Salter- Imposible pasarle por alto, después de los elogios
cosechados en internet, desde Mumo a Savater. Burning the days (traducido como
Quemar los días ¿por qué el castellano es tan reacio al gerundio?) se divide en
dos partes: la primera, cuenta sus días de aviador y piloto de combate (second war world); la segunda: su época
de cineasta y de americano en París, Roma, California. Salter aún vive, cercano
a los noventa, y este año se va a publicar en España su octava y, por el
momento, última novela. No confundirle con un Top Gun, no confundirle con un
revistero: salen Polanski, Redford, Fellini, pero Salter es sobre todo un
narrador lírico. Su mayor mérito, dicen, el uso de la elipsis -callar más que
contar- quizás un tanto excesivo. Lacónico, mecánico, tanto que a ratos resulta
chulo, como el yanqui que escribe mascando chicle. Aún así un monstruo/maestro
de la metáfora.
Coetzee. Juventud. En esta segunda parte de su saga autobiogr, el
joven John Coetzee o su alter ego deja Ciudad del Cabo para llevar una vida
reclusa y solitaria en la oscura y húmeda GB ¿De qué se quejaba tanto? ¿Acaso no le bastaba con haberse follado a
medio Londres en sólo ciento cincuenta páginas? Estas frases son mías, pero
imitando el estilo indirecto libre de Coe, a base de interrogantes y más
interrogantes, a veces un tanto obvias. A pesar de lo cual logra arrastrar al lector al
swinging London. Así que no voy a machacar al nobel sudafricano
(entre otras cosas porque le dará igual, no creo que lea Los ojos abiertos).
Para mí su mayor virtud es la amenidad –menos frecuente de lo que parece
en los novelistas-, el que se lean sus libros echando hostias.
Redford con su colega Salter |
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