Seguimos recogiendo las viejas carreteras, mientras quede
salud… y pasta para gasolina. Hacía años que no recalaba en el viejo monasterio
de Bonaval: Viejo es poco, data del 1100,
aunque es dudoso que siga en pie otros mil años más. Todavía en 2008, uno podía
subir al tejado, aunque ya crecieran en él los árboles. Un año después
clausuraron los desgastados escalones de caracol, luego vallaron todo el
perímetro. Ahora han ido más lejos y ya no se puede acceder en coche, hay que
dejarlo a un par de kms. Bien por la barrera disuasoria para los domingueros.
Hace unos meses pusieron en la tele una película sobre la
guerra civil, rodada tal cual en el patio del monasterio, donde acampaban los
milicianos: una peli ochentera, probablemente entonces ni hacía falta permiso
para rodar allí. Entonces, además, quién
se habría acercado por aquellos perdidos caminos.
Ahora, caminando, recorriendo el fresco robledal, con la
visión al fondo de los montes, deteniéndose
para beber en la fuente de los frailes, es mayor el recogimiento con el que se
llega… Sólo encontramos por la pista forestal un guardia idem que nos mira como
ceñudo.
Recordaba el monasterio como una ruina coherente. Ahora parece una acumulación
de piedras en dudoso equilibrio, a punto de desmoronarse y caer al camino. Ya el viento (¿) ha derribado la pared exterior de una
de las galerías.
¡COSPEDAL, DEJA LA PEINETA Y ARREGLA BONAVAL!
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