Para
2020 será el año de Galdós y ya ponen algunos carteles en autobuses: Galdós es Madrid. Me
gusta ese slogan, porque a Madrid le hace falta un poco nacionalismo (que no
centralismo), aunque, como todos los escritores de Madrid, Galdós no sea de
Madrid…
Pero
de ahí a que Galdós pase a ser un autor popular hay mucho trecho.
El
descrédito de PG empezó con los noventayocho,
que empezaron a meterse con él, por pura envidia… “el garbancero”. Pla dice de Galdós
que es ilegible, y le compara siempre con Blasco Ibáñez (¿por qué no con
Dostoievski?). Y luego siguen contra Galdós los de siempre: PIBA, Francisco
Umbral, Juan Benet – hasta el tonto de Julio Cortázar hace un pastiche de
Galdós en Rayuela.
En
el fondo era la eterna polémica estilo
versus narración… escritores de gato contra escritores de perro. Galdós es
narrador a tope, a veces demasiado…, porque lo que podía contar en una página
lo cuenta en cuatro (pero eso también Dickens –su maestro- y nadie dice nada).
Pero
era el momento de arrearle estopa a Galdós, era el muñeco que quedaba colgado
de las murallas de Madrid (o de lo que quedaba de esas murallas), era ese viejo
verde que fisgaba en las porterías, qué solo estaba Galdós en su mundo de
soñadas mujeres madrileñas –qué tipos pintó, de chulería que habría que
conquistar para llegar a su fondo de ternura:
Fortunata,
la Desheredada, Tristana, Benigna (la mendiga de Misericordia…) Se ve su
interés por la mujer y una pulsión erótica que no aparece en los castos 98s.
Sólo ese rollo femenino y psicológico le salva –aunque personalmente debía ser
un sobón y hoy las feministas le masacrarían con me/Too.
Ha
quedado sobre todo el Galdós de los Episodios Nacionales, en los que quizá vio
a España mejor de lo que era, Galdós era un canario (de abuelo guipuzcoano: Galdos),
y ya se sabe que los canarios por su movida insular se sienten muy
españoles.
Pero
Galdós, aunque así lo parezca, no es sólo el viejo coñazo de los billetes
verdes. Galdós anticipó el monólogo interior, entrando en el interior de sus
personajes (antes que la corriente de conciencia de Joyce). Más psicológico que
impresionista, para ser un autor “realista” pintó muchos locos y alucinados. Contra
el mundo mítico (episodios) el mundo místico (Nazarín).
Cuando
más invernal y oscuro y desapacible nos parece Madrid es el momento de leer a
Galdós, su madrid de mesa con brasero y cocidos, que sigue existiendo por
embajadores, lavapies, peñuelas y así…
Comento sólo sr. Asís qué Galdós fue y será, el mejor conocedor de ese Madrid en el estamos los que no lo somos
ResponderEliminarSí, tiene usted razón, aunque PIBA también sabía lo suyo. Cuentan que una vez se encontraron los dos escritores paseando, y que al llegar a unos descampados PEGA le dijo: Vamos a darnos la vuelta, que esto ya no es Madrid...
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