viernes, 21 de septiembre de 2018

HORMONAS

Llega como siempre celérico y sé que en un rato le perderé de vista. Empieza a contar sus conquistas por internet, la continuación de ellas, pues no hablábamos desde junio y en estos meses de verano –“¡Han pasado muchas cosas!”- ha debido tirarse a por lo menos doce o trece.
Me las va enumerando y me suelta toda la lista como si fueran los personajes de una comedia madrileña. No sé ni cómo se acuerda, ni cómo le da, no ya la polla sino la cabeza, porque a veces atiende dos chats o tres a la vez. Todo ello espoleado por el viagra, del que ingiere grandes cantidades pues ya van siendo años y las hormonas no dan abasto…
Empezó más o menos cuando le dejó una novia más joven y desde entonces no ha habido semana que haya podido parar quieto. Los contactos los hace en las redes con muchos jaja y ji ji, y después se desplaza por barrios y ciudades dormitorio. Incluso en las nevadas de enero, con “riesgo máximo de alerta”, marchaba ávido hacia Cuenca una noche de entre semana, y yo me imaginaba la carretera vacía y bajo los copos un bólido corriendo desdibujado por la velocidad como un espermatozoide.
Ahora se queja de que ninguna ha querido seguir con él y de eso le queda una sensación de fracaso. Pero no tiene tiempo a paladearla, porque en cuanto una le deja va a por la siguiente “sin solución de continuidad”, como la mona que pasa de liana en liana sin tocar tierra... A todo esto, mientras hablamos, sigue chateando.
-Pero normal que no quieran, siempre estás en otra parte…
-No, no, ellas no tienen por qué saber nada.
-Qué te crees tú eso.
Uno, que siempre ha tenido que dar muchos palos de ciego, antes le contemplaba con cierta envidia. Pero, esto… Y le veo marchar, perdido en su maraña, y me quedo sentado fumando en una terraza, y pido otro café con hielos mientras zumba a los lados el paseo Extremadura.

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