Lo
que se ve al salir del pueblo, al trantán de los badenes:
Bodega
San Esteban Protomartir, Cooperativa Sindical de Colonización. (Prohibido
aparcar junto a los silos).
Mirasierra.
Es una casa aislada, de piedra como amarilla. Tiene el chaflán y dos pisos más,
ventanas tapadas con cortinas, parece un antiguo hostal en desuso. A la puerta se reúnen las mujeres en sillas -o se reunían, en los tardíos veranillos.
Vivan
los quintos (pintadas alusivas a prácticamente todas las promociones del siglo
XXI).
Discoteca
con columnas como templete. Abandonada, grandes ventanales tapiados con
ladrillo.
Gente
con cara de antiguos.
Algunos
pibones, autóctonos, y otros –chicas con camiseta de tirantes-que parecen como
transplantados.
En
los columpios, reunión de moras tapadas con el burka. Los niños en bicicletas.
Un caballito tras una cerca, con sus días de tristeza animal y sus ratos de salvaje alegría
El
cartel que marca el fin del pueblo en el que alguien –ya a distancia
prudencial- ha añadido con pintura: Pueblo de paletos .
Y
luego las viñas y olorosas higueras…
Y
mientras me alejaba, en el crepúsculo sombrío, la montaña me perseguía como una
esfinge soñada por Edgar Allan Poe…
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