jueves, 20 de marzo de 2014

LEOPOLDO MARIA PANERO VISTO POR MICHI PANERO (5)



Hay un antecedente familiar de la locura de Leopoldo en mi tía Eloísa Blanc, hermana de mi madre, que se pasó la vida de uno a otro manicomio.Y qué manicomios (recuerdo las visitas de niño al de Leganés, siniestro y durísimo), aún la ciencia psiquiátrica estaba en mantillas. Su locura, la de la tía Eloísa, era mucho más graciosa que la de Leopoldo. “Estoy loca pero soy repúblicana”, decía. Los vecinos sabían que lo era y por las noches, por el patio, la cantaban “El rey que rabió”. Por parte de la familia de mi padre no se ha dado una locura de psiquiátrico aunque objetivamente tendría que serlo, con detalles como mis tías haciéndose un medallón con los dientes de oro de mi tío Teodoro que realmente son rasgos de demente, de humor negro.


Puede creérseme o no, pero tener un hermano como Leopoldo es una desgracia. Ahora tiene cincuenta tacos y, en Mondragón o en Canarias o donde sea, hace su vida. Hace diez años era otra cosa, era encontrártelo por Madrid en las situaciones más inesperadas. Una vez apareció en el bar que tenía yo en Bárbara de Braganza y empezó a montar delante de la selecta clientela su numerito del Anticristo. Tuve que echarle a la calle. Que en un bar de moda  apareciera Leopoldo con la chaqueta llena de escupitajos, no es por ser clasista, pero la verdad es que no tenía maldita la gracia. LMP tuvo una época que se comía los escupitajos que había en el suelo, los cristales, se pasaba el día buscando en los cubos de basura, tal vez una herencia del surrealismo, todo un espectáculo.


Yo lo siento mucho pero esa historia de los poetas malditos me parece un coñazo, además de que en realidad se trate de un malditismo muy relativo. Está claro que Leopoldo no es Rimbaud que, de pronto, se marcha a Etiopía a traficar con armas y desaparece del mundo y no quiere volver a escribir nada. Leopoldo, a la hora de la verdad, se va a su Círculo de Bellas Artes, como si fuera Félix Grande, a poner la mano para que le den veinticinco mil pelillas para comerse los chipirones, siempre está pensando en eso.

Con Leopoldo, en el último rodaje (“Después de tantos años”) la gente se quedaba flipada. Leopoldo se pedía veintisiete postres y cuarenta y cuatro platos diferentes de lo más churretoso que había en todo el restaurante, se sacaba la dentadura, se la ponía, la dejaba encima de la mesa.

Juan Luis en apariencia era todo lo contrario. Juan Luis pedía sus ostras: “Yo sin ostras y vino blanco no puedo trabajar” e irritaba a todo el mundo con su “No, no, vino blanco, además que sea del año tal”. Una horterada flagrante y una falta de educación y más cuando estás con todo el equipo, los cámaras, los de los focos, etc.


A Leopoldo en Madrid se le aguanta porque viene a montar el número dos veces al año y luego se va. La última vez que estuvo en el Círculo de Bellas Artes a dar un recital se levantó en mitad de la lectura y dijo “Voy a mear” y a los cinco minutos volvió con la bragueta abierta. Este tipo de gags ya los hacía Cela y con bastante más gracia. A Leopoldo con la historia de la locura se le permiten todo tipo de cosas que son fundamentalmente una ordinariez astorgana y eso lo decía mi madre: “Parece mentira pero el más astorgano de los tres es Leopoldo”. Son cosas de estar de tapas en Astorga el día de la feria. Lo que hace Leopoldo es chiquitear, no bebiendo alcohol porque no puede, pero sí tomando todo el rato boquerones en vinagre, que se le cae el vinagre y si a eso se le añade que cada cinco minutos dice que el camarero es el diablo, como viene repitiendo desde hace quince años, ya cansa, que el diablo tenga que dominar todo el sector de la hostelería de España. Para Leopoldo Belcebú siempre está acechando; otra cosa que decía mi madre, que si hay alguien que parezca un ser diabólico ese es Leopoldo.

Se puede ser loco, pero Leopoldo no era un loco romántico ni Luis II de Baviera, sino un coñazo de loco, todo el rato pidiendo chirlas y turrón.

2 comentarios:

  1. Impresionante serie de entregas. Lo mejor que se ha publicado durante estos días sobre el genio desconcertante.

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