Suelo
ir yo sólo a la filmoteca, pero hoy invito a unos amigos -no pasa nada, tengo
vale. Afuera ha salido el sol, tras varios días de niebla, pero se está mejor
dentro… Ponen Blade Runner y con el cine a rebosar –cosas de la crisis y del desempleo- es como cuando de niños íbamos a
ver una de Tarzán. Y así esta película que tanto gustaba a los modernos en los
ochenta –la misma estética de la movida: punk, new age, pelos de colores,
mutantes, replicantes- treinta años después, en una vieja copia rayada de
sonido cavernoso, nos retrotrae a aquellas tardes de pipas, cachondeo, acción y
aventura. Evasión, evasión. Blade Runner me ha parecido igual que siempre de
oscura, densa, lenta, recargada y borrosa, pero no les he dicho nada para no
quitarles la ilusión.
No nos quito la ilusión esta sencilla película,con destellos, ya que buscábamos la oscuridad, la densidad, la lentitud, el recargamiento y la borrosidad. Ese replicante que visita a su creador para matarle, para que comparta el
ResponderEliminardestino finito al que están unidos los seres vivos. Esa imagen arquetípica del replicante abrazandose bajo la lluvia, sujetando una paloma que deja escapar hacia la oscuro y densa noche negra . . . todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.