martes, 21 de febrero de 2017

SEGUNDO VIAHE

 
Segundo viahe. Luego un segundo viahe, bajando en coche hasta Córdoba, una noche de sábado, apagón en la ciudad, la muralla a oscuras, con los camelletes como bandoleros improvisados –mucha droga en Al Andalus-. Se hizo la luz y estábamos en un local muy grande, pero casi vacío, con un tablado de madera y una música de fondo. Subieron unas niñas y se arrancaron a bailar –lo nunca visto. (La luz macilenta, las niñas muy serias). Dormir en la casa abandonada del filósofo Maimónides -ahora debe de ser un museo- y por la mañana subir por el tejado y recorrer al sol un trozo de muralla que daba a casas con patios con flores. https://cordobapedia.wikanda.es/wiki/Casa_de_Maimónides
 
la entrada bajo el arco, la puerta al fondo

 
 
 
Calor en navidad en Málaga. El camping con el muro derruido que da a la playa. Los pescadores viejos que, por la mañana, nos invitan a sardinas. Una fiesta de fin de año en una discoteca de El Palo, con barra libre de champán. Buen rollo pero a la mañana algunos lloros y peleítas.

 
Otra noche, ya de madrugada, fuimos en varios coches hasta Granada. Al amanecer gris y lluvioso de un sábado entramos en la Alhambra, con botellas de calimocho. Sí, sí, pasar chavales, nos dijeron unos viejillos que custodiaban la memoria de los siglos y que por lo visto no querían problemas con "la juventud". Creo que nos costó 75 pesetas la entrada. En aquella Alhambra, sin apenas visitantes, había tiradas jeringuillas sobre los mosaicos del suelo. Pero aquella incuria quizá era más natural al curso de la historia que convertir las ruinas en parque temático…
 

 
Andalucía son las ciudades señoritas, con los barrios de azafrán y los barrios de la droga, son las naranjas en los árboles y los autobuses naranjas. Son los olivos del campo socialista (el Per, el Per) y las tapas by the face con las cervezas -y los desayunos con manteca colorá. Es la gente que viste de claro. Es Lorca, pero también Cernuda.



 


Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta, 
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

Cernuda: Quisiera estar sólo en el sur
 

 


 

lunes, 20 de febrero de 2017

PRIMER VIAJE ANDALUZ




Ahora que siento otra vez la llamada del sur, quiero recordar aquel primer viaje andaluz –el título de la entrada un homenaje involuntario al tonto del Camilo, cuyo libro tengo por casa pero no he leído. Pa qué.


 
Recordar aquella superluna que nos acompañó en el autobús, atardeciendo La Mancha. Recordar los ojos entrecerrados junto al mar y oírlo romper muy lejano, y el acento, cantarín y brusco, de los niños, que recordaba al escuchado en algunos barrios de las grandes ciudades. Botellas de cerveza Victoria –tres cuartos de litro- con fondo de arena. Recordar la noche en las murallas del castillo sobre Málaga, como un esqueleto de piedra o una cremallera abriéndose sobre los montes, botellones y porros con la gente andaluza, y andar tranquilamente pateando todos aquellos monumentos olvidados antes de que se convirtieran en emblema de la marca E$paña.
 



De Andalucía yo no conocía nada, más que las castañuelas, algunos poemas del 27 y una cinta de casette titulada La guitarra de oro de Paco de Lucía –puramente instrumental, había que oírla mucho para descifrar los sonidos, imaginando caballerizas, mujeres con vestido de lunares, patios encalados, noches de luna en la serranía, trabucaires, olor a pescaito. Aunque quizá la música dijera otra cosa y las imágenes éstas vinieran de otro sitio.

 


 

sábado, 11 de febrero de 2017

SILENCIO

 


 
Hay que atravesar a contracorriente la ciudad para meterse a un cine a las once y media de la mañana. Pero luego toda la sala para uno solo, un rollo un poco decadente, como muy neoyorkino. Hasta puedo despachar un rato por teléfono (la peli es larga), así debía sentirse Frantxu en su minicine de El Pardo.

Hechas estas consideraciones, y con la idea de salirme si no me gusta, me pongo a ver Silencio, antes de que la quiten de la cartelera (hay un tío que se asoma antes de empezar, debe ser el proyeccionista, y al ver que hay público, aprieta la bovina). Scorsese, una rareza del viejo cineasta que siempre acierta en sus caprichos, El último vals, El rey de la comedia, Al  límite –filmes que han debido de ser destruidos en las distribuidoras, ya no los ponen ni en cines ni en la tele.


Scorsese, ¿Scorsoso? Había leído que Silencio era un rollo, densa y reiterativa, pero me aplasto en la butaca y la peli estática fluye como un regato que parece que no se mueve pero avanza veloz bajo su reflejo… Todo lo contrario a por ejemplo Iron Man 3. La historia -de misioneros jesuitas en Japonia, apóstatas para salvar el pellejo pero guardando una cruz en la manga- es el pretexto para vivir una mañana breve y larguísima, no en los Verdis de Quevedo sino en el Japón del siglo XVII…  

Silencio, que se rueda Silencio...

miércoles, 8 de febrero de 2017

EL LAVADERO

 
 
 
Antes de que Bill Clinton llegara diciendo que en San Nicolás había visto el más bello atardecer del mundo, aún se podía ir en el ocaso a esa plaza del Albaicín. Ahora está llena de turistas y de selfies, pero queda este sitio raro, difícil de encontrar o reencontrar



-sólo una vez había estado, 1993, intentando de nuevo dar con él en vano, otros viajes,  hasta esta tarde en que al sentir la bola del sol sobre mi estómago, comprendí que la energía que desde entonces me había estado impulsando aunque fuera a trancas y barrancas iba a seguir haciéndolo y no tenía más que dejarme llevar, claro que esta intuición duró un momento, lo que tardé en formularla, recayendo enseguida en el mundo gravitatorio de la fenomenología al tiempo que el sol se perdía tras las montañas.

 

 

 
Silencio y sol aunque ahora llegue hasta aquí arriba el zumbido de la ciudad -entonces no. Mis amigos granadinos subían al lavadero a emborracharse (y los que iban de tripi saltaban el callejón hasta el tejado) y los vecinos montaban un pollo. Pero ahora sol y silencio. No quiero dar la ubicación exacta. Abstenerse japos.
 

BRIGHTON


Brighton Rock, o Brighton parque de atracciones, que queda más castizo, es quizá la mejor novela de GR GR -y no lo digo yo, lo dice Truman Capote (toma). Es una narración muy fluida, sin mucho argumento, de pandillas, de macarrillas y abogaduchos fuleros, de chicas que se enamoran de los navajeros, de ajustes de cuentas, tio vivos, juke box, el mar sonando al fondo, piruletas (Brighton rock es también una marca de piruletas), y unos malotes que van por ahí echando ácido en la cara de la peña, la novela quinqui (como el cine quinqui) pero con macarras que se comen el tarro y tienen remordimientos y culpabilidad judeocristiana, pero así es GR GR -más Martín Vigil que Eloy y De la Loma. Un novelón. 

EL BOCHO



 
...y retomando lo que contábamos hace un mes casi, enfrente de El Palentino quedaba El Bocho, una sucursal de Bi en Mad, pero ahora clausurado, itxita, y allí esperando con cara de pasmo los dos barbudos o barbados euskéricos. Sólo una vez entré y ya estaba decadente, con un único parroquiano, un viejo tomando un chato de vino que me contó una vez que jugó el Athletic y les hicieron una fiesta en la Peña del Athletic en San Blas (al menos el viejo no lo llamaba el Bilbao) pero así y todo me despedí apresuradamente, no podían entender, no les entraba, que siendo de Bilbao no te guste el fúrbol

Taberna El Bocho. Hasta pronto