Dice
con jactancia que tiene “una cita”*, pero interiormente está corroído. Ni
tampoco sabe qué actitud tomar. Piensa que lo mejor será acudir sin expectativa,
total, no sabe lo que va a pasar, sin proyecto, sin siquiera hacerse una idea
de nada… Lo que pasa es que su cabeza, su pasada cabeza, empieza a arrancar por
su cuenta, irrigando, bombeando la sangre el cerebro por todo el sistema nervioso. Y trata
de conciliar una mezcla de actitudes la serenidad del monje la curiosidad del
animal que deja que se le acerquen la indiferencia aparente de quien pasaba por
allí la asertividad del que se ofrece y la flexibilidad del que está dispuesto
a saltar, nadar o guardar la ropa, complicado le resulta lo de ser uno mismo
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