He bajado unos días a Madrid, para el cine y el Rastro y
esas cosas, pero sobre todo por ir a casa de algunos colegas que tienen
piscina. No es por presumir de amigos ricos, sino de amigos a secas (nunca peor
dicho). Además, con lo que es esto en verano, tener piscina en Madrid no es un
lujo, es un artículo de primera necesidad. Ya me gustaría a mí poder ir hasta
casa, nadando, atravesando piscinas, como Burt Lancaster en El nadador.
Lo demás calor y ruido, menos gente pero también gente. En general cada vez más,
y más coches, más casas, más chinos, más turismo, más aire acondicionado… el
calor cada vez más caliente. Pero he callejeado por los veranos vacíos de hace
mucho, y al pasar por la plaza de la Cruz Verde recuerdo un año que vimos un
tío llevando a beber a dos ponis en la fuente… ¿De dónde salían esos
caballitos, por dónde habían entrado a la ciudad? Tal vez del Campo del Moro, o de los pesebres sombríos de un palacete del Madrid de los Austrias... Y ahí fue también, en ese pilón mismo, donde me
tiraron a traición al agua Iñarrón y Pablo. Pero qué fresquita estaba…
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