Viniendo
del norte el viento norte que soplaba entre los callejones de bravo murillo en
un Madrid gris y lluvioso me parecía que entraba directamente desde los
despeñaderos, las llanuras, los ríos que había visto en mi viaje... La calle
Bravo tiene algo siempre de romería, con raros personajes de paso como este
extraño peregrino. No sé por qué se me ocurrió entrar en esa iglesia
iglesia que es casi lo primero que vi de
Madrid cuando llegué con quince años en el taxi que nos llevaba a la nueva casa
desde la estación de autobús de Alenza –en realidad todo quedaba cerca- y al subir
el taxi por el scalextric de Cuatro Caminos (ya desaparecido) en la larga y
estrecha avenida insomne divisé a lo lejos en la noche la
torre y campanario sumida entre las casas
Creo
que alguna vez me había asomado sin entrar nunca, reconozco las vidrieras,
paredes asalmonadas, le saco unas fotos en plan turista, caigo en la cuenta de
que es viernes santo, me siento en un banquito intentando reflexionar, en vano,
intentando rezar como el cónsul de Bajo el volcán de Malcolm Lowry, tampoco se
me ocurre nada –me viene a la mente esta novela pues hay muchos niños sudamericanitos
con sus madres… y una curiosa mezcla de naif e hiperrealismo colonial en las
vidrieras que documentaré otro día. En la iglesia me reencontré con el extraño
peregrino de cruces con tachuelas como sacado de spaghetti western.
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