miércoles, 17 de octubre de 2018

ALMANZOR

 

Subimos y bajamos casi enseguida, como poner una pica en Flandes, porque arriba había unos montañeros que tenían una cuerda para bajar, y por si acaso… Arriba, el relente, el sol dando en unos pantanos que debían quedar por Cáceres, el color del mundo gris y amarillo, una apariencia de planeta porque no se veían carreteras ni pueblos, yo por lo menos no los vi. La cima es nada, un triángulo escurridizo. En el vértice geodésico habían puesto, entre otros abalorios, unas banderitas tibetanas, con su Budita correspondiente, lo cual “tiene sentido”, que se dice ahora, porque para llegar hay que sufrir un rato,a veces reptando, a veces trepando... Yo, según me lo habían puesto, no pensaba tocar cima, me habían dicho que el final era pa cagalse, un puente aéreo o una hostia de esas, pero no había tal, hay un tramo como de escalada con caída de cinco o seis metros sobre las rocas, lo suficiente para romperse la crisma, pero vértigo tampoco da. Subida simbólica, que me da la idea de terminar con estas escrituras, habiendo quedado el listón -2.592 metros- bastante alto. “La angustia es el vértigo de la libertad” (Kierkegaard).





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