Cuando
llegaron las plagas de cortapichas a Cenicientos pedí que me trasladaran a
Cadalso –peña visible desde la de Ceni- y enseguida me arrepentí de mi error/solicitud. No sólo porque
enseguida desaparecieron las nubes de insectos ((si bien un centenar de ellos
se metieron en una bolsa de deportes, (yo creo que aquellos bichacos advertían
que había llegado el fin de su ciclo
vital y querían reagruparse o algo, con vistas a una nueva invasión, o
aguardando épocas más felices -no bastó con desinsectarla, la bolsa, hubo que
pisotear a cada uno de los resistentes especímenes.
Desde
Cenicientos se ve la peña de Cadalso como en línea pero no creo que llegue a
los mil de altura y hacía un calor terrible, no corría la brisa como aquí (1252
m)… Jota me llevó allí y al principio me gustó mucho, porque la caseta está
arrimada a una muralla árabe (ahora creo que más antigua, quizá de los vatones)
y me pareció muy literario, pero enseguida me cagué en romanos, árabes y
vatones –originarios pobladores de esos riscos que desgajados de la cordillera
de Gredos avanzan en la llanura amarilla y turbia de la Mancha.
El
puesto/caseta no tiene mucho sentido, pues en vez de haberlo hecho en un alto
de la muralla, está orientado al sur, a la provincia de Toledo, hacia Escalona
y esos pueblos del Lazarillo de Tormes, imaginados sobre todo porque con la
calima no se veía un carajo… Además a los pies del puesto había ido creciendo
una gran encina, por lo que sólo podía verse algo hacia los lados. Eso y que la
insolación era tan brutal que temblaban las lejanías, y para salir a mear había
que ponerse crema protectora.
En
Cadalso me acordé de aquel chico que conocí al entrar en las torres. Era de
Madrid pero vivía en Cadalso de los Vidrios. Como no conducía estaba condenado a aquella torre. Odiaba el
trabajo (le entendí bien con los dos días que estuve). Durante años lo dejó,
desapareció, pero volvió un día diciendo que necesitaba pasta porque le habían
estafado en lo de los sellos de Correos…
El
camino hasta arriba sale de unas canteras y hay que subir media hora casi. Va
entre pinos, es bonito hasta que empieza a calentar. X, otro vigilante que es
de la zona, está mosqueado porque han nivelado con piedrilla parte de la senda y
ya no encuentra las piezas arqueológicas que afloraban –un broche de un vestido
romano, vasijas y cuchillos de los vatones famosos-. Dicen que siempre salía con algo,
claro que para fijarse hay que saber de esas cosas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario