Después
de años sin vernos, encuentro con José María Mijangos. En la Casa del Libro
donde trabaja desde hace mucho… Encuentro melancólico y barojiano, propio de
aquellos “jóvenes” escritores que han bajado el listón de ambiciones y que,
también, por lo mismo, respiran ahora más tranquilos…
-Sigo
escribiendo pero, claro, sin intenciones de vivir de esto…-Claro, hombre, eso es imposible… -le contesto-. Bueno, espera. A no ser que seas IZA*…
Mijangos se ríe:
-¡Menuda lista! Bueno, todos aquellos eran unos listos. Todos menos nosotros, que éramos unos pringaos…, los únicos honrados y los más pringaos -remata Mijangos, posando fraternalmente su mano sobre mi hombro.
*IZA
((llamémosle así, sin que tenga nada que ver con aquel “Izas, rabizas y
colipoterras” de Camilo José Cela)): aquella rubia compañera de generación y de
antologías, multidisciplinar y leonardesca, que cada tanto tiempo nos mandaba
invitaciones a la presentación de la última película dirigida por ella, de su
último disco… (escribir, escribía menos) –proyectos sin duda de nula salida
comercial, factibles sin embargo de ser sufragados por el erario público, según
las imputaciones que se le hacen de cobrar 60.000 euros por los artículos
firmados con seudónimo para la fundación…, etc, etc.
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