domingo, 28 de febrero de 2021

LE CARRE

no se sabe si se ha muerto por el virus o de viejo no más –un clásico en vida que desaparece, y cada vez quedan menos –borradas las personalidades por twitter y facebook, expuestas día a día sin que pueda cristalizar el mito. Le Carré, que ya en los 80 aparecía en las colecciones de clásicos de Bruguera, espía y autor de novelas de espías, de trama complicadísima. Le Carré, sólo nominalmente es un best seller, en realidad un escritor elusivo, de la estirpe de Conrad, creador de héroes pasivos –el británico Smiley y su contrafigura el soviético Karla- alrededor de los cuales los personajes secundarios (agentes dobles, y triples si se tercia) van tejiendo el puzle de la guerra fría. Libros como El topo que hay que leer todos seguidos para no perder el hilo del carrete de Lecarré.


viernes, 19 de febrero de 2021

LA ESCUELA DE VALLECAS 2. DESPUES DE LA GUERRA



 

((Resumen de lo publicado: antes de la guerra civil, si eras surrealista, tenías dos opciones: irte a París o irte a Vallecas. Los que fueron a Vk demostraron que se podían hacer la vanguardia y el surrealismo aquí, en las afueras. Se trataba de poner en valor –que dicen ahora los chorras- aquel mundo cegador y pedregoso pero que conjugaba las formas esenciales del planeta.   Arcilla, yeso, cuarzo y aire transfigurados por los morados y amarillos que viera también El Greco.))


Tras la guerra, Benjamín Palencia es uno de los que se queda. Alberto es ya un mito perdido en la URSS.

Un día, en el Museo del Prado, Benjamín contacta con unos jóvenes pintores que están viendo un Greco y vuelven a hacer el camino a Vallecas.


Estos jóvenes pintores –Alvaro Delgado, Gregorio del Olmo, Francisco San José, Carlos Pascual de Lara-  formaban un grupo con fuertes lazos, pues todos provenían de “la quinta del chupete”, las tropas de chavales reclutadas por la república acabando ya la guerra.

Los jóvenes siguen a Palencia, artista prestigioso, como al flautista de Hamelin. Esa tarde entran en la iglesia del pueblo de Vallecas, donde el sacristán está tocando el órgano y comienza una nueva andadura mística de la escuela de VK. 




Palencia sin embargo oculta la vieja generación y la vieja experiencia –no les habla ni de Alberto ni de Alberti, y mucho menos de Lorca (amistad que desvela de pasada un tabernero del barrio: oye, qué fue de aquel que venía... sí hombre, el mariquita aquel, el de Granada). Palencia se calla por lo que pueda pasar.

Palencia vive con un tío suyo funcionario, hombre de posibles que le escribe los libros de arte y que ruega a los jóvenes que “no hagan daño a Benjamín”.

Palencia:"Clown"


El cura de Vallecas les cede un casón viejo para que monten su estudio –casón por el que habían pasado las brigadas internacionales y los moros. Palencia al llegar a la casa decide exorcizarla, alza un gran crucifico y anatemiza a los demonios, invocando a san Francisco de Asís ante el cachondeo de los lugareños que les observan por las ventanas y la vergüenza de los jóvenes discípulos.

Días después, ya restaurada la casa –pues más que pintar los de la nueva escuela trabajaron duramente de albañiles- aparece un gañán que les exhorta de malos modos a abandonar el sitio. Llama a la guardia civil y






La escuela así tuvo varias sedes –almacenes, ermitas, una herrería. Limpiando, Alvaro Delgado cogió el tifus. En estos trabajos y en charlas filosóficas se va el tiempo más que en pintar. Tampoco hay pasta para materiales. Roban unos bancos de la calle Velázquez para hacer muebles y caballetes.

Una mañana en los muros de  una ermita Alvaro Delgado se encuentra pintados unos ángeles y el lema…

Los angeles les guardaran la entrada de este recinto preserbando la pureza de este convivio



Palencia le dice que lo ha pintado la Virgen. Pero esa falta de ortografía, ese preserbando con b de burro, convence a Delgado de que es mentira. La virgen no puede tener faltas de ortografía. 


Frío y hambre. Benjamín Palencia se lleva sus bocadillos comprados en Lhardy y los chavales comiendo patatas asadas que les dan los de Vallecas. Cuando llega el calor se trasladan a la choza de un melonar, donde el dueño les regala melones y sandías. Al atardecer, entre el vuelo de los vencejos, dibujan a los niños del pueblo que les hacen corro.


Viendo la arbitrariedad y despotismo de Benjamín Palencia, empiezan a abandonar el barco. Sólo se mantendrá un fiel discípulo, Francisco San José, pero cuando coge la hepatitis, Benjamín –aludiendo su gran sensibilidad hacia el dolor- pasa de ir a verle al hospital, y ya… es mucho. Nunca segundas partes fueron buenas.


Bibliografía: Mito y realidad de la escuela de Vallecas, de Raul Chavarri, un libro muy antipalentino. Chavarri intenta infructuosamente contactar con Palencia, recabar su testimonio, pero Benjamín le huye y a lo más que llegan es a cruzarse una correspondencia plagada de borderías… Gran libro que, más que crítica de arte, es una historia de aventuras

jueves, 11 de febrero de 2021

LA ESCUELA DE VALLECAS 1. ANTES DE LA GUERRA

Hay dos escuelas de Vallecas: la primera, de antes de la guerra, fundada por Alberto Sánchez, y la de después montada por su seguidor Benjamín Palencia.

Hacia 1927 estos dos artistas jóvenes, hartos de la ciudad, se reúnen donde ésta termina y siguen andando las vías del tren.

Atocha por Buti

Van andando hasta Vallecas desde el museo del Prado o Atocha y enseguida salen al campo, entonces era así. De día bajo el sol ardiente, o por la noche a la luz de la luna. La luz tras la tormenta dibuja en las peñas rostros como del Greco.



Alberto es un visionario que busca para sus obras (pintura y escultura) la fuerza telúrica de la naturaleza, las formas elementales y a la vez misteriosas.

 

Alberto de mayor

Palencia dibuja sus perdices sobre un fondo de piedras y cardos.

 


Una liebre que aparece y desaparece corriendo o el aleteo de un pájaro en la noche les sacan de la inmovilidad del campo. En el mediodía de verano buscan la sombra de algún muro. Con la luna llena contemplan brillar las minas de yeso.



Suben al cerro de Almodóvar que bautizan como cerro Testigo, pues desde él se percibe la redondez de la tierra. Y ahí en todo lo alto lanzan su famoso grito de guerra: Vivan los campos libres de España

Buscan, para crear, compenetrarse con las cosas, sentir su ser íntimo. Al entrar en el campo dejarse llevar por el inconsciente.

Maruja Mallo

Alberto y Palencia arrastran esporádicamente al cerro a Lorca, Alberti, Hernández, Maruja Mallo, etc. Artistas urbanos que se dejan caer, pero vuelven enseguida a las calles (Alberto y Palencia aguantan más porque los dos vienen del campo). La escuela es "una experiencia mística" y mucha gente no está por la labor. 

Pintan el vértice geodésico del cerro. Colocan sus esculturas que el viento destruyó, como el Monumento a los Pájaros, que Alberto, ya en Rusia, reconstruirá en bronce, con sus huecos para que se refugien las aves pequeñas evitando a los depredadores





Tras la guerra Alberto emigra a Rusia, de profesor de niños de la guerra. Queda en Madrid Palencia, testigo de la generación anterior, divo y personaje oscuro (continuará...)





















 

viernes, 5 de febrero de 2021

KRIS KRISTOFFERSON



Se va Kris Kristofferson, se retira, se va sin más (no hace gira de despedida, como los de aquí, que se han quedado todos a medias) y yo le recuerdo sobre todo en Convoy de Sam Peckinpah -ya en el cartel, antes de ver la película-, como un tío raro, raro de pinta, de vikingo pasado por USA, y raro de nombre, cristiano por partida doble.

Convoy se suponía que trataba de una huelga de camioneros en America y nos la recomendó un cura rojo del colegio por el “mensaje”, aunque luego la película iba de risas y iba de piñas (peleas y persecuciones a cámara lenta, que Peckinpah patentó). También salían tetas. Kristofferson era “El Pato”, jefe de los camioneros. Me quedé muy flipado con la película, tanto que compré el disco con la banda sonora, lp que estuve todas las tardes escuchando durante ese curso y el siguiente: era muy bueno y tampoco tenía muchos más.




Kristofferson era actor/cantante, doblemente desconocido por tanto. (En el disco de Convoy, aunque él también hace country, no sale nada suyo). Hijo de emigrantes suecos, fue piloto del ejército USA, luego se hizo compositor. Trabajaba de vigilante. Barría unos estudios de Nashville y veía pasar a dylan y johny cash, que luego serían amiguísimos.


 

Kristofferson, sobre todo al principio, escribe y graba canciones cojonudas que versionan Elvis o Janis Joplin. Su vena es la nostalgia, los amores perdidos, los años, los paisajes, las carreteras perdidas.

Kristofferson no actuaba mucho, era actor “de presencia” mayormente. En el escenario también quieto/parao, aunque aquella vez –ya mucho tiempo después, lo pusieron en un telediario- cuando en un festival Sinead O, Connor, bastante enloquecida, tras meterse con JP2 (Juan Pablo II) fuera abucheada por las multitudes cristiatas, llorando la tía, Kris Krist fue el único de sus compañeros que salió en su apoyo, la cogió de los codos, la sacó del escenario (“No les hagas caso, son unos hijos de perra”). Un hombre de bien, un tipo en el que se podría confiar.

Posteriormentes Kristofferson se va desdibujando musical y cinematográficamente, secundariamente, en películas chungas de ciencia ficción y haciendo de malo de westerns. Aparece ya acartonado, como un muñeco de cera del Kristofferson verdadero, y cuesta reconocerle. Sus películas más famosas son Las puertas del cielo y sobre todo Pat Garret y Billy The Kid, western crepuscular y malrrollero, en el que la violencia se ejerce entre viejos amigos de los viejos tiempos, mezclando nostalgia y muerte.

Ahora Kristofferson se retira -por las buenas, no como Baron Rojo, que llevan dos años esperando para poder tocar-. Habría estado bien verle. Hace unos años actuaba en Donosti, de telonero de Elvis Costelo. “Ya conocía San Sebastían, vine en los años cincuenta, haciendo autostop”. So long...

https://gara.naiz.eus/paperezkoa/20100726/212123/es/Kris-Kristofferson-trata-seducir-Donostia-que-sedujo-1958

fotodel blog El diablo de la lengua plateada