((Resumen de lo publicado: antes de la guerra civil, si eras surrealista, tenías dos opciones: irte a París o irte a Vallecas. Los que fueron a Vk demostraron que se podían hacer la vanguardia y el surrealismo aquí, en las afueras. Se trataba de poner en valor –que dicen ahora los chorras- aquel mundo cegador y pedregoso pero que conjugaba las formas esenciales del planeta. Arcilla, yeso, cuarzo y aire transfigurados por los morados y amarillos que viera también El Greco.))
Tras la guerra, Benjamín Palencia es uno de los que se queda. Alberto es ya un mito perdido en la URSS.
Un
día, en el Museo del Prado, Benjamín contacta con unos jóvenes pintores que
están viendo un Greco y vuelven a hacer el camino a Vallecas.
Estos
jóvenes pintores –Alvaro Delgado, Gregorio del Olmo, Francisco San José, Carlos
Pascual de Lara- formaban un grupo con
fuertes lazos, pues todos provenían de “la quinta del chupete”, las tropas de
chavales reclutadas por la república acabando ya la guerra.
Los
jóvenes siguen a Palencia, artista prestigioso, como al flautista de Hamelin.
Esa tarde entran en la iglesia del pueblo de Vallecas, donde el sacristán está
tocando el órgano y comienza una nueva andadura mística de la escuela de VK.
Palencia
vive con un tío suyo funcionario, hombre de posibles que le escribe los libros
de arte y que ruega a los jóvenes que “no hagan daño a Benjamín”.
Palencia:"Clown" |
El
cura de Vallecas les cede un casón viejo para que monten su estudio –casón por
el que habían pasado las brigadas internacionales y los moros. Palencia al
llegar a la casa decide exorcizarla, alza un gran crucifico y anatemiza a los
demonios, invocando a san Francisco de Asís ante el cachondeo de los lugareños
que les observan por las ventanas y la vergüenza de los jóvenes discípulos.
Días
después, ya restaurada la casa –pues más que pintar los de la nueva escuela
trabajaron duramente de albañiles- aparece un gañán que les exhorta de malos
modos a abandonar el sitio. Llama a la guardia civil y
La
escuela así tuvo varias sedes –almacenes, ermitas, una herrería. Limpiando, Alvaro
Delgado cogió el tifus. En estos trabajos y en charlas filosóficas se va el
tiempo más que en pintar. Tampoco hay pasta para materiales. Roban unos bancos
de la calle Velázquez para hacer muebles y caballetes.
Una
mañana en los muros de una ermita Alvaro
Delgado se encuentra pintados unos ángeles y el lema…
Los angeles les guardaran la
entrada de este recinto preserbando la pureza de este convivio
Palencia
le dice que lo ha pintado la Virgen. Pero esa falta de ortografía, ese preserbando con b de burro, convence a Delgado
de que es mentira. La virgen no puede tener faltas de ortografía.
Frío
y hambre. Benjamín Palencia se lleva sus bocadillos comprados en Lhardy y los
chavales comiendo patatas asadas que les dan los de Vallecas. Cuando llega el
calor se trasladan a la choza de un melonar, donde el dueño les regala melones
y sandías. Al atardecer, entre el vuelo de los vencejos, dibujan a los niños
del pueblo que les hacen corro.
Viendo
la arbitrariedad y despotismo de Benjamín Palencia, empiezan a abandonar el
barco. Sólo se mantendrá un fiel discípulo, Francisco San José, pero cuando
coge la hepatitis, Benjamín –aludiendo su gran sensibilidad hacia el dolor-
pasa de ir a verle al hospital, y ya… es mucho. Nunca segundas partes fueron
buenas.
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