Ya
veo que no voy a dormirme y me levanto de la cama, pero no con la idea de poner
el ordenador o ver la tele, otra vez no... Esta época de pantallas, que “nos
acerca el mundo” no ha hecho sino alejarnos de él, o sea de nosotros mismos. En
la oscuridad me quedo fumando, aunque sin ningún dramatismo. Miro la noche por
la ventana. Me gustaría salir a la calle, pero tiene que hacer un frío… Iría
con la bici como una vez hace tiempo atravesando la ciudad dormida hasta los
soportales de la Plaza Mayor, y allí tomaría en un bar que abría de madrugada
café con churros. Ya no está esa ciudad, los barrios donde vivimos, la calle estrecha
por la que volvíamos bajo los plátanos, neones en la lluvia y a ratos un sol de ladrillo en la terraza- todo eso ha quedado atrás y esto ya no hay quien lo pare…
(Ahora quizá sea lo mismo: aquí abajo zumban
las ambulancias, un borracho pasa cantando... Pero, de tanto mirar el
paisaje, este ha terminado por esfumarse…)
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