miércoles, 5 de marzo de 2014

TRES NARRADORES


  Ultimamente leo memorias, autobiografías noveladas, la narrativa del yo. Mejor que la cuadrícula de la trama, la libertad de la vida –el destino es inexorable, pero sólo una vez que ha pasado...




Salter- Imposible pasarle por alto, después de los elogios cosechados en internet, desde Mumo a Savater. Burning the days (traducido como Quemar los días ¿por qué el castellano es tan reacio al gerundio?) se divide en dos partes: la primera, cuenta sus días de aviador y piloto de combate (second war world); la segunda: su época de cineasta y de americano en París, Roma, California. Salter aún vive, cercano a los noventa, y este año se va a publicar en España su octava y, por el momento, última novela. No confundirle con un Top Gun, no confundirle con un revistero: salen Polanski, Redford, Fellini, pero Salter es sobre todo un narrador lírico. Su mayor mérito, dicen, el uso de la elipsis -callar más que contar- quizás un tanto excesivo. Lacónico, mecánico, tanto que a ratos resulta chulo, como el yanqui que escribe mascando chicle. Aún así un monstruo/maestro de la metáfora.
 

Coetzee. Juventud. En esta segunda parte de su saga autobiogr, el joven John Coetzee o su alter ego deja Ciudad del Cabo para llevar una vida reclusa y solitaria en la oscura y húmeda GB ¿De qué se quejaba tanto? ¿Acaso no le bastaba con haberse follado a medio Londres en sólo ciento cincuenta páginas? Estas frases son mías, pero imitando el estilo indirecto libre de Coe, a base de interrogantes y más interrogantes, a veces un tanto obvias. A pesar de lo cual logra arrastrar al lector al swinging London. Así que no voy a machacar al nobel sudafricano (entre otras cosas porque le dará igual, no creo que lea Los ojos abiertos). Para mí su mayor virtud es la amenidad –menos frecuente de lo que parece en los novelistas-, el que se lean sus libros echando hostias.
 
 


Bernhard. Desde que mi primo Ramón me recomendó a Bernhard, me he leído las cinco novelas autobiogrs –cuyos títulos puedo citar de memoria el origen el sótano el aliento el frío un niño. Ahora toca El sobrino de Wittgenstein que complementa el ciclo, dicen. Bernhard tiene gracia, sus retratos de la Viena de posguerra, donde todos son unos cabrones, donde todos son unos corruptos, menos él y su abuelo, el viejo escritor anarquista e inédito. Bernhard tiene fuerza. A ver qué se cuenta ahora.
 
Redford con su colega Salter
 

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