Parece que viene la moda de hablar de los 90, de volver a los 90, hace nada eran los 80, los 90 es la época mítica para los que nacieron en los 70 –los que ahora detentan los medios de comunicación- lo mismo que los 80 lo fue para los nacidos en los 60. Hay también algunos que meten las dos décadas en el mismo saco –“en los 80 y los 90”- siendo yo creo dos décadas bastante distinguibles, no en vano entre ellas la caída del muro de Berlín.
Para mí los 90 fueron una época nefasta, a saber:
-Caída del muro de berlin
-Cobi –los 90 suponen dibujar el perro Cobi con la punta de la polla y hacerse millonario
-Olimpiadas/Expo: desmantelamiento de Barna, comercialización de Andalucía
-Implantación de las teles privadas, eclosión de la telebasura –mamachichos, regreso del facherío (silencioso desde 23 f), aceptado con naturalidad en tertulias e informativos
-Ruta del bakalao – al ritmo de una música insoportable (falta de referentes culturales, decadencia del rock, mitología ful)
-Generación Kronen
Estas reflexiones tan pertinentes y tan de actualidad vienen al hilo de la relectura de Macarras interseculares, que refiere los estragos de la heroína en el centro de Madrid y -capítulos y décadas más tarde- su permanencia en los poblados del extrarradio.
Voy a centrarme, siguiendo con las reflexiones suscitadas por el libro, en el viaje realizado por la heroína de la ciudad a las afueras –no suficientemente documentado, me parece a mí, viaje que duró un par de años o tres, en los que la fatídica sustancia podía encontrarse en los espacios hoy más turísticos y controlados.
(sigue más arriba)
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