Cuando
llego al parque de bomberos, a los barracones donde se hará el reconocimiento
médico, me encuentro a los compañeros apelotonados, frente a una de las
casetas. Desde la puerta un tío con barbas y gafas habla como desde un púlpito.
“Será mejor que nos organicemos, si no nos pueden dar las seis de la tarde” (son
las ocho de la mañana) “si va todo bien acabáremos sobre las tres o tres y
media”. Le digo al tío: “Pero ¿por qué?, otros años nunca hemos acabado tan tarde”.
Lo he dicho al aire, y el de las barbas se desconcierta un momento… Mientras
algunos me explican que se trata de una empresa médica nueva, con menos
personal y bla bla bla, diviso detrás del barbas a F, la técnica de la
Comunidad de Madrid, que me clava una mirada asesina, y opto por callarme.
Justo
en ese momento vemos acercarse al Hijo del Viento. Ha envejecido bastante de un
año a otro, como si le hubiera llegado su hora, ha engordado, y con las melenas negras de
indio y una barba blanca como de Odín, más bien parece el Padre del Hijo del Viento. (Si esto fuera una serie, una saga mitológica, habría pasado a ser un
secundario en esta temporada, siendo ahora los hijos los protagonistas, los
verdaderos hijos del viento –caso de que este elenco se renovara, pero eso parece que no…) Por suerte para mí, desvía la atención, pasando por delante del de
las barbas y de la técnico se cuela en la caseta donde esperan las practicantes
para pincharnos para la analítica, y empieza a montar un pollo, que esto no
puede ser, no pienso dejarme pinchar, llamar al encargado, quiero hablar con el
encargado… La técnico y el de las barbas le dan por imposible, pero ya ha logrado
poner de los nervios a las practicantas, tensionarlas
para que practiquen con nosotros la subsiguiente escabechina.
Esto merece una continuación... has abierto muchos hilos ;)
ResponderEliminarefectivamente...continuará ¡un abrazo!
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