Viene
el chaval sobre las once de la mañana. Tiene un acento guipuzcoano cerrado
que me ha costado pillarle, con esas erres que son ges que tiran para Francia,
o para Iparralde, lo mismo me da. A mí me debe de ver como un freak, con la
casa llena de libros y de discos, aunque sé que también le gusta la música y
leer. Ha venido de un pueblo del Goierri a Madrid para hacer…¡dos carreras!, y
con tiempo de aprender inglés y enseñar euskera, y seguro que con la misma
voluntad de arrasar Madrid que tenía a su edad uno mismo, 18. (El atuendo no es
muy distinto del de entonces, el pendiente, la parka, las botas Martyns o
similares). Yo ya conocí alguna de esa gente de las dos carreras, que acabaron
como la del galgo, en un desastre profesional y vital. Aunque no me da que vaya
a ser su caso… Parece un chaval callado, con cierta intuición y sabiduría de
las cosas –cualidades bastante comunes a sus años, que, contra lo que se piensa,
suelen diluirse al llegar la edad adulta…
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