sábado, 4 de abril de 2015

LA PROSA SONAJERO

 
Tiene buena pinta la biografía de Juan Marsé. El típico libro para cogerlo y no soltarlo hasta que terminen estos días de SS –pero no en mi caso, ya que
a) nunca me cunden estos días “vacíos” en que planeo hacer tantas cosas,
b) esperaré a que el libro llegue a las bibliotecas públicas –algo así como los servicios sociales de la literatura (y también con recortes, como todos los servicios sociales).


 
Pero lo he ojeado sin embargo y he dado de nuevo con aquella definición,  que hizo fortuna y Marsé adjudicaba al estilo de Francisco Umbral: la prosa sonajero.
 
Prosa sonajero sería, simplificando, una escritura en la que cuenta más el sonido de las palabras que lo que éstas expresan, así algunas cosas de Umbral que suenan tan bien que corren como la pólvora y van muy por delante de lo que quiere decir el escritor si es que quiere decir algo.


 
Creo que antes del de FU, Marsé había definido el estilo de CJC algo así  como un jumento bien enjaezado y vistoso que al caminar hace resonar toda su quincallería, pero concediendo: pero su calidad es indudable. (Es que Camilo era mucho Camilo y a ver qué ibas a decir).

Y, por seguir con algunos maestros de FU… ¿Es Valle Inclán prosa sonajero? Sí, rotundamente, muchas veces intraducible. ¿Y JRJ? No, pues bajo el preciosismo y el ritmo de Juanrra late toda una profundidad de imágenes y sensaciones. Si un texto es traducible y sigue expresando algo siempre puede salvarse.
 
 
Los límites son difusos. (Toda buena prosa ha de tener cierto contenido; toda prosa funcional ha de tener cierta cadencia)
En el fondo y en la forma es la ya vieja dialéctica de forma y fondo, la fonética y la semántica.
Pero Umbral se mosqueó bastante y le enseñó a un periodista –Arcadi Espada- la dedicatoria que le había estampado Marsé en un ejemplar de Si te dicen que caí:
 
Para Paco Umbral, el amigo, el escritor, el niño que fue, conmigo, de la postguerra, y del cual he robado estampas e imágenes, de su amigo, con un abrazo, Juan Marsé.
Aquí va el arranque –magnífico- de la novela de Marsé:
 
“Cuenta que al levantar el borde de la sábana que cubría al ahogado, revivió en la cenagosa profundidad de pantano de sus ojos abiertos un barrio de solares ruinosos y tronchados geranios cruzado de punta a punta por silbidos de afilador; un remoto espejismo traspasado por el aullido azul de la verdad. Y que a pesar de las elegantes sienes plateadas, la piel bronceada y las sortijas de oro que aún lucía el cadáver, le reconoció; que todo habían sido espejuelos, dijo, en aquel tiempo y aquellas calles, incluido ese trapero que al cabo de treinta años alcanzaba su corrupción final enmascarado de dignidad y dinero”.
¿Es prosa sonajero?

1 comentario: