domingo, 30 de octubre de 2016

PEREGRINACION A LA CASA DEL POETA BUSCARINI

 


En verdad no hubo tal peregrinación, sino que encontramos ahí la casa a cascoporro, como quien dice, y me acordé por un artículo que hice de que ahí, en Ezcaray, había nacido Buscarini, poeta maldito, y el ayuntamiento había tenido la ocurrencia de ponerle una placa y una calle (antes dedicada a José Antonio Primo de Rivera) y el poeta bohemio le da mucho lustre al pueblo, mayormente, hoy, turístico, y Buscarini ha tenido suerte al modo de los maudits franceses, porque Verlaine Baudelaire Nerval Rimbaud se ahorcaban o les encarcelaban o se gangrenaban o se deprimían pero tampoco les iba tan mal, con becas y prebendas, y cárceles confortables, seguro, y luego rescatados por la posteridad mientras que los de aquí, los pobres piojosos de aquí, nada, nadie se acuerda de lo que escribió Buscarini, pero sí de que iba por la Puerta del Sol, dando la chapa, dando el sablazo a todo el mundo, y que luego se murió en un manicomio de Logroño, yo había visto algo de Busca en  un libro sobre los bohemios de Juan Manuel de Prada -libro que no pude leer entero, y mira que me interesaba el tema, y mira que lo intenté dos veces, pero nada- luego Iker Jiménez sacó que en el cristal de una zapatería que hay debajo de la casa de Buscarini se reflejaba una extraña mancha blanca y movediza, bueno, no se reflejaba porque no había nada que reflejar, era un fantasma
 
aquí vivió Armando Buscarini
 

miércoles, 26 de octubre de 2016

NO MIRES ATRAS


Mírate al espejo y dime, qué ves?
Una chica rubia, de ojos azules,
con una sonrisa bonita.
Eres tú, sé feliz, lucha.
No mires atrás. Sólo adelante.
El chico del norte.




...primero pensé que lo había escrito "la chica rubia de ojos azules", pues eso, mirándose al espejo. Ahora me inclino más por "el chico del norte", probablemente un fresco. (Este chico en la primera atribución era para la chica como un recuerdo nebuloso, una referencia). Da igual, cualquiera de los dos. Sea monólogo o misiva, la frase parece sacada de Balzac o Stendhal...

el vagón parado en Pueblo de Vallecas

martes, 25 de octubre de 2016

CONTRAPIELLO






Era ese joven franciscano, el joven escritor desalentado por el mundo, que no entendía nada, pero seguía adelante con humildad y denuedo- una figura muy atractiva para reconocerse el escritor novel.

Luego fue decantándose, pasaba de todo pero se apuntaba a todo –radios y columnas, jurados y dragós- y encima quería seguir siendo el outsider,  como si no fueran con él los oropeles.
No quiero hacer la típica entrada del resentido pues me sigue pareciendo que Tra escribe y escribe y lo hace muy bien, aunque se repita mucho y diga cada cinco líneas de un cuadro o de un paisaje que era “precioso”.

Yo fui a verle con admiración y el tío estuvo majo y todo y me regaló raros libros dedicados –esa novela del Madrid ochentero, La malandanza, que inexplicablemente no se reedita es de lo mejor suyo- y me dijo que le pasara lo que yo hacía.



















Yo le llamaba por teléfono y salía a la calle con mis manuscritos. Trapi no decía que sí ni que no, quería quedar de guay y lo dejaba siempre para otro día, como esa adolescente mental que da largas a fin de tener caliente el teléfono.

Un día me armé de valor y fui a ver al “maestro”. Después de todo, según contaba en los diarios, en aquella casa del centro entraba todo cristo. La suave voz de Tra, con gallos y todo,dejó una frase a la historia a través del telefonillo. Lo siento, es que tengo que irme a renovar el dni.
 
Luego le vi por el círculo de bellas artes, con su séquito. Iba con trenca y las  manos a la espalda, como si fuera Unamuno. (Era cuando la tontería esa de “al morir el Quijote”). Al ver que yo le miraba después de todo con simpatía se arrimó también a mirar los libros en el escaparate del círculo. Pero ya pasé de decirle nada.


RIOJA

 

De día dejar el pueblo atrás, salir por la carretera atestada de peregrinos hacia la tierra roja de las viñas, a los ríos de montaña y a los pueblos sumergidos. De noche las callejas de caserones dormidos, la carrera de los gatos, los escaparates sin luz tras los que acechan los zapatos como cangrejos y cuelgan las chaquetas borrachas. Cruzar el puente sobre el negro río, despertar a las imágenes iluminadas de las ermitas, coger los caminos de tierra entre polígonos, encendiendo a nuestro paso una constelación de ladridos, un eco de perros enfrentados en su lejanía, lejos del resplandor de las casas mirar el cielo limpio buscando la estela de estrellas fugaces a las que pedir deseos imposibles.

 
Santo Domingo
caserón/discoteca abandonado


un fantasmas cuida las viñas


jueves, 20 de octubre de 2016

EL PUEBLO SUMERGIDO 2

 
 

Había oído, había leído sobre el pueblo sumergido –Ana María Matute: El río- pero no fue hasta ver su foto a doble plana en el periódico de La Rioja, aunque no hablaban del pueblo sino de la sequía, que había sacado a flote el paredón de la iglesia, el puente, el cuartel de los civiles, sobre el suelo de barro cuarteado como un mosaico de piedras, semejante a las paredes de las casas que parecían hechas de barro. Todo ello confundido bajo las aguas y ahora puesto a secar al sol de fin de verano. Los periodistas también habían visto la foto y ya habían ido para sacarlo por la tele, aquel mismo día, pero ahora de momento seguía tranquilo el pueblo.
 


En otros sitios, en Riaño, por ejemplo, han desmontado las piedras de sillería de las casas para hacerse escaleras, o muros en los jardines. Aquí tal vez por un sentimiento de respeto todo seguía en su sitio. Todo lo que no se había llevado el agua, que incluso había respetado las cuevas de caliza.
 

 
De respeto o de lejanía, pues hay que subir un puerto para llegar hasta allí y dejando a un lado el pueblo, siguiendo la carretera, pronto se llegaría a Urbión, en la montaña. Bajo la carretera, antes de llegar, desmiente la sequía el Najerilla, que corre fresco y verde, en realidad alimentado por el pantano construido en su cauce –el pueblo sumergido queda en un repecho, un entrante algo más alto que el lecho del río.


flipando en el río Najerilla
 
Pero el pueblo queda lejos, ya digo. Antes de llegar hay una venta con gañanes y muleros, gente de mirar arriscado, que agarran el botellón de coñac y llevan en el bolsillo de la camisa la cajetilla de puros. Más abajo no se les suele ver mucho, yo ya creí que no quedaban. Estamos sentados en el banquito que hay en la pared de la venta y por la estrecha carretera pasa uno arrastrando un camión por el que asoman los caballos. Pasa muy cerca y nos sonríe despidiéndose.
las casas de los presos

Al llegar, primero se ven las casas de los presos que hicieron el pantano. La Ana María Matute contó en su día estas cosas, cuando todo el mundo, chitón. Estas y otras, por eso será que en las señales turísticas no hay mención ninguna a su libro, que yo recuerdo muy bonito, muy verdadero, de capítulos cortos un poco al estilo de Platero y yo. No sé –El burro, La cojita, El loco, Los lagartos- no me acuerdo ni me voy a poner a mirarlo.


una escritora de las que ya no quedan

 
 

Del pueblo quedan otras cosas. La ermita en lo alto del cerro, que no se hundió nunca, parece ahora mirarlo con nostalgia. Un cacho pared del frontón, una placita con un altillo que debía ser kiosko de música, el puente pequeño y arqueado, de un solo arco, por el que en la tarde calurosa vuelve a pasar la gente. Asoma también, varada a las “afueras”, una piscina flotante, donde cuando sube el agua se bañan los que no temen a los monstruos del pantano.

 
 
 
 
 





frontón

ermita sobre la iglesia



puente



el kiosko de la música y la desolación total

 
(intrépidos reporteros: Jokin Zabala/Asís Lazcano)

El pueblo, Mansilla de la Sierra. Lo digo ahora que con las lluvias habrán subido las aguas y no creo que se acerquen los domingueros.

martes, 18 de octubre de 2016

BILBAO REENCONTRADO: SUBIDA A BEGOÑA



En el domingo gris había que hacer esa excursión a la basílica, dejando otros planes perecederos. Yo quería subir por las escaleras y mi madre en el metro/ascensor, triunfando el sentido común.
el viejo ascensor (ya no pita)
las calzadas de Mallona
 












 
La iglesia a media tarde estaba semivacía, pasados los esplendores de las misas matutinas. La Virgen estaba sin manto, me hizo notar mi madre, como más auténtica (debe ser de quita y pon). Había cuadros grandes de la virgen entronizada por las masas, en un cerro pelado con la iglesia al fondo pero todavía sin Arabellas ni Otxarkoagas ni Txurdinagas… baratito entonses el metro cuadrado.


Aurresku en Begoña (Villaamil)
Había, rezando, vascorros de camisa a cuadros, que subían lo mismo que subía mi tío el millonario, para que la virgen le conservara el dinero. Había colombianas rezando y eslavas llorando, y aunque me hubiera gustado consolarlas salí a la calle a fumar un cigarro. Me acordaba de aquello de Umbral, en Mortal y rosa, al pasar por delante de una iglesia: “Nada hay adentro, todo está afuera”, y sin embargo me impresionaba aquel culto antropológico y matriarcal...  
 


Yo ya no me creía nada pero por si las moscas también pensaba subir el día del fin del mundo, por si acaso, por si se hundía Bilbao salir propulsados al cielo.



Esperé a que mi amatxu terminara de rezar a la ídem y anduvimos por el barrio de la montaña, viendo las colonias de chalets viejos junto al depósito de agua, asomándonos a las verjas del cementerio.
foto ochentera de Asís

Este cementerio como no se entierra desde los años 40 lo van a tirar y hacer un spa o algo. De chavales estaba abierto y nos metimos unos cuantos y salió un portero/cancerbero esgrimiendo una cadena. Luego yo iba a hacer fotos. La última vez que lo he visto ha sido en el cine, pues sale en El pico, la peli bilbaina de Eloy de la Iglesia, los protagonistas peleándose en el osario y luego por la hierba buscando una papela. (pero no encuentro fotogramas de esa secuencia, así que ahí van estos otros)



 
Bajé yo trotando las escaleras de Mallona y quedamos en la plaza de Unamona. Fuimos por el Casco a tomar chocolate con churros. Luego he recordado que todos los años, llegando el mes de mayo, una mañana no había clases y los chicos subíamos a Begoña. Por el Arenal un viejo malasombra diciendo que cuidadín, que al saber los macarrillas que subían los píos alumnos jesuíticos se apostaban en Mallona a atracar al personal. Pura leyenda urbana, jamás ocurrió nada. Sin duda  el viejo pederasta se aburría y quería acojonarnos y reírse a cuenta nuestra.
 



 
escaleras de Mallona: cuadro de Carmelo Lite Jiménez y foto de mi menda, hace mucho