Bajamos
a la presa del Grajal, a un lado de esa carreterita estrecha y preciosa entre
Hoyo y Colmenar, la presa está en una vaguada por donde pasa el río Manzanares…
El río baja verde esmeralda, cruzado por arco iris venenosos, arañado por la
sauceda
La
primera vez que recorrí este paisaje pelado y desértico el lugar me parecía
como de un chiste de Forges. Luego, algunos veranos, cuando apretaba el calor
en la urbe, Pablo y yo veníamos a bañarnos un poco más arriba de la presa y del
puente medieval, eso hasta un verano que salimos del agua, al ver flotar unos
corpúsculos sospechosos y era que aguas arriba recién habían abierto la cárcel
de Soto…
Luego
el río, que nace limpio en la Pedriza apenas unos kms arriba, se fue ensuciando
progresivamente. Pero el paseo era tranquilo, nunca se veía por allí un alma…
Ahora hay mucha peña urbanita, unas chicas como discotequeras, muy maquilladas,
una pandilla de chavales que como en una peli del neorrealismo se han traído
sillas y se sientan en la orilla, entre las sillas y entre las peñas, con sus
bebidas y sus petas… También aquí ha llegado la superpoblación, gente que debe
de venir de los barrios construidos en los últimos años en torno a Colmenar
Viejo (que había aguantado mucho como pueblo esencialmente ganadero, tan cerca
de Madrid)
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