Ahí sale el hijo del viento, al final
tanto que hablaba se ha dejado pinchar el primero, sin decir ni pamplona.
Entramos tras él portando los botes de orina, nos llaman por orden alfabético.
Esta vez resulta que no hay que entregar
el bote de farmacia, sino cambiarla a unos tubitos que proporcionan, la gente
ha ido al wc para tal menester, pero a mí me pilla por sorpresa, y también a
una chica nueva, veinteañera, con rastas. Hacemos el trasvase allí mismo en un
rincón de la enfermería, y ya vamos a pincharnos, restregándonos la mano de
meados en el pantalón.
Me han dado la hora para los
electros, agudeza visual, auditiva etc, para la una de la tarde. Pero no me
quejo porque Sabi y Emilio la tienen para las tres. Comienza la larga jornada
en esa zona inhóspita de las Rozas, a pleno sol, entre carreteras
circunvalaciones gasolineras centros comerciales –un parque tecnológico del
horror. E y yo escapamos en un momento a unos pinares donde se arrastra la
oruga procesionaria. El día es de verano, es de junio, ya podían poner en el
parque de bomberos una piscina descubierta… Luego compro un pantalón en un
outlet y a la vuelta me encuentro con Sabino.
-Pero
Asis, te has comprado unos pantalones de señor mayor
-pues
lo que soy yo ya
-pero
si el año pasado o el otro fue cuando te compraste ahí en el lidl unas
camisetas de los rollingstones
-ya,
pero eso era antes… Además, sólo me han costado diez euros
S viene fresco porque ha tenido el
buen sentido de coger el coche e irse a comer a su casa y a echar la siesta. S socializa y habla con todo el mundo como
siempre; como siempre le digo que me gustaría ser como él, y él al revés, que
lo mejor es mantener el perfil bajo como hago yo. Al final, el resultado es el
mismo, ambos dos acabamos agotados y todos, todo el mundo acaba igual, al final
sin fuerzas ni para criticar a los compañeros que se ausentan un momento, que
van al centro comercial a tomarse un café, buscando la sombra de las casetas,
hablando del cambio climático y del clima desértico y “del futuro que en ese
sentido espera a España… bueno, a la península”, dice JC (también llamado Napoleón), no sé bien si por precisiones
geográficas o políticas…
* * * * * * *
Estamos apoyados en unas vallas del
parque infantil. Más allá de los columpios aparece, renqueando, X, uno de los
compañeros lesionados. Aunque tiene
el pelo muy corto, lleva una cinta como con dibujos peruanos en la cabeza.
-¿Pero qué te pasa, si tú nunca has
andado así?
A modo de respuesta X se echa la mano
a los huevos, lo que provoca la huida de una joven y guapísima madre con
vestido rojo, quien torciendo el morro saca al niño de los columpios.
* * * * *
Son curiosos estos míedicos (me ha
salido así y dejo la errata) y el lema que impera en sus rulotes, “La salud de
uno en uno”, ya podía ser de tres en tres y acabaríamos mucho antes (ya son las
dos pasadas). Además, en cierto sentido, son los antimédicos, pues si con un facultativo normal uno se sincera sabiendo que puede ayudarle, aquí es al
revés. Cuantos más datos des más perjudicado puedes salir. ¿Te duele algo? No,
¿Cervicales? No, ¿Muchas horas al ordenador, vista cansada? No, no… (Eso suena
a que tengan datos míos. Debe ser que en algún otro reconocimiento me han
pillado bajo y les he contado mi vida). ¿Bebes, fumas? Nada, dos o tres de vez
en cuando. ¿Duermes bien?, ¿te drogas? Mmm ¿La espalda, seguro? ¿Duermes? ¿Te
lavas los dientes todos los días? Mmm mmm.
Luego empieza la tía a tocarte la
tripa que es una risa. ¿Ah, tienes cosquillas? Mejor, eso es que estás vivo. Y
luego a darte con un martillito por ver de hacer reaccionar los reflejos. ¿Te
molesta?, ¿te molesta?, ¿te molesta? Dan ganas de quitárselo y devolverle los
toquecitos, o directamente meterle el dedo en el ojo. ¿Y esto, te molesta?
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