya muchos años que empezó la caza y acoso de Auster, su descrédito. Creo que fue porque vino un puto escritor, un guiri, ¿ah, que en España os gusta Paul Auster? Pero si en América es un don nadie no lo lee nadie… Y el toro fue al capote por ese deporte tan español de encumbrar a alguien para luego derribarlo…


A mí me seguía gustando Auster, cosas últimas suyas, muy vapuleadas. Sunset Park, Invisible. Había acabado en una especie de costumbrismo dickensiano, pero a lo neoyorkino... Lo seguía leyendo, aunque menos que en sus comienzos –El palacio de la luna, Leviatán, La invención de la soledad- cuando PA era una mezcla de escritor aventuresco esotérico fantástico existencial urbanita romántico… zurciendo lo cotidiano y lo insólito como un Cortázar con más fuelle. 


Recuerdo un verano abrasivo (y solía hacer calor en el asfalto de sus novelas) leyendo La música del azar, flipaba tanto como de niño con Poe, Jack London, H. G. Wells...


Decían que Auster estaba acabado y yo me resistía a creerlo. Este último libro 4 3 2 1 sí que es para darle la puntilla. Es la vida de un niño americano, pero cada capítulo es una posibilidad, en uno muere su padre carbonizado en el negocio familiar de electrodomésticos que han quemado unos ladrones (sus tíos) para cobrar el seguro. En otro los tíos no queman, sólo desvalijan. En otro el tío es bueno pero se suicida o se hostia en un coche porque ha bebido. En uno el niño emigra a Nuevayor, en otro se queda vegetando en el pueblo…


Es muy virtuoso pero muy rollo, es la orfebrería del agüelo que hace castillitos con los palillos, porque cada capítulo vuelve al punto cero contradiciendo las leyes de cualquier narración o relato, que aquello tire y vaya palante. Y luego el estilo aquí de Auster, que palabrea para sumar páginas y que le cunda el mamotreto, frases y más frases metidas con engrudo, descriptivismo puro y duro. Se enrolla con todo lo que menos le interesa al lector: la familia Kennedy, el beisbol, los cereales, Cantando bajo la lluvia, american way of life que aparecía en todas sus novelas anteriores, pero como ambientación o atrezzo, no como plomo. El niño americano, no me acuerdo cómo se llama, es majo pero nos la suda igualmente.

jueves, 11 de enero de 2018

INTERVIU 3

*
Estaba bien entrar a Interviu, uno entraba con un respeto, y luego que el ambiente era tranquilo y la cosa era directa, enseguida te decían lo que fuera, te lo compraban o a la calle… Había en la cola de espera algunos horteras de las agencias, los mismos que vendían en Diez Minutos o Pronto, pero ahí menos crecidos y con menos colegueo que en las citadas publicaciones. El sr. Gordillo, subdirector desde tiempos inmemoriales (el director lo cambiaban frecuentemente) esperaba en la mesa de despacho, una mesa circular con la espada Tizona en el centro, atildado y castizo,
Qué me traes, niño
siempre de corbata y chaqueta, el pelo hacia atrás, el bigotillo de póker, la faz acangrejada, los ojos traslúcidos, con algo de pistolero retirado que sólo dispara cuando es indispensable
Nada, esto nada, tienes que echarle más imaginación


O bien:
Cuánto
De 100 a 150 talegos, lo mismo que pagaban en nómina en muchos sitios,  aquí con un solo reportaje... en realidad, una minucia para aquel tipo que negociaba millones por los desnudos. Algunas raras veces no lo publicaba pero lo compraba para mantener la fidelidad o algo así… Pero aquello podía ser fácilmente un engañabobos, te comías de pronto uno o dos  temas, o los colocabas malamente en Diario 16, donde apenas llegaba para cubrir gastos. Eso sí, si había suerte, la secretaria misma –una tal Magdalena que a lo mejor era amante de G, o lo había sido en la transición gloriosa- rellenaba un cheque, pagadero, ay, a tres meses…



Se vendía mejor si había un trasfondo político o económico en los relatos de la España profunda. Las cuevas de los hippies de Granada tenían más interés porque detrás asomaba una operación especulativa para construir frente al Sacromonte. Los buscadores de oro en los ríos de Asturias iban a ser desplazados por una gran compañía minera que  pretendía explanar el valle. En Interviu eran poco dados al lirismo y enseguida suprimían los párrafos “literarios”. 



La traición de Gordillo
De todos modos lo mejor con aquellos era no apalabrar nada. Corrían los últimos 90 y se me ocurrió ir a Barcelona a sacar algo de los menores marroquíes que vivían en las calles (entonces había muy pocos, aún no eran noticia) y fui tan incauto de llamar y preguntar si interesaba.
-No, de niños nada, me dijo Gordillo.
Y pensé ingenuamente que el viejo zorro era hombre sensible a la protección de la infancia y de  los menores…, cuando a las dos semanas vi que salía el reportaje de los niños dichosos, con fotos de Hamadi. Yo le había dado la idea a Gordillo y él se lo había encargado a aquel fotógrafo marroquí que andaba por ahí y del que algunos rumoreaban que era agente de Hassan. Pero todo esto ya es mucha tela, como para el sastre de Le Carré. Ahí acabó mi relación con la docta casa del periodismo. Un día me crucé en la acera de Z con G y M y pasamos sin saludarnos.
Hace unas noches fui a acompañar a una amiga a ese barrio y vi que habían quitado los carteles del edificio. Y ahora me entero que cierran. Así está bien. Gran revista, gran época. Joe, yo estuve allí…


miércoles, 10 de enero de 2018

INTERVIU. LOS TEMAS. LAS FOTOS.



-Como venga mi hermano, chaval, te rompe las gafas- le soltó Javi Beaskoetxea  a un cuatro/ojos que le vacilaba, en el patio del Instituto.
-¿Sí? ¿Y con qué me las va a romper, con las manos?
-Y si le das un Interviú, con la polla.


Siempre habíamos leído aquella revista, claro, habíamos crecido con ella, y a los niños de la transición, a qué engañarnos, nos impresionaban mucho aquellos felpudos y aquellos tomates… Los adultos, los padres, decían comprarla “por los artículos”. Y algo de verdad había en ello, pues con aquel periodismo “social” aprendimos que se podía escribir de lo que se veía por la calle… que los indios y los vaqueros estaban unos barrios más allá, no muy lejos. 


Y así, nos asomamos a las cárceles, caminamos bajo las ruinas de Belchite, recorrimos el país de los agotes, nos calentamos en la hoguera de los gitanos y asistimos a la venganza de los quinquilleros. sufrimos la paranoia de los etarras y el temblor de trilita de los falangistas, escuchamos hablar a los confidentes, viajamos a Valencia con el cojo Manteca… España España aparta de mí ese cáliz.


También habían salido aquellos pibones, Nadiuska castigadora, Marisol angélica, Lola Flores decreciente, cienes y cienes de tías, todos los cuerpos de España, incluso aquella presentadora de programas infantiles que de pronto tenía tetas y nos miraba perversa. Luego las fotos fueron cambiando: desnudos poco eróticos, “inteligentes”, tapándose los pechos con las manos, sí pero no, no pero dame la pasta, aunque había algo de prestigio, algo casi intelectual en posar para Interviu, y las mujeres más sosas de la tele tenían un atractivo, un misterio a la luz de su propia piel…

(pero ya nunca se quitaban las bragas)














El fotógrafo de casi todas había sido César Lucas, tímido y barbado, callado y altivo mito del fotoperiodismo (¡qué había retratado al Che en Vista Alegre!) y ya en los noventa había quedado como jefe de fotografía del grupo Z y aparecía por aquellas escaleras/descansillo, rindiéndole  pleitesía los foteros más jóvenes. Hicimos varias cosas con su  hijo Lucas Abreu, que abría algunas puertas pero las justas, y era moreno y aguileño como un judío mallorquín, también lejano y silencioso y un poco divo, como muchos fotógrafos, pero sobre todo un tío legal.  

Ya eran los años noventa. En los dos mil, para que no la tildaran de machista, Interviú empezó a sacar tíos y rabos, y no es por ser homófobo, pero ya no era lo mismo. Seguía vendiéndose en los pueblos, y en Canarias la regalaban el domingo con un periódico. Alguna semana reventaba otra vez los kioskos, yo qué sé quién, Claudia Schiffer.

martes, 9 de enero de 2018

INTERVIU DISPARU


El lunes era el mejor día para ir a Interviú. Con la revista recién aparecida esa misma mañana estaban abiertos a ver qué metían el número siguiente. Y para los colaboradores, una semana de decepción, o un mes de abundancia, a saber, porque pagaban buena pasta, y, si había suerte, si “el tema” era fresco y gustaba, saldría publicado el siguiente lunes. Pero antes,  para conseguir venderlo, había que entrar en aquel edificio de O, Donnell (Grupo Z), muy cerca del Retiro, parque donde unos minutos antes uno había estado haciendo respiraciones, ejercicios de relajación y toda la tabla del budismo zen, a fin de enfrentarse a la bestia negra lo más tranquilo posible.



La bestia negra era el sr Gordillo y su espada Tizona, pero eso va un poco más adelante. El proceso había sido más o menos el siguiente:

Repasados todos los periódicos recientes “de provincias” en la hemeroteca, había que buscar un asunto “con gancho”, un suceso local que hubiera pasado inadvertido a las televisiones y a las agencias ((si luego el reportaje salía, ya se encargarían de llamar, simpatiquísimos, preguntando teléfonos y datos)). Cosas la mayoría de las veces harto peregrinas… Pejemplo, había un gaditano afincado en Onda a quien había abandonado la mujer, echándose a la vida y dejándole con nueve críos a los que quitarles los mocos… Era difícil contactar por teléfono con aquellas gentes de la España profunda y había que lanzarse a la piscina.



La piscina era un autobús nocturno lanzado en la estepa de la noche, porque menda no tenía buga ni tenía carnet. A veces –uno era joven- dormía de un tirón, a veces me estremecían las torres de una iglesia junto a la carretera, el lamparazo de las gasolineras, un bosque muy negro… Llegaba muy temprano, yo qué sé dónde, a una Córdoba desierta y con pájaros, y cruzando a pie el puente romano filosofaba con los versos de Quevedo: “Ayer se fue/mañana no ha llegado” leídos en el almanaque del velador con churros. Luego un autobús de cercanías me llevaría al “lugar del siniestro”, el pueblo…



Pero voy a resumir un poco estas memorias del periodismo, que amenazan convertirse en Libro gordo del Petete… Había que hacerse colega de aquella gente, ser tranquilo y sencillo, porque algunos querían salir y otros no, pero en los pueblos leían Interviu y en general sí, y hasta invitaban a alubiada y a longaniza…



Había que preguntarlo todo y había que echar muchos carretes y muchas fotos, hasta que la peña te dijera que vale, que no fueras tan pesado.

Después, uno pasaba la tarde perdida en Córdoba, o en Castellón mismo, con los cubatas y los petacos, oyendo en los cascos a Jimi Hendrix…o echando la siesta bajo un roble florecido del Puerto del Escudo, hasta que saliera la guagua, y siempre con la duda existencial de saber si el material se vendería o iría al cubo de la basura.


En el autobús, el campo corría, Madrid se iba acercando, bajaba en Alenza o en Delicias con el mareo del viaje por el espacio/tiempo, y aquella misma noche me acercaba a Carreño (revelado rápido) a depositar en un buzón los carretes de diapos que recogería el lunes… 

(continuará...)

 Y esta serie sobre la desaparecida revista va dedicada a A. D. Fenoy, compañero de batalla, amigo siempre, y en memoria de Francisco Umbral, maestro en Interviú y otras muchas págs