domingo, 27 de enero de 2019

TIRSO


Avanza la plaza en la noche, entre las casas que se caen y las casas que construyen. Entre el pasado de arena y los urinarios de posguerra, ahora con kioskos de flores y hermoseada por un punto parisino –veladores, estufas y el bar de Toulouse-Lautrec.

 
Ahí está en la noche de los tiempos. Vigilados por la estatua de ese fraile literato que la nombra, se renuevan los carrilanos -achiquerados y a la vez libertos, aunque sin € para coger un cunda. También Valle Inclán vivió aquí, cuando se llamaba Progreso, pero él  hacía la vista gorda. Alerta la plaza en sus antorchas, olvidadiza y presente, sumergida y emergente… 


Al entrar la primavera por sorpresa, zarpa la plaza como un barco entre autobuses, sin tocar la sirena, sin darnos casi tiempo a bajar. Mejor hacerlo de un salto, pues siempre fue punto de partida a los infiernos. También algunas madrugadas de verano, cuando los carteristas de tijera, cuando la brisa despliega todas sus velas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario