Hay veces que la
literatura es más que la vida -por eso recurrimos a las novelas cuando nos
aburrimos-. Hay veces que la vida es más que la literatura -no valen libros
suficientes para paliar el dolor ni paramos en ellos cuando sentimos la
felicidad…
Este comentario
tan cursi vale para la versión cinematográfica de On the road. Kerouac partió de la vida cotidiana –la suya y la de sus amigos- para conseguir un texto altamente simbólico. Lo que hace el director Walter Salles es deshacer el nudo gordiano del libro e intentar cambiar la letra por la imagen, pero sin la química y alquimia de JK todo es rutinario, previsible, Kerouac y sus amigos unos chicos americanos bastante bobos. La carretera no huele a alquitrán, el jazz no huele a sudor, la benzedrina no deja resaca…
Algo se ha
perdido en el trasvase: la novela como metáfora del viaje - el viaje como
metáfora de la vida. Y esto, el origen proustiano del texto, se ve
especialmente en el recientemente publicado rollo
mecanografiado original -esto no lo digo por snobismo- una especie de non
fiction en la que los personajes aparecen con sus nombres verdaderos… Sal Paradise como Jack Kerouac y Dean
Moriarty como Neal Cassady –chapero duro y
violento en escenas recortadas de la primera edición de En el camino (también mola aquella
primera versión, leída durante tantos años, troceada en capítulos como un texto
“convencional”), pero que sí aparecen en el film.
Aquí hay
hermosos paisajes, anécdotas deslavazadas, la peli picotea en el libro desleyendo
la escritura contínua de Kerouac, la mirada intensa y la mano maestra que
cohesionan todo. Una ilustración, demasiado clásica, demasiado medida, aunque a
pesar de todo salgamos con buen sabor de boca, de aventura y libertad. Kerouac
es mucho Kerouac y algo de su magia ha
pasado a la película… Aunque es probable que una novela como En el camino –tan visualizable en la mente del lector-
resulte intraducible a imágenes filmadas.
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