Viendo
el otro día en la tele La semana del asesino, una de las primeras pelis de Eloy
de la Iglesia, tardo en identificar los inmensos desmontes donde rueda el
director zarauztarra.
Al
final reconozco aquel cinturón de tierra y baldíos que rodeaba el norte de
Madrid hasta que se construyó el horrendo Sanchinarro. Lo que sale en la
película es la zona más próxima a la carretera de Burgos…
Aquello
quedaba muy lejos de todo. Tardé unos años en dar con aquellas zonas limítrofes
y lo hice un poco por casualidad.
Esto
era en el verano del 2000. Iba con la bici por los descampados de Fuencarral,
cuando me llamó la atención un inmenso y oscuro túnel que se abría en un muro
de las vías de tren. Era ancho y alto –suficiente para permitir el paso a algún
camión o autobús-, pero oscurísimo. Muy al fondo se veía la luz.
Guiado
por aquel resplandor empecé a pedalear. Aquello era más largo de lo que
pensaba. El firme era asfaltado, pero acojonaba bastante que hubiera algún
socavón o algo. El túnel si no tenía un kilómetro poco le faltaba. Cruzaba las
vías de Chamartín y la carretera de Burgos.
Salí
deslumbrado a la luz. Había un barrio de rascacielos (de la época del
desarrollismo) en medio de la nada y se extendían los eriales –choperas, un
arroyo, molinos de viento. Kilómetros vacíos, tomados por el escombro y las
amapolas.
Había
paredones a derrumbar, y aún una callecita con chabolas de donde salían palmas
y cánticos de un culto evangelista y un caño de una fuente manaba a ras de
tierra con fuerza, abierto a toda presión.
Por
allí todavía quedaban granjas con cochiquera, alguna cruz de piedra de algún
convento. Curas y monjas ocupando las afueras siempre han guardado boletos
anticipados para la especulación.
Había extrañas presas y azudes –con olor a nitratos- que en el calor del verano me recordaban las de Chinatown.
Al
norte aquello limitaba con el exclusivo barrio de La Moraleja. Pero hacia el
este kilómetros y kilómetros de solares rodeaban todavía Madrid. Llegando a la
zona de Hortaleza se veían rebaños de ovejas y barrios como el de Las Cárcavas,
barrio de chatarreros -con los somieres y las vallas metálicas muy ordenaditos,
amontonados en una perfección geométrica
en el aire cristalino contra los aviones que cruzaban el cielo.
Hacía
mucho calor.
Al
acercarse a Barajas un barrio de chalecitos en una hondonada más fresca como
con un microclima propio.
Madrid
respiraba un poco por ahí antes de llegar a la sierra. Luego, después de aquel
verano o del siguiente, una vez que volvía desde Bilbao me encontré aquel
paisaje sembrado de gruas. Construyeron barrios y barrios que deben estar medio
vacíos.
Luego
la tía Espe hizo un hospital de los suyos, de los de gestión privada y personal
público, o algo así. Una cosa muy rara. Imagino que sigue ahí muerto de risa. Creíamos
que el siglo XXI iba a traer la realidad virtual, pero lo que trajo fueron más
tensiones y apreturas.
Todavía
quieren joderlo más todo, con la Operación Chamartín. Y ya han firmado para empezar.
A ver qué pasa el domingo, pero lo veo difícil.
(¿Y de la película? Fascinante pero desagradable cuento siniestro, respiré cuando terminaba, muy kitsch, muy Condado, con unas juveniles Emma Cohen, Lola Herrera, Vicente Parra y el desaprovechado Eusebio Poncela. Otro día toca hablar del cine de Eloy de la Iglesia.)
www.buscandocurro.es/?p=243
asislazcano.blogspot.com/2011/04/las-ermitas-de-fuencarral.html
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