Qué fachada tenía Unamuno, qué
presencia. Hasta en esta foto, que de algún modo anticipaba su final (foto que
ahora veo al correr del metro, en los andenes, anunciando una exposición de
algo). Unamuno recluido en su frío cuarto de Salamanca, vigilado por jóvenes falangistas
admiradores, en el invierno del golpe
de estado.
Son los últimos días del escritor,
después del famoso enfrentamiento con Millán Astray. “Viva la muerte, muera la
inteligencia”. “Venceréis… pero no convenceréis”. Etc, etc. Bla bla bla.
Después, ya se sabe, el final, la tarde de Nochevieja del 36, el cadáver
sentado en la mesa camilla, las zapatillas chamuscadas por el fuego del
brasero.
Tenía que haberse pirado a
tiempo. Ni literatura, ni filosofía, ni hostias. Y además, nunca
entendí cómo, siendo de Bilbao, Unamuno terminara considerándose de Salamanca,
por mucho rectorado que le dieran. El viejo Una escribió los mejores y más
sentidos libros sobre BI: Paz en la guerra, Recuerdos de niñez y mocedad, De mi
país…
Ahora en Bilbao celebran el 150
aniversario de su nacimiento. Aunque, flaco favor le hicieron los del
ayuntamiento, poniéndole la cabecita en la picota… ¿Es que Unamuno se va a
poner de moda? No lo creo, no parece, a pesar de su rollo estético, a pesar de
que la vieja lechuza muriera con la misma edad que tiene hoy, por ejemplo, Mick
Jagger. Algunos libros escolares de Unamuno –Del sentimiento trágico de la
vida- provocan intensos dolores de cabeza. Y sin embargo, aparte de su comedura
de tarro, algo queda del look Unamuno, chulería que anticipa y mejora la de
muchos escritores mediáticos…
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