Había
un mariquita rubio y tranquilo en aquella playa desierta de Almuñecar al que
llamábamos Ripley (dicho con acento andaluz). Pero luego la playa, que era
nudista, pasó a ser exhibicionista y así no molaba. Ripley también se había
ido.
Ahora
vuelvo a leer las novelas de Tom Ripley. Había dejado la “saga” porque ya “me la
sabía” de las películas. Pero el Ripley de papel, el de Patricia Highsmith,
mola más si cabe.
Ripley
en el cine había sido Matt Damon –no sé por qué pensaba en Leonardo Di Caprio,
quizá porque Matt Damon tiene cara de bueno, y De Caprio es más mentiroso…
También fue Alain Delon, con una mezcla de fragilidad y frialdad. Y Dennis
Hopper, con su cara de membrillo. Y, buenísimo, John Malkovich.
Todos
lo hacen muy bien, porque el personaje es poderoso y se impone, o quizá porque
cualquiera podríamos ser Ripley. Veo que en internet lo definen como sociópata.
Pero Ripley es si acaso un neurótico. Discreto, educado, incluso a veces
amistoso… sabe ponerse en el papel de los demás, tiene que hacerlo para salir
bien librado. Ripley es en realidad su creadora Patricia Highsmith, y tal vez
la fuerza de estas novelas venga de que la PH podría ser (haber sido, por eso lo escribo con tranquilidad) una asesina en
potencia…
O
al menos, que se pone en modo killer. Y tb nosotros que disfrutamos esperando
el momento del golpe, siempre de parte de Ripley. Porque parece que Ripley no
quería, pero, se complican las cosas, y es que no había otra salida (así convence
PH, desprendida de todo artificio). Y luego las maquinaciones: los pequeños
detalles, las verdades a medias, el librarse por los pelos. Ripley siempre va a
lo suyo.
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