…al llegar a la caseta en sombra,
me pareció distinguir un movimiento de algo que se esconde rápido y no está, sombra
en la sombra, como un roedor o un gran lagarto y con la punta del bastón,
aparté las piedras de la base. Gris y negra, flexible y sinuosa, con
flexibilidad interior como una cuerda de cáñamo animada de carne, hinchada de aire… Apoyo el
bastón buscándole la cabeza y se remueve y agita, como si fuera a levantarse,
hasta que, cuando en ademán de tregua levanto el bastón, desaparece siguiendo
su camino de piedras subterráneas.
Esta vipera latastei anida en los
roquedos altos y soleados de orientación sur, en las quebradas y en el granito y
en las casamatas de cemento y piedra de las cumbres, melladas por el tiempo, el
sol y el frío, de lo que allí (y también de las balas) se refugiaban los
soldados leales que intentaron en vano frenar el avance del fascismo. El dibujo gris y
negro de su piel repujada como una manufactura me hace recordar la sentencia de
Wilde (creo): “La naturaleza imita al arte”.
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