lunes, 30 de enero de 2012

HOMENAJE A DICKENS



El legado principal de Dickens no es esa narratividad que, según los posmodernos, le entroncaría tanto con Faulkner y con Kafka como con The wire y otras series de telefilmes, sino la elevación a héroe del niño expósito –David Copperfield, Oliver Twist, el Pip de Grandes esperanzas-, contrafiguras del propio autor con las que es difícil no identificarse… No importa demasiado, ni le quita grandeza, que en un momento determinado irrumpan en sus obras el azar y la providencia, desenlaces artificiales, elementos más épicos que novelescos, para dar la vuelta a un orden injusto y restituir al niño de manos manchadas de betún a un mundo feliz, convertido de pronto el pequeño vagabundo que corre para salvar su vida en heredero de una gran fortuna, según irrefutables pruebas documentales o genéticas…



   

miércoles, 25 de enero de 2012

LECTURAS DEL CHE


Como yonki de libros (pero con otras palabras) viene a definir también Ricardo Piglia al Che Guevara. “Mis dos debilidades fundamentales: el tabaco y la lectura” Che dixit.
Piglia recuerda a un Che que aprovecha las treguas de la guerrilla para subirse a leer a un árbol.




El Che es consciente de la oposición y la contradicción  entre lectura y acción, entre vida y literatura. Consciente de que la literatura le aísla de los demás, le impide contactar con ellos (envidia esta facilidad en Fidel Castro) y de que leer y escribir exigen una vida sedentaria y acumulativa, frente a la movilidad continua y el despojamiento de la guerrilla…Así y todo, cuando es capturado en Bolivia, el Che Guevara arrastra consigo un portafolios con libros y cuadernos, que no haría sino dificultarle la marcha.

 

Che Guevara, que ha sacado de los libros (Quijote y otros modelos éticos) su proyecto revolucionario, incluso en los momentos en que está próxima la muerte recurre a modelos literarios. “Situaciones de lectura extrema”, las llama Piglia.

“Inmediatamente me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en el que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista apoyado en el tronco de un árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte, por congelación, en las zonas heladas de Alaska. Es la única imagen que recuerdo”.


lunes, 23 de enero de 2012

MARTIN VIGIL

Ha muerto el cura/novelista Martín Vigil. En realidad murió hace casi un año, pero es ahora que Luis Antonio de Villena, rescatador y necrólogo de personajes fantasmáticos,  saca un obituario del cura/escritor (en este caso la barra es una disyuntiva pues MV dejó de ser una cosa para ser la otra, le exclaustraron o como se diga).

Entre las novedades del rastro Betel descubro una vieja novela de Martín Vigil, Una chabola en Bilbao… novela que permanece olvidada y por la que no tengo que darme de hostias como con otras primicias editoriales. Es que Vigil vendió en sus mejores momentos, años 60, millones de ejemplares, y todavía das una patada a una piedra y salen de debajo chabolas y Sexta galería y La vida sale al encuentro, Los curas rojos, Un sexo llamado débil, El rollo de mis padres…


A raíz del artículo de Villena buceo por las necrológicas y recordatorios de Martín Vigil en Internet, aunque no me queda finalmente muy claro si a Vigil le echaron de cura por ser escritor famoso y librepensador o por rojo o por homosexual (pero esto último no me pega).

Da igual. Martín Vigil tiene todas mis simpatías, a pesar de que, después de la chabola en Bilbao, no me quedaran ganas de leerle para los restos. Vigil iba de un rollo interior y agónico, la corriente de conciencia de raiz joyceana queriendo escarbar en un mundo que anticipaba a Eloy de la Iglesia.


sábado, 21 de enero de 2012

YONKIS DE LIBROS


Cómo no recordar, al visitar el rastro Betel de la calle ***, aquel sketch de José Mota, “Enganchados a los libros”. Amparados en la oscuridad los adictos iban a pillar libros mientras se quejaban los vecinos del barrio: “Lo dejan todo perdido de hojas… Encima, hay un silencio inquietante…”. Y los adictos: “Pues sí, yo empecé con Los Cinco y Los tres investigadores y ahora ya, de todo, lo que sea, existencialismo, poesía…”
Estos del Rastro Evangélico Betel venden muebles, ropa, libros y lo que se tercie. Hasta hace bien poco el negocio lo hacían con los muebles y la ropa, mientras los libros –a dos tomos por un euro- aguantaban semanas y meses enteros muchas veces…
La cosa ha cambiado esta navidad, cuando llegó la biblioteca entera de un psicoanalista, según unas versiones, o profesor de filosofía, según otras. Después de morirse el hombre, los hijos cedieron la biblioteca a los evangélicos, comerciantes por la gracia de Dios y por la gracia del euro…
Al conjuro de aquella biblioteca vimos aparecer a anticuarios/almacenistas que llegaban con grandes sacos en los que vaciaban cajas enteras de libros, a mogollón, sin mirar casi el género que adquirían.
Empezó a pulular una fauna extraña que avanzaba a codazos entre los montones de libros, siempre con la aquiescencia y la chanza de los evangélicos. “Tranquilos, tranquilos, que ahora llegan los incunables…”
Cada uno va haciendo su montón de libros y hay quien aprovecha un descuido del otro para quitarle alguno de los libros o hacerle el cambiazo, dejando en su lugar ejemplares sin interés. Lo mismo se encuentran novelas de Sven Hassel, que la traducción de Las 1001 noches por Cansinos Assens, que está a quinientos pavos en Internet. Lo mismo Agatha Christie que los cuatro tochos de la “Estética” de Lukacs.
Los de Betel, que son muy listos, a fin de fidelizar a la clientela van racionando las cajas con libros, abriéndolas progresivamente, con lo que han conseguido una concurrencia ansiosa que aparece por allí un día sí y al otro también. “Bueno, ¿abrís otra caja o qué?” “No, ahora ya es tarde, mañana…”
Otras veces propagan bulos, como “El jueves van a salir dos mil libros más”, y llega uno el jueves y nada. “Sí, bueno, ya irán saliendo, igual que siempre…”
Se van creando amistades –pero nunca del todo- y también odios y desconfianzas.
Hay cierto instinto envidioso entre los yonkis de los libros, que escrutan con desconfianza el montón que ha formado el vecino y siempre lo juzgan mejor o más interesante que el propio.
A veces he tenido miedo de estos locos de los libros y he sentido cierto asco en husmear entre las bibliotecas de los muertos. He pensado con pavor que podría convertirme en uno de estos zombies y que lo mejor sería no volver por allí, pero una y otra vez vuelvo a caer yo también en la trampa. Finalmente he hablado con algunos de estos locos a los que escucho historias espeluznantes…
Hay auténticas patologías como la de una cuarentona, tampoco de mal ver, que dice: “Mis padres tienen un problema conmigo, no saben cómo echarme de la casa, con el tema de los libros, yo es que tengo el síndrome de Diógenes”, o el de un hippy melenudo de Barcelona que viene a Madrid a ver a la novia y de paso llenarle la casa con los libros de Betel. “A ver cómo me llevo yo todo esto ahora a Barcelona”.
Ahora todos estamos cayendo en esa debacle de los libros. X, un amigo del barrio, que antes se reía de mi adicción, ha acabado también enganchándose y se ha convertido en otro competidor. El otro día había salido yo del Betel para ir al cajero y al volver encuentro a X que sale con un gesto triunfal y sádico y un montón de albumes de Tintín y Asterix bajo el brazo, último expurgo de los Betel.