Raro
raro el barrio, a veces he soñado en él una existencia feliz e hipotética.
Volviendo de noche con la brisa para encontrar sus calles tiradas a cordel sin
gente ni coches –un gato cruzando como una serpentina. los jardines, los patios...
Nombran
sus calles Chindasvinto, Rencesvinto y otros caudillos visigóticos. Frantxu lo
mandó construir, o el fascistón de turno, como una colonia sindical… Con la
democracia entró la droga a saco (en la cantina de la calle Gorrión el
tabernero partía el costo con cuchillo y tabla de cocina), y muchos años
después, lo ha repoblado alguna gente guay del diseño y el artisteo…
Mantiene
su misterio en el silencio del anochecer, cerca pero lejos de la ciudad, antes
de que en unos días estalle la fanfarria y los cóetes en el fronterizo Parque San Isidro.
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