lunes, 25 de febrero de 2013

LA CARTA A FAULKNER


Estimado William Faulkner:

Le escribo interesado en conocer el acceso preciso al condado de Yoknapathawpha…

El caso es que estuve en Memphis y vi cosas muy parecidas, pero no era lo mismo, y los lugareños torcían el gesto y me daban indicaciones vagas, imprecisas, socarronas…

Ahora que recuerdo creo haberlo visitado, Yoknapathawpa, o como se diga, en sueños. O no exactamente, fue después de despertarme de una siesta: un crepúsculo interminable, el calor emanando de la tierra, al otro lado de la ventana el canto de un pájaro, en un lugar impreciso, ilocalizable, pero que me iba conduciendo hacia allí.

 

La plaza de Jefferson, el reloj del juzgado, la cárcel…

En una oficina dos viejos inmóviles como estatuas, como muñecos de cera, y sin embargo el aroma de un cigarro puro, el cigarro consumiéndose aún cuando yo entro. Y salgo, y tengo la impresión de que tras mi marcha se pondrán de nuevo los dos viejos en movimiento como si les hubieran dado cuerda…

Las calles laterales están vacías, música de pianos… atrás dejo el pueblo, cabañas de negros, un grupo de ellos atizándole al whisky bajo una higuera…

Más allá, mansiones con las paredes de tablas…
 


 
Creo haber visto una figura solitaria a caballo pero que se desdibuja y se pierde en el horizonte

Está anocheciendo, las nubes sangrientas...

Ahora vuelve a cantar el pájaro, como afónico, como a pitidos, conduciéndome –los árboles recortados contra el crepúsculo, un olor a limo, la tierra más fría- hacia los pantanos y hacia las ciénagas…

Entonces me acojono y desando el camino, a ver si va a ser un viaje astral y yo también me quedo en Yoknapathawpa para siempre.

 
 
PostData:
Por cierto, aquí en España tenemos un escritor que dice que le mandó una carta y un libro pero que usted no le contestó nunca. Hizo bien, porque es un plomo y un petardo. Se llama Juan Benet, y si le ve usted por el cielo de los escritores, le reconoce seguro. Se parece mucho a usted en lo físico -el flequillo, las canas, un bigotillo…- pero en lo de escribir, como un huevo a una castaña. Dele usted una toñeja de mi parte.


 

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