yo
le acompañé hasta aquel muro blanco… era en el piso más alto, silencioso y
tranquilo como un limbo, y al llegar comprendí que desde aquella paz tan grande
no se podría volver fácilmente. Allí seguíamos hablando, igual que siempre,
pero ella ya desde el otro lado, hasta que se interrumpió la conversación.
La
otra tarde oí su voz y que al tiempo iba abriendo la puerta de la calle con la
llave, corrí a abrirla del todo y nos abrazamos. Lo primero que pensé: ¿pero
ahora…? Pero al sentir su calor tuve la sensación de que nada estaba perdido…
¿Esto es un sueño, verdad? alcancé a preguntar con voz susurrada, me dijo que
sí…, pero seguíamos en el sueño… Venía morena, un poco más pálida, el pelo más
liso como si estuviera llegando de la peluquería, los pantalones beises y creo
que una camiseta marrón sin mangas. ¿Estás bien? Entonces desperté del sueño.
Del
sueño me quedó la sensación de algo natural, inevitable. Pero enseguida el
mundo siguió como desde entonces, primero pasando muy deprisa, cada vez más
despacio luego, como las aspas de un ventilador que se ve tumbado desde la cama.
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