Otro que desaparece por la
escotilla: Leopoldo María Panero, un superviviente nato, o eso parecía. Había
sobrevivido a hermanos y novias, la última, Ana María Moix, por sólo unos días.
No somos nada, una generación sin reemplazo.
Recuerdo aquella lejana primavera
–LMP tenía entonces la misma edad que yo ahora, ¡glub!- en que desde Bilbao, íbamos
a verle al psiquiátrico de Mondragón, y desde allí a una especie de tour
guipuzcoano: a las fiestas de Bergara, a Eibar donde tenía su estudio el pintor
Fernando Beorlegui.
De aquello salió un reportaje muy guapo, “de interés humano”.
Algo se ha escrito sobre si la locura de Panero era de la verdadera o de la
voluntaria: pura y dura caradura. En aquellos años los divos cobraban por
entrevista, Leopoldo a su modo también se hacía valer. ¿Me pedís otra Coca Cola? Chester, dos paquetes. Mezclaba en su
conversación a Georgie Dann con T. S. Eliot. A Bilbao volvíamos con la cabeza
como un bombo.
Los Panero parecían tratar a la
muerte de tú a tú. No sé si es la muerte o la vida, el tiempo, quien los ha
vencido finalmente. Vaya frase me ha quedado, literaria y poética, "panérica" a su modo. A
ver si encuentro en “mis” memorias inéditas de Michi algún bonito fragmento
sobre su hermano Leopoldo. Qué mejor epitafio...
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