Tres jóvenes deambulan las noches de verano por Turín, sin querer irse a dormir. Pasan por la estación de trenes junto a la cual, en unos jardines, duermen los vagabundos. Salen de la ciudad por un puente que cruza el río, suben la colina -una carretera con villas a los lados cerradas. La noche es oscura, brillan las luciérnagas, se oyen los grillos.De pronto un coche sube por la carretera y se detiene bruscamente a su lado. Una figura inerte detrás del volante. Gritan para ahuyentar el miedo, los perros ladran en la distancia. El hombre sale del coche y se apoya en el capó, parece borracho. Se acercan. Le reconocen, es un jóven del pueblo...
jueves, 19 de abril de 2012
jueves, 12 de abril de 2012
EL VIEJO EN LA FRONTERA
La guerra civil en la frontera es
uno de esos libros tardíos barojianos, editados pésimamente, a base de repeticiones
y lagunas, que sin embargo son los que dan la gracia a ese Baroja en las
postrimerías. El caso es que ni siquiera se sabe en qué años escribe don Pío,
parece ser –por la inmediatez del relato- que en los mismos de la guerra,
aunque la solapa diga que el libro es de los 50. Parece escrito en los meses
posteriores a su detención por la columna de los requetés y su huida a la muga
fronteriza, tiempos confusos en que el stress del momento hace que Baroja se
olvide de los “datos objetivos” –ese ver
en lo que es que repetía con Stendhal- y que sustituye por un aire confuso
y nebuloso. Pero ya se encargaron sus biógrafos más resentidos de poner las
cosas en claro y darle estopa al viejo filántropo…
No recuerdo en qué momento leí La
guerra en la frontera. Ahora creo –a tenor de la fecha de edición que aparece
en el libro- que debió de ser en el verano de 2005 y probablemente en este
mismo ejemplar –el cual debió de comprar mi padre- en que lo releo ahora.
La cosa es que ni me acordaba del
libro y ahora recuerdo haber pasado por él con más pena que gloria, habérmelo
quitado con impaciencia de en medio en alguna calurosa tarde de vigilancia
-¿Cerro Marmota?-. Ahora ha aparecido de pronto aquel viejo ejemplar y me ha
hecho pasar en cambio tardes muy sustanciosas…
El error quizá fue haber abordado
entonces el libro como un libro sobre la guerra civil y no como un libro tardío
y sui géneris de Baroja, un Baroja en estado puro. Un libro distinto pero que
poco podrá aclarar sobre la contienda (así que absténganse Mumos y Trepiellos y
sigan con sus Bareas, Chaves, MaxAubes). En efecto, recuerdo los episodios de
la toma de Irún por los nacionales, narrados confusa y reiterativamente…
La gracia que tiene La guerra en
la frontera –y es mucha- es la de situarse el mismo Baroja en el lugar de los
hechos, paseante con las manos a la espalda, aburrido y desocupado. Como un
pobre diablo sin sombra de vanidad, uno más en el lugar de los hechos.
Algunas perlas:
Por las noches, en las tabernas del barrio, cantan la canción “Avanti
popolo”, que termina con el estribillo de la bandera roja triunfará…He
preguntado a un chiquillo español como se llama esa canción, y me ha contestado
que ellos la llaman el Antropópilo,
que sin duda es una deformación de “Avanti popolo”.
Hay muchos desilusionados. Uno le dice a otro, que es vendedor de
pescado:
-Amigo, tú, chico guapo, puedes esperar.
El otro contesta:
-Es verdad. Tú, ya viejo, ¿qué vas a hacer?
-Chico, nada. Antes siquiera iba al excusado por las mañanas, ahora, ni
eso.
Hay desesperaciones que se convierten en cómicas. Un portugués decía:
-¡Hay que arrasar esto tudo!
¡Tudo!
-Empiece usted por su país-, le dije yo medio en broma.
Vive uno bastante aburrido, deseando que pase el tiempo.
A unos chicos españoles que
estaban jugando en la calle, tirándose piedras, un aldeano les ha preguntado en
vascuence:
-¿A qué vais vosotros a la escuela?
Y uno de los chicos
le ha contestado con gracia:
-A esperar la salida.
-A esperar la salida.
Debajo de mi ventana
hay un perro blanco atado a una cadena. Ladra a los ciclistas con cólera,
desesperado intenta tragarse las moscas que le fastidian, y concluye metiéndose
en la covacha. Quizá piensa que el mundo es bastante aburrido para los perros. Quizá
piense vagamente que sin cadena sería feliz, pero no llegará a sospechar que
también tendría otros fastidios. A veces se las arregla para subirse a su
caseta, y quiere acercarse a las golondrinas, pero la cadena se lo impide.
Recuerdo que un mes
antes de la revolución, en junio, llegaron a Vera dos autobuses con banderas
rojas y negras. Iban de excursión al monte Larun.
Al ver los colores de
aquellas banderas, a una moza con aire bravío le pregunté:
-Esa bandera es de la FAI, ¿verdad?
-Sí señor, ¿y qué?
-Yo no he hecho más
que preguntar. A mí todo eso de las banderas me tiene sin cuidado.
-Pues si, somos de la CNT y de la FAI.
-Como si fueran
ustedes del pim pam pum. ¿Han venido, quizá, para ver el sitio donde hubo un
encuentro entre sindicalistas y carabineros, hace diez años?
-No sé a qué se
refiere usted.
Se veía que aquella
gente no sentía la menor curiosidad histórica por los suyos.
Los excursionistas de
la FAI, que
ninguno era vasco, hablaron en esa excursión a que me refiero con petulancia,
del derecho a la vida y de otra porción de farsanterías ridículas, y se
marcharon cantando un himno muy malo, y dando vivas a la CNT, a la FAI y a la anarquía.
(…) al pasar por
delante de la estación, un grupo de españoles y de mujeres levanta el puño y
gritan y se acercan a decirme que los gendarmes franceses les impiden llevar
los equipajes, y que intente yo convencerles de que les dejen llevarlos.
-No me harán caso- le
digo yo
-¡Pío Baroja! ¡Pío
Baroja! –gritan, y se acercan otras más-. Gritan Pío Baroja porque les suena a
algo.
-¿Qué quieren
ustedes?
-A ver si nos dejan
llevar un poco de ropa.
Yo no creo que
ninguna de esta gente sepa lo que he hecho yo, pero les suena el nombre. Los
gendarmes se acercan a la portezuela del automóvil en donde vamos, y nos dicen
a Paul y a mí:
-Sigan ustedes
adelante sin parar.
-Pero…¿por qué estas
gentes no pueden llevar sus equipajes?
-¡Nada, nada, sigan
adelante!
Y esto es la democracia ¡Qué asco! Una pobre gente que no puede llevar unas medias o unas alpargatas.
Y esto es la democracia ¡Qué asco! Una pobre gente que no puede llevar unas medias o unas alpargatas.
viernes, 6 de abril de 2012
LA PROCESION VA POR DENTRO
Un año más, el sonido atávico de las trompetas.
Esta vez volvía de la ciudad, medio desierta y heladora de pronto bajo la luna
nueva. Y otra vez la trompeta recordándonos que somos mortales, aunque esta vez
sonara Angelitos negros (es que los penitentes son ecuatorianos y hay que
ponerle sabor a la cosa). Me he arrastrado un rato con la bici detrás de la
procesión, luego he subido a casa para verla pasar e irse desde el balcón.
Entre humaredas de incienso llevaban en andas un estandarte con el Cristo del
Desamparo y Nuestra Señora de los Dolores.
No sé si es casualidad, pero en todas las casas en las que
he vivido en Madrid en los últimos años –en Blasón (Carabanchel), en Misterios
(Ciudad Lineal) y ahora en esta Avenida de Portugal- pasaba la procesión
justamente por delante de la casa. A lo mejor las procesiones me persiguen, o acaso yo las persiga inconscientemente...
domingo, 1 de abril de 2012
TITULARES
"HERIDA UNA PERSONA AL ARROLLAR UN PIQUETE UNA FURGONETA".
Con un par.
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