domingo, 30 de junio de 2019

CALOR

de paseo por Gredos y por el Tietar,  para unos baños y para ver a Rod Stewart (muy cascado pero gracioso)... hemos visto cinco o seis incendios, dos de ellos muy tochos, el de Gavilanes, que ha durado dos días y dos noches, si es que ya lo han apagado, y el de Cenicientos, donde estuve de vigilante el verano pasado -y en todo el verano junto no vi por suerte lo que estos dos días-, de día columnas gigantescas como nagasaki, de noche, volviendo del concierto el cielo rojo, y al pasar el puerto del Pico, una cremallera de fuego extendiéndose en las crestas del monte, mientras por la carretera negra los gatos se arrastraban como raposas, apenas apartándose al paso del coche

jueves, 20 de junio de 2019

MICHAEL JACKSON




(Crónica personal) Fue hace diez años, habíamos ido la tarde y noche anterior a presentar El norte en la Casa del libro y al día siguiente de vuelta en la sierra subiendo aquel pinar maravilloso –el pinar zen- que había camino a la torre de la Maleza alguien me llamó que se había muerto Michael Jackson. Ya arriba puse la radio y aunque en todas las emisoras sonaban sus canciones me parecía como una trola, como un bulo. Luego Pablo me llamó y me contó que volviendo por la noche a casa, tras la presentación, dos chavales, una pareja que había sentados en un banco de Vallecas, le dijeron: Eh, tío, ¿sabes que se ha muerto Michael Jackson?



Michael Jackson había sido la pachanga en la línea de Village People, Earth wind and fire y toda la tralla discotequera que veíamos en el programa Aplauso. Con los vídeos famosos de zombies que comentaba en el colegio toda la peña, ya que entonces no había otra cosa que ver. Pero…


Aquello era el disco Thriller que sonaba un poco meloso, como una música de fondo agradable, pasaron cinco años larguísimos oyendo aquel disco, porque en aquellos años algunos discos (los de Supertramp, los de Dire Straits y otros) duraban cinco años. Hasta que se anunció un nuevo disco, el Bad, muy esperado y tal. No me olvido de la primera vez que lo escuché (septiembre del 86), porque estaba en París donde había ido con Juan Apodaca con muy poco dinero, por la face en el tren de Hendaya, y estábamos en una especie de hamburguesería de la rue de Lapp, discutiendo con unos argelinos que atendían porque nos habían puesto muy pocas patatas fritas, y sonó aquel disco en la radio y nos fuimos antes que nos hostiaran, nos fuimos con la música a otra parte.



Todavía Michael Jackson no había sido valorado al nivel de los Beatles y de su suegro Elvis Presley (yo creo que se han pasado), pero ya empez<aba con su época black and white, inyectándose leche en la cara, con su rollo gracioso pero culpable de negro blanco, de payo/payo. Era la banda sonora que pinchábamos en el Rastro y en el metro cuando vendíamos las cintas piratas… tenía tirón pero nada más. La valoración de MJ empezó para mí una tarde que estábamos en una bodega de por la calle Almansa que ponían calimocho con vino de cebreros, estaba yo con Leonardo y había unos melenudos un poco mayores que nos miraban y al ver que eramos del rollo se pusieron a hablar con nosotros (tenían 26 años, nosotros 21, pero entonces me parecieron oráculos) que además de Jimi Hendrix, de Led Zepelin y todo esto Michael Jacson era la hostia, iban a ir a verle en directo con la guitarra de Eddie Van Halen… A los pocos días vi a uno de los heavies en Bravo Murillo y apenas respondió a mi saludo


Su mejor disco para mí es el Bad, el otro me suena muy blanco, muy blando, aquí endurece su sonido, tiene mucho ritmo -¡Ah!, ¡ah! (emite su grito desde la garganta), lo pincho por las mañanas, cuando no puedo levantarme, que no soy persona.






martes, 11 de junio de 2019

HORAS DE LUZ




Me he tirado un tiempito sin escribir, no por nada, sino por trabajos, viajes, exámenes, cursillos, papeles, arreglos (lo que es el argumento de la vida) y el arranque del curro –una vez más en Hoyo, aunque esta vez con casa en el pueblo, pero eso ya lo contaré, imagino. Allí, en la torre, lecturas escogidas, el arradio, El Tiempo y sus espejismos, las oportunidades perdidas y todo eso. No hay que esforzarse en pensar, sino que la propia soledad piensa por ti -la soledad de la Solana. Y junto al tiempo  el espacio, luz, mucha luz, tanto que cuando bajo a los madriles me encierro con las persianas bajadas, revisando los clásicos en blanco y negro (ayer Qué verde era mi valle). No sé qué me ha quemado los ojos, si leer todo el rato o la claridad despiadada...

Sierra Hoyo, desde Casa Campo.
Hoy he cogido la bici y me he metido suave por la Casa de Campo, pero me he tirado al final dos horas. El día ventoso y suave, sin verano. La torre que sale no es la mía (que es más chaparra) sino la del cerro Garabitas, de donde los nacionales bombardeaban la Telefónica. Y de allí cuesta abajo a la Casa deVacas, esa fuente que llamábamos “la poza” -porque antes tenía un surtidor grande en el que nos metíamos algunas noches de junio, y donde dejábamos enfriar las cervezas. Entonces la cuidaban unos viejos, que habían pintado en el ladrillo el escudo del Atlético de Madrid, a lo mejor se han muerto porque he visto la chopera como más abandonada.





Es once de junio -día que asocio a buenos rollos, a efemérides luminosas-, mañana empieza la fiesta de San Antonio de la Florida, siendo estudiante (esto queda muy barojiano) era para mí el verdadero comienzo del verano. Acabados los exámenes, celebrando el fin del curso en conciertos y borracheras, volvíamos al norte… Ahora rige para mí otro calendario interior, aunque montado inconscientemente sobre los mismos ciclos.
He visto estos días sin publicar aquí nada, que había gente que seguía trasteando, con visitas a las entradas más insospechadas, y me he animado a meter un poco baza, por si se me ocurría algo. Cuando se me quite el cansancio éste, seguiremos informando.