Cuando empezó la guerra civil, estando en su pueblo, en Bera (Navarra), Baroja salió a ver, el muy tolai, a ver qué pasaba, como si fuera “una aventura”. Lo que pasaba fue una columna de requetés, que identificaron a PIBA y no le fusilaron por los pelos. Entonces el viejo cruzó la muga y no volvió a asomar por la España en guerra, a ver…
Así que esta famosa trilogía bélica está narrada de oídas, como mucho de lo que el viejo Barey escribió en sus últimos años. Y sin embargo tiene la fuerza anecdótica y dinámica de todo o casi todo Baroja. El primer tomo, El cantor vagabundo, lo encontré aquí abajo (primera edición, 1950), en un Cash and Converse, por un puto euro. Empieza contando cómo unos vagabundos huyen de la guerra refugiándose en la Andalucía rural. (Es lo mejor del libro, las cien primeras págs., lo demás son chismes de portera).
El segundo, Miserias de la guerra, el famoso manuscrito que no pasó la censura, estaba hace unos años en el archivo histórico de Alcalá de Henares y podían hacerse fotocopias. Yo lo saqué y se lo pasé a Mariano Serrano, editor de Siete Mares, que habló con los herederos de Baroja para publicarlo. Ni le contestaron y luego hicieron su propia edición, de la cual vendieron la tira. (Así es la gente humilde y errante). Pero molaba esta novela, deslavazada y descabalada, jibarizada y barojizada, el relato de la guerra en Madrid, el horror el horror, criticando a ambos bandos pero a uno qué casualidad siempre más que al otro.