lunes, 31 de julio de 2017

CARRETERA DE UCEDA


Había que salir del Madrid macarra del verano, para meterse en esa tierra de nadie que queda entre las dos carreteras grandes, la N-1 y la N-2, pero más bien tirando a Guadalajara, carretera de Uceda, con la sierra norte despeñándose a un lado y el Pico del Lobo flotando en la calima. Iba para los pueblos de pizarra famosos y a las pozas del Aljibe pero al llegar al pueblo me han dicho, ahora ni vayas, están secas (la foto del agua está cogida de internet)

 


pero bueno, ya que estoy aquí, en casa Cristo, me voy a acercar, bueno, hay que bajar todo cuesta abajo por unos jarales pensando esto tiene que arder que da gusto, es ya la tarde y el sol aún pega de plano, por aquí todo se ve muy cerca pero hay que moverse mucho y dar vueltas para todo...

las pozas, sí, están secas y asomándose se ven abisales, en su lecho de roca, entonces bajo al río y también baja escaso, pero cuando me como el bocata y me voy a volver, encuentro un  poco más adelante un brazo de agua profundo, que cubre entero, y hasta se pueden hacer unos largos


tumbado haciendo el muerto, flotando en la poza y flipando, y viendo del revés las ramas de los sauces, me da por pensar la frase de John Lennon: la vida es lo que te pasa mientras tú vives ocupado en otros planes, adios julio, hola agosto

la trilla, carretera de Uceda

 

domingo, 30 de julio de 2017

sábado, 29 de julio de 2017

BURNING VILLAVERDE





Había que ir a un extremo de la ciudad, al sur del sur, mitad pueblo, mitad carretera, desmontes, escalextrics, polígonos, vías de tren, todo ello sin-solución-de- continuidad a través del un atardecer naranja como el de Deprisa deprisa, que, por cierto, se rodó en el barrio… Luego una hilera de tíovivos con brujas y hulks y toda la banda latina. Y al fondo el escenario, al fondo de una carretera, que daba sobre un abismo, que daba sobre las vías, que corrían al horizonte… Al fondo de la verbena sonaban los Burning mezclada su música con la de los coches de choque como un chewing gum de sonido…
Hasta allí no había llegado la gente del rock, suponiendo que exista algo parecido, esas caras dispersas que aparecen en todos los conciertos, pero un repertorio apto para todos los públicos -¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?- que coreaban viejas y chiquillos, conocido y actualizado en una ruta imparable a través de barrios y pueblos, carpas rodeadas de aceite de churros como polvo de estrellas. Burning es un grupo de calle. En la noche del barrio me reconcilié con ellos olvidando la última vez que les vi, constreñido en el  Antzokia de Bilbao, donde la peña no quería ni moverse.  También ellos demasiado conscientes del anfiteatro, ahora en la noche abierta se soltaban…
 


(Un concierto más, y ya me dicen unos colegas que escriba una tesis sobre Burning en directo. Gracias a Clara por los vídeos, pero mi impericia informática me impide enlazarlos. Otro día…)
 

martes, 25 de julio de 2017

HISTORIA DE OPAL




Una noche vieja que fuimos a una fiesta lejana, aparecieron los Puna contando que su hermano se había pasado con la caja de las pastillas y había entrado en coma. Lo contaban mientras ponían unas rayas de coca sobre el torniquete del metro, vacío a aquellas horas. Y además invitaban.
No era la primera vez que Opal se colocaba entre la vida y la muerte. Una vez llegó con cortaduras en el cuello. "Ayer de madrugada me puse a afeitarme en casa, y se me ocurrió, y empecé a cortarme, y…” Otra vez –contaba el Oso, otro asiduo del callejón- habían levantado un coche con un gato hidráulico, y en un momento dado el gato se fue a tomar por culo y apareció la cabecita de Opal con el coche casi vencido sobre su cuerpo y la carrocería en la garganta…

Pero la más sonada fue cuando le pincharon unos ultras a la salida de un partido en “el Caldero” (los tres hermanos eran atléticos, con carnet de socio) y le ingresaron y hasta fue a verle Gil y Gil, que corroboró en el ABC: “un chaval normalísimo y un atlético de pies a cabeza”.

Opal aparecía por libre o con los gemelos. A veces con una novia que se llamaba Thais. Era un punto fuerte, un satélite errante de la noche, con su pelo rizado, ojos azulísimos y barbita (ahora que lo pienso, un pequeño Bob Dylan de Chamberí) con la risa cazallosa y una mezcla de bordería y gracia: “No me gusta nada esa muñequita que tienes”, le dijo a un heavy que se arrumaba con su chica sobre el capó de un coche.

Arramblaba con los cubatas de los más lelos, pero a mí se me acercaba con curiosidad: “¿Tú escribes, no?”. “Pero escribes, ¿qué?”, le contesté evitando excesivas confianzas. “Escribes, escribes escribes” dijo algo cortado, agitando en el aire un bolígrafo invisible. El estaba con un manuscrito que crecía a ojos vistas, titulado La corteza de la certeza. En cuanto a sus últimas lecturas: “Humillados y ofendidos, Ofendidos y humilladox” (los Puna también cambiaban enseguida a la X).

Eufrasio, que así se llamaba, aparecía en los locales de la noche muchas veces con las gafas de sol puestas. No sé que me preguntó un día, no sé qué le contesté. “Eres igual que yo -me dijo-, tío, no sabes mentir”. Y a mí me inquietaba un tanto aquella hipotética semejanza.

Algunas noches más tarde me saludó con efusión, “Menudo cebollo el otro día, eh”. Habíamos estado una madrugada en la plaza del Dos de Mayo. Alguien sacó una guitarra y hacíamos el tur turu de Walk on the wild side. Yo no me acordaba de casi nada, pero esos pequeños episodios entrañables provocaban la simpatía y el acercamiento de Opal.

lunes, 24 de julio de 2017

HISTORIA DE LOS PUNA

 
De la ciudad agotadora del verano han desaparecido los Puna. Paso por Gran Vía y no les veo en la barandilla: hasta ellos, tan urbanos, han debido salir de vacaciones.
 

 
Los Puna, los Punas, rebautizados en las redes sociales como “los heavis de la gran vía”, se han convertido en un icono en prensa e internet y sobre todo a pie de calle. Se niegan a salir en la tele y eso les honra.

 

La prensa les saca de vez en cuando, en plan pintoresco y también aleccionador: los que pierden el tiempo en las barandillas tendrán que andar rebuscando en la basura.

Los heavies de Gran Vía, de una familia 'bien' a comer de la basura ...


www.elmundo.es › España › Madrid


 
Los Puna sueltan su rollo de  paz y amor, pero hay algunas contradicciones en su discurso, cómo si andan buscando en la basura tienen pasta para ir al carísimo concierto de Guns and Roses.
 

Más que su rollito del zen y el karma y el anticapitalismo y su batalla contra alcoholes y drogas (¡a buenas horas!), el valor de los Puna está en afirmarse como individuos en una ciudad en la que cada vez somos más anónimos.



Los heavies de Gran Vía sorprenden con sus homófobos comentarios ...

www.losreplicantes.com/articulos/heavies-gran-via-homofobos-la-bella-y-la-bestia/
Apéndice: El pasado de los Puna.
El callejón, Opal, en aquella deriva de la madrugada era fácil dar con los Punas, en dúo o en solitario, de pie o dormidos en algún banco. Opal, el hermano pequeño, solía ir más por libre. Pero ya hablaremos de Opal, q.e.p.d.


Quizá entonces todo era más pequeño o éramos menos pero sin móviles ni nada no eran difíciles aquellos encuentros.


 
Los Puna eran y siguen siendo Lynch y el Puna. Este más alto y delgado y con algo de crótalo. Lynch, en comparación achaparrado, pero los dos gemelos siempre derechos y patricios, los Alcázar Ortega, de raigambre cordobesa.
 

Yo les conocí en la época del “callejón”, pero iban y venían, se despegaban, se movían mucho y no era difícil atisbarles a lo lejos, por las avenidas de la noche, camino al Seven Ileven. A veces uno a unos metros del otro, pues como buenos gemelos discutían mucho.
El callejón era un extraño callejón decimonónico casi en el centro de Madrid, de Blasco de Garay a otra calle, con faroles colgando de las paredes y unas casucas bajas donde si te arrimabas mucho te azuzaban a los perros. Un resto de la época de Valle Inclán, quien por cierto había vivido muy cerca.



En el callejón, antes de empezar la travesía de los pubs, heavies y facinerosos como sacados de una portada de Creedence o Grateful Dead, la mayoría familia de la pequeña burguesía del barrio, otros venidos del extrarradio.
El Oso, El Risas, El Topo, Héctor el ácrata, y las chicas sin mote, Silvia, Lidia, Gloria, que fue la que me presentó a tan selecta concurrencia, otro micromundo madrileño en realidad a un paseo desde casa.



Los Puna mismamente eran de la plaza de Olavide y todavía hoy sacan el deje de Chamberí, como en las películas de Toni Leblanc.
Siempre atléticos
Los Puna se lamentaban de la religiosidad de sus viejos: “Van haciéndose mayores y cada vez con más miedo…”
La madre trabajaba en alguna universidad privada y allí empezaron a estudiar los chicos, de los que no se pudo hacer carrera.

 
La sociedad tampoco se lo ponía fácil. Contaba Lynch cómo había ido de albañil, a una oferta de trabajo, apalabrada por teléfono, pero al verle los pelos le dijeron que nones y tuvo que volverse andando desde Cuatro Vientos.


El ciclo de los Puna se componía de calimocho o moscatel entre semana y alcanzaba su punto álgido la noche de los sábados -whisky con cocacola- y el domingo no era raro verles al otro lado de la cristalera en un bar del barrio, apaciguados y amistosos, con unas cañitas a modo de refresco. Pero eran fuertes y resistían.
Después en algún momento se disgregó aquella basca del callejón, y algunos se hicieron músicos famosos (pero no tanto como los Puna).
 

 
 

Los Puna se negaron a abandonar aquella época y ahora parecen surgidos del túnel del tiempo. Con los años se fue acentuando su aspecto de sudistas derrotados, fantasmáticos en su vuelta al globo.

 


 

Alguien hará la novela de los Puna mejor que los tópicos típicos de los periódicos, yo ya hice una, que se titulaba El río, pero que “se autodestruyó” cuando formatearon unos listos el ordenador y ahora vuela en los márgenes del ciberespacio.
 


 


 
Gracias por las fotos...
(prox: Historia de Opal)

jueves, 20 de julio de 2017

MI ENCUENTRO CON EL FALSO SHAOLIN

 
Ha salido en la tele un reportaje sobre el famoso “falso monje shaolín” que se me ha olvidado grabarlo, pero da igual…
Ahora me acuerdo de las fotos que le hice aquí abajo, hará… mucho tiempo, en esos arenales a la entrada de la Casa de Campo, posando el tío con una túnica naranja butano y con la espada asesina que yo pensé que era de plástico.
 

Algo tenía que desarmaba, la seriedad, y yo lo atribuí a que era muy bajito, o algún complejo, o al fanatismo de los que han visto la luz..., pero la seriedad de quien lleva a la chepa un secreto inconfesable… Después vino una chica amiga suya, medio vasca y medio china, que era simpática –amiga ocasional, supongo, por su bien- y ahí pudo forzar el monje alguna sonrisa que me imagino le provocó retortijones.
Luego por la tarde quedamos otra vez él y yo para grabar la entrevista, en un piso grande y oscuro por los altos de Buenos Aires, y alguien trasteaba al fondo en unos archivos o algo. Menos mal. Creo que era la federación de artes marciales.




Yo me dedicaba a transcribir, pero sin interesarme para nada lo que me contaba el tío de la cara de palo –el relato era flojo, una pamplina como el Kung fu de David Carradine, pero esas cosas es fácil verlas a toro pasado, y entonces pensé que porque el judo y todo eso me la suda… Sin embargo tal vez se podía jugar la baza del pintoresquismo, y con lo que me contó y las fotos y otras que me dio suyas en el templo de la sabiduría, seguramente trucadas, me puse a moverlo un poco.




Se lo llevé a Interviú y ahí Gordillo, que era perro viejo, no lo quiso, y con razón, porque a la peripecia que contaba el nota le faltaba el calor y la verdad de la experiencia. Ya pensé que me lo iba a comer, pero se lo dejé a una agencia, que lo vendieron a una revista bastante tonta que había entonces, Primera línea, y a mí me dieron una pasta... Por ahí debe andar el artículo, que no lo quiero ni ver, por lo mismo que casi no quiero meter foto del pollo en el blos.
 
Sr. Gordillo
  



((El monje inició la serie de psicópatas en el habitualmente tranquilo Bilbao. El monje no sólo se cargó a las prostitutas, sino posiblemente a un  hermano suyo que se había metido en el hueco del ascensor del edificio del club Yamagata, porque se le había caído la llave, y el ascensor bajó aplastándole “por casualidad”. Al Yamagata, en un edificio industrial, en un callejón de lo más sórdido de Bilbao, iban a entrenar unos amigos, Javi y Aitor, que querían ser como Bruce Lee, pero eso ya es otra historia))

FUERTEVENTURA


Extraño pueblo este Lajares, un conjunto de casas al hilo de una carretera, de paredes blancas estampadas de grafittis o letras de colores chillones anunciando… pizzerías, ciber, etc.
La población local ha sido desplazada por hippies, surferos, en general “gente enrollada”, encantados de mirar y de dejarse ver, sonrientes ante las nuevas caras, quizá aburridos de ver siempre las mismas y deseosos por ello de entablar amistad.
Entre los hippies se encuentran bastantes de los que, entre el  pueblo de Madrid, se denominan “costras”, por su indumentaria descuidada, falta de higiene, etc.
Había también –este mediodía, donde estábamos comiendo- una pareja de gallegos de mediana edad, ella bastante borracha, que cantaba –desafinando, con gallos que herían los tímpanos- acompañando a un guitarrista local, un viejo enjuto llamado Casimiro, que contaba con aparente modestia:
-En mi pueblo el ayuntamiento me ha hecho este año dos homenajes, dos distintos, eh… pero yo no me merezco nada.
En un momento que me he acercado a la barra, Casimiro, rasgueando la guitarra, me ha dicho (como quien no quiere la cosa):
-Hoy estoy tocando muy bien, ¿eh?
-Muy bien, muy bien- le he apoyado.
Antes de que se rompa toda la cristalería y toda la vajilla del establecimiento, el gallego tiene un momento juicioso de mandarle a la mujer a casa. El gallego, que es un híbrido extraño de condottiero hemingwayano –moreno de piel, barba blanca, pelo blanco- aprovecha para decirle a la chica del bar:
-Rosita (o Marujita), estoy enamorado de ti, eres la más guapa de este pueblo, vente conmigo a Galicia.
-No, no me gusta Galicia, porque hace frío.
-Hace frío…,  pero no mucho frío.
(Podía haber dicho simplemente: “Bah, no te creas, no es para tanto”; pero con esta adversativa es como si quisiera significar: “Sí, sí que hace, pero no te preocupes, lo vamos a pasar tan bien que no nos enteraremos”)
                                                                                                                   diarios,2013

POUR LA FRANCE

Al cruzar la muga, viendo los pequeños cementerios en las afueras verdes de los pueblos vascofranceses, sentía piedad por aquellos muchachos sacrificados en las trincheras de la grand guerre, algunos de ellos primos traspirenaicos, Lascano, Lascanotegi, sacrificados en batallas que debieron de diezmar aldeas y pueblos, testimonio de barbarie pero en cierto sentido de comunicación entre las naciones, conflagraciones de las que ensimismada quedó excluida la piel de toro, esperando unos pocos años su propia carnicería...


   
 

sábado, 15 de julio de 2017

DYLAN CRISTIATA

 
 

 
Bob dylan se hizo cristiano –o cristiata, como decía Fenoy: “los cristiatas guarros”- se hizo cristiata porque era lo que tocaba, porque dijo que se le apareció JC en un motel (¿demasiado alcohol?), pero para justificar un nuevo giro a su música de palabras.
 



Ahora se anuncian las bootlegs (habrá que descargar antes de que intervengan los abogados de CBS, o habrá que ir a los negros, pocos pero algunos sí tienen a bob, entre shakira y juanes) –descartes de aquellos tres discos por los que Dylan fue crucificado,

 
Pero los discos cristiatas no sólo aguantan sino que han ganado con los años, con Dylan en su mejor momento vocal y una música eléctrica y rítmica. Y aunque Bob no sale en las portadas, como si le diera vergüenza o se desentendiera de su material, sigue haciendo lo de siempre: en Slow train coming alegatos políticos con fondo de reggae, advirtiendo sombriamente de que se puede acabar el mundo, que “ya lo dijo la biblia”.
 

 



El siguiente, Saved, es un disco cien por cien cristiata, con mayor presencia de las coristas afro, que fueron las que introdujeron a Dylan en el cristianismo, y a las que Dylan se ventilaba, porque las cristiatas de EEUU son muy liberales, y más con Bob Dylan. Pero este Saved es un disco extraño y cerrado, un álbum de góspel que parece grabado en una iglesia evangelista, con rayos de sol entrando por las vidrieras y coros desfallecientes y citas del Apocalípsis, como un paréntesis en la obra de Bob Dylan.


 

En Shot of love, Dylan sale por peteneras, con la guitarra de Ron Wood y el tam tam de Ringo Starr, y algunos pajaritos piando al fondo de las canciones. La religión deviene mística, pero ya en la mística entran la naturaleza y las sensaciones y Dylan vuelve al mundo…
 
 

Hay un siguiente disco, Infidels, que no se suele relacionar con la trilogía pero es una salida del bucle con referencias a judíos y palestinos, y Dylan en la foto tocando “tierra santa”, casi mesiánico, casi posando para el nobel, pero otra vez escupiendo diatribas políticas y noticias de periódico… Este es el disco que vino a presentar la primera vez que tocó en España, y aquí en este youtube del directo de Barcelona, se ve que Bordylan a veces se enrolla y hasta “interactúa” con el público… 

Bob Dylan & Carlos Santana Blowin' In The Wind Barcelona 1984 ...

Vídeo de dylan santana barcelona
 

Bob Dylan and Mark Knopfler - Don't fall apart on me tonight - YouTube

Vídeo de dylan don't fall apart on me tonight youtube


 









LOS OJOS ABIERTOS: DYLAN EN VALLECAS

asislazcano.blogspot.com/2011/08/dylan-en-vallecas.html