viernes, 29 de abril de 2011

LOS ENAMORAMIENTOS

Adelantar que quien escribe esta crítica no es lector habitual de la narrativa de Marías -hace mucho tiempo leí un par de novelas cortas, pertenecientes a su primera época- pero sí de los artículos semanales en que el escritor desentraña la tontería social en que estamos inmersos, con cierta displicencia y dosis de mala leche, pero con gracia innegable.
Esta última novela, “Los enamoramientos”, tiene un arranque argumental casi costumbrista. La muerte a puñaladas de un joven empresario por un indigente, un aparcacoches con problemas mentales, podría ser un acontecimiento más en la crónica de sucesos.
Sin embargo la literatura de Marías no tiene mucho que ver con el realismo, sino con una suerte de “novela de pensamiento”, según definición propia, cuyo antecedente más destacado sería Marcel Proust.
Pero mientras el escritor parisién trabaja “en círculos”, por así decirlo, sujeta su obra sin argumento a un eterno retorno de las personas y los lugares y las sensaciones que provocan, la indagación de la realidad está supeditada en “Los enamoramientos” a una intriga, a una línea argumental mínima que apunta la posibilidad de un crimen. Una trama de la que no voy a decir más, pues supondría acabar con la posible sorpresa de la novela, a pesar de que podría resumirse en cuatro líneas –cuatro líneas que le dan a Marías para escribir cuatrocientas páginas en torno a la impunidad de los crímenes, los vaivenes del amor, la muerte y su incidencia en los que siguen vivos...

A pesar de estar narrada en primera persona –a través de María Dolz, una mujer que trabaja en una editorial, y que ha conocido al joven empresario muerto y a Luisa, su mujer- podría hablarse de una “novela conversacional”, pues tanto como la voz de María Dolz cuenta la de Luisa, y la de Javier Díaz-Varela, amigo del matrimonio. Estos tres personajes se enzarzan en largas conversaciones, sobre todo María y Javier, que protagonizan los “enamoramientos” famosos. Conversaciones que se caracterizan por estar escritas en el mismo estilo prolijo y discursivo, encadenando las frases a base de disyuntivas y todo tipo de subordinadas en general y acumulando palabras casi sinónimas, como si buscaran extraer del lenguaje todos los matices posibles.
El propio Marías parece curarse en salud cuando María Dolz, la narradora, define a Díaz-Varela: “Tenía una fuerte tendencia a disertar y a discursear y a la digresión (…) me deleitaban su voz grave y como hacia dentro y su sintaxis de encadenamientos a menudo arbitrarios, el conjunto parecía provenir a veces no de un ser humano sino de un instrumento musical que no transmite significados, quizá de un piano tocado con agilidad”.
Así, unos personajes pasan la voz a otros para enunciar un discurso de rasgos muy semejantes, cosa que sorprende en Marías, autor muy crítico con la uniformidad actual del lenguaje, y defensor de la caracterización por el habla como modo de conocer a las personas.
Estos personajes son todo cerebro, y aplicando como una lente de aumento a lo sucedido, a las emociones, a las sensaciones, se proponen diseccionar la realidad. Pero con lo que no cuenta o no quiere contar el novelista es que, en situaciones de miedo, de stress, o incluso de indecisión –como muchas que se dan en esta novela- no actúa “el conocimiento” sino el instinto, que ataja muchos caminos, y que atajaría asimismo la prosa torrencial de esta novela, dejándola en la mitad de su extensión.
“Los enamoramientos” está compuesta a base de capítulos cortos, de seis u ocho páginas y en cada uno de ellos se nos adelanta un punto, una o dos frases de esta intriga, que queda luego suspendida hasta el siguiente en medio de consideraciones y circunloquios y así ad infinitum, hasta su resolución final que, como en casi todas las tramas, es menos apasionante que su planteamiento.
Todo esto, quede claro, es una opinión personal. Javier Marías es un escritor que tiene miles de lectores en toda España y parte del extranjero, y por algo será. Yo mismo he sucumbido en algunos tramos de “Los enamoramientos” a su prosa envolvente y estupefaciente, que engancha pero que deja al final una sensación de abstracción y de vacío en el estómago. Quizá una novela no sea tanto “contar cosas”, como lo que subyace por debajo de las cosas, pero Javier Marías desarrolla esta premisa con tal exhaustividad que se carga todas las leyes (no escritas) de la economía narrativa.

1 comentario:

  1. Estoy oyendo y leyendo muy buenos comentarios de la última obra de Marías y la verdad, no sé si atreverme de nuevo. Le abandoné en 'Corazón tan frío', y tanto, frío, y pausado... Pero siempre es bueno cambiar de opinión o, al menos, intentarlo. Saludos!!!!

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