domingo, 31 de marzo de 2013

ALMODOVAR SEGUN FERLOSIO


 
El camino corría paralelo a la sombra de Almodóvar. Sólo una  raya silenciosa, al correr de la bici, se trazaba en el polvo ensombrecido. Todavía brillaba débilmente el manillar niquelado, junto a las manos de Carmen, las sucias pajas cromadas del rastrojo, la porcelana blanca de las tazas aislantes, en lo alto de los postes, que atalayaban a Occidente, por detrás de la mesa de Almodóvar, la última y cárdeno-azulina claridad. A sus espaldas, el humo alto de la chimenea de Cementos Valderribas, se tendía, falto de viento, en el cielo de pizarra, inmóvil sobre los negros edificios de la fábrica, sobre el término solitario de Vicálvaro, la torre y el borroso caserío. Carmen se estremeció, porque ahora oían encima el zumbido viajante de los cables, el eléctrico mosconeo del tendido, que atravesaba sobre sus cabezas.

Santos miró en la luz casi nocturna, a su derecha, a la parte de allá del rastrojo, hacia la yerma ladera de Almodóvar: clareaba en la sombra difusa la tierra blanquecina, margosa de la cuesta, moteada de negro por los puntos redondos de las matas. Detuvo la bici.

-Hacemos un alto.

Carmen se desperezaba en mitad del camino. Santos miró a todas partes, sin soltar la bicicleta; dijo:

 

-¿Subimos a ese monte?

-¿A cuál? ¿Allá arribota?

-No es nada mujer; atravesar este campo y luego serán, como mucho, ochenta o noventa metros de subida.

-Y también algo más.

-¿No quieres ver Madrid?

-¿Se ve?

-Se ve perfectamente.

Había sacado la bici del camino; añadía:

-¿Vienes o no?

-¿Tú cómo sabes que se ve Madrid? ¿Pues con quién has subido?

Se subió ella también hacia el rastrojo y echaban a andar los dos juntos.

-Una tarde con mi tío Javier y con otro sargento, cuando estaba mi tío en Vicálvaro destinado; querían mirar a ver si había perdices. Cógete a mí si pisas mal. Tú nada más por el surco, por el surco; un pie detrás del otro; ya verás cómo así no tropiezas.

-Me da aprensión de pisar por el surco. ¿No habrá bichos?

-Sí, cocodrilos y leopardos creo que hay.

Crujían los pajones del rastrojo a los pasos de ambos. Al pie de la meseta de Almodóvar, dejaron la bici, tirada sobre los terrones. Luego Santos cogió a su novia de la mano y la ayudaba a subir por su ladera. Detrás de ellos, lejos, por la carretera de Valencia, ya venían automóviles con los faros encendidos.




(...)

Llegaron a lo alto de Almodóvar. Era llano como una tabla, allí arriba, y se cortaba bruscamente, precipitando hacia el talud; la meseta tendría unos trescientos metros de largo y no más de ciento de anchura. Atravesaron a lo ancho, con la luna a sus espaldas, y se asomaron a la otra vertiente. Se veía Madrid. Un gran valle de luces al fondo, como una galaxia extendida por la tierra; un lago de aceite negro, con el temblor de innumerables lamparillas  encendidas, que flotaban humeando hacia la noche y formaban un halo altísimo y difuso. Colgaba inmóvil sobre el cielo de Madrid, como una losa morada o como un techo de humo luminoso. Se habían sentado muy juntos, al borde de la meseta, los pies hacia el talud. Diseminadas por la negrura de los campos, se veían las otras galaxias menores de los pueblos vecinos. Santos las señalaba con el dedo.

-A tu derecha es Vicálvaro- decía-, Vallecas es esto de aquí.

Vallecas estaba un poquito a la izquierda, allá abajo, casi a los pies del declive. Lo dominaban desde unos ochenta o cien metros de altura. Hablaban bajo, sin saber por qué.


(...)

Había unos postes altísimos, de hierro, en lo alto del cielo de Vicálvaro; luces blancas y rojas en las puntas. Flotaban como bengalas en la noche vacía. Detrás el cielo era negro y opaco. Sólo los astros más fuertes sobrevivián al claro de la luna. El olor denso del verano, el zumbido uniforme de los grillos, cuajaban en la negrura de los surcos calientes. Ahí cerca se recortaba una piedra rectangular, que señalaba el vértice geodésico de Almodóvar.



De SANCHEZ FERLOSIO, RAFAEL: EL JARAMA
premio Eugenio Nadal 1955
destinolibro 16
(págs 224, 235, 256)

sábado, 30 de marzo de 2013

YELMO

 
Como desde Madrid se divisa, coronando el roquedo, como un inofensivo huevo o cascarón de piedra, nos dirigimos a lo alto del YELMO sin presentir la peligrosidad de…



La Pedriza, como una torrentera inversa con las rocas ascendiendo- rocas como las que uno imagina que cabalgó don Quijote en cueros aunque aquello fue en Sierra Morena…




Una grieta angosta a la espalda del yelmo es el único acceso –a no ser que escale uno la pared vertical/curvada orientada al sur, o sea la que mira a la ciudad-


apenas cabe por la grieta uno con la mochila a la espalda y si el poder apoyar brazos y piernas es menos peligroso, a pesar de la nieve resbalosa, la sensación de estrechamiento y angustia…



Zona tan próxima a Madrid y tan transitada que se hacen raras las historias, frecuentes, de montañeros perdidos o despeñados…Es  fácil subir y subir las paredes de piedra pero no tanto bajarlas, cuando de pronto se interrumpen
*para otra entrada dejo si me apetece la leyenda urbana del troglodita de La Pedriza que fue descubierto y obligado a abandonar su cubil, tras haber dado asilo a montañeros perdidos

 
 

viernes, 29 de marzo de 2013

CINECLUB


Quería haber visto esta película en el cine, pero… no ha pasado ni una semana del estreno y ya la han desprogramado. No ha debido ir ni Cristo a verla, cualquiera sabe las razones por las que va o no va la gente a una peli, el boca a boca, dicen, pero ¿en una semana?

Al final la he pillado aquí al lado, en los negros, que pese a lo que digan Ramón y Teddy, hacen una labor cultural tremenda. Eso o irme al quinto coño a verla, a un cine de Alcorcón por lo menos. Y El chico del periódico está bien pero no es para tanto.

Está bien, a pesar de lo que dicen las críticas internautas, que se ensañan a tope con el filme.

Es más decente que mucha ful y mucho videoclip que rulan por ahí obteniendo la aquiescencia del respetable.

Lo que ocurre es que Paperboy es una historia que funciona sobre el papel, pero no acaba de cuajar como película, parece una historia hecha de varias historias, hecha de varios géneros –comedia kitsch, drama racial sureño, film noir, thriller, investigación periodística- con personajes de varias aristas, de varias caras, y todo esto no se sabe muy bien si por deliberada ambigüedad narrativa o por torpeza de ídem. Más bien lo último. Hay que ponerle continuamente a la película lo que le falta, lo que no le han puesto director y actores. Ir sacando las cosas de la oscuridad en que éstos las han dejado e irlo todo revelando, pues cada cosa va por su lado y no amalgama del todo.

Así pues, un ejercicio de creatividad.

Del argumento no voy a decir nada, no “por no desvelarlo”, sino porque me aburre contarlo y ya hay mucha internet y muchas cosas.



Ah, dicen que el manchego universal estuvo a punto de rodar El chico del periódico. Habría estado bien, por sacarle un poco de lo suyo y que le diera un aire, además que El chico del tiene algunos ingredientes que le habrían sido cómodos: putas, maricones, criadas buenas, huérfanos, jóvenes enamoradizos y demás estereotipos, y también tiene colorinchis muy monos –aquí los pantanos de los Everglades en Florida. Y un par de escenas guárridas (guarras y tórridas) como cuando Nicole Kidman le mea encima al protagonista para curarle de unas picaduras, o cuando John Cusack, que hace de taleguero y basura blanca, se hace tranquilamente un pajote cuando van a la prisión a comunicar Nicole Kidman y unos amigos.

  

 

jueves, 28 de marzo de 2013

CERRO ALMODOVAR



A mí me gusta quedarme en Madrid en SS –léase Madrid porque es la ciudad que me ha tocado vivir, si no sería cualquier otra… siempre que se vacíe.
Así que mientras los coches huían por la carretera de Valencia, rumbo al Mediterráneo contaminado e imposible, El Gurú y yo subíamos las laderas empinadas del “cerro testigo”.
Nunca mejor dicho. Testigo del horizonte, pues en lo alto la vista se despliega y se extiende a los cuatro puntos cardinales…
Los aviones emergiendo de Barajas.
La sierra norte tapada por grandes nubes, pero al otro lado, se ven, lejos lejos, algunas cumbres de Gredos, que parecen muelas hundidas desapareciendo en la curvatura del mundo.
Más cerca, todo un mundo de cristal y asfalto, la ciudad de ladrillo.

Lo primero, lo más inmediato, al otro lado de la N-3, la iglesia de Pueblo de Vallecas, y la estación de Santa Eugenia: el cerro debió de ser mirador privilegiado en el fatídico 11-M.
A las faldas de arena de la montaña, el polideportivo. Una cortina de chopos deshojados,  una piscina descubierta abandonada en el frío invierno. También un instituto de secundaria, construcción de ladrillo arenoso –donde, según he leído en la prensa local, al estar en lugar tan apartado menudean los robos…

 
Las minas de sepiolita. Un pinar grande. La tierra apisonada como las pistas de Nazca esperando la construcción de más y más barrios que ya –bieen!!-  no serán o al menos por el momento. Bajo las laderas duermen las hachas de silex de la Edad del Bronce, las cuevas excavadas como nidos de ametralladoras en la guerra civil.
A mi paso las liebres huyen entre las matas. Me asomo a los barrancos afrontando el viento, mientrasAitor medita sentado en el vértice geodésico, haciendo honor al carácter sagrado del cerro.




 

martes, 26 de marzo de 2013

ALBUM DE FAMILIA ROTA



-Nada se opone a la noche: otro "relato real" a la francesa, también en Anagrama. Delphine de Vigan relata la historia de su familia y de la familia de su madre, a raíz de la muerte de ésta "en raras circunstancias". Suicidios, incestos, manicomios y crisis psicóticas como contrapunto a la ejemplar familia numerosa...
El típico planteamiento, muy actual, en el que el libro no va sólo de la historia que cuenta, sino de có-mo-lo-gró-es-cri-bir-lo. Así y todo, a falta de cien páginas, me está gustando, no tanto por el interés humano, pues ya tiene cada uno bastante con sus propios culebrones, sino más por cierta atmósfera, ciertas reminiscencias que sabe evocar su autora, que al fin y al cabo es de mi quinta...

((Y, añado, después de terminarla, por el vitalismo que desprende, más allá de dramas y desgracias...

jueves, 21 de marzo de 2013

CONSAGRACION OFICIAL DE LA PRIMAVERA

Ayer, al mediodía, hora oficial en que empezaba la primavera, el cochorro empezó a rondar la ventana, como si fichara el hijoputa, como si llegara sin retraso a su temporada de trabajo BBZZZZZZZZZZZZZ

lunes, 11 de marzo de 2013

PROGRAMA DOBLE




Fuimos el viernes a los multicines y Laura quería entrar la de Almodóvar. Yo trataba de evitarlo leyéndole junto a la taquilla la crítica de Carlos Boyero, “Ten cuidado con lo que haces, mira dónde te vas a meter”. En vano. El crítico no había exagerado ni un pelo, la peli es todo lo soez, ordinaria, casposa, viejuna y a la vez infantil que decía. (El malvado CB parece personalmente empeñado en hundir la carrera de PA). Los amantes pasajeros produce, sí, vergüenza ajena. Pero por una extraña perversión del gusto, L y yo éramos los únicos que nos reíamos en la sala anestesiada por el subproducto.

 
Una cosa buena tienen esos multicines. Los largos y oscuros pasillos que conducen a las otras salas no tienen vigilancia… Así que nos metimos después a Hansel y Gretel, cazadores de brujas –revisión gore del cuento, para un público igualmente adolescente. Dos bodrios por el precio de uno. (Afortunadamente, tanto una como otra duraban sólo hora y media)

domingo, 10 de marzo de 2013

MEDARDO MEDARDO



Leo que ha muerto, ya muy mayor, Medardo Fraile. Recuerdo aquellos cuentos completos editados por Alianza… MF era de la cuerda realista de los Fernández Santos, Aldecoa… pero con un punto siempre de humorismo y de extrañeza. Incluso algún relato fantástico o semipoliciaco, como las cañerías de Legazpi vistas con el monóculo de Augusto Dupin...


Pero no es cosa de buscarle influencias. Decía MF, en el prólogo de aquel libro, que el escritor que empieza, el escritor joven es o se siente adánico- en expresión que no he olvidado nunca-, o sea creador partiendo de la nada.

A mí sin embargo aquellos cuentos me resultaron inspiradores  y me dieron carrete para escribir por mi cuenta cuatro o cinco relatos, hasta que me cansé del rollo de MF.
Hace unos pocos años, otro libro suyo cayó en mis manos, una especie de memorias del autobobo (juro que me ha salido así: ¿errata?), allí Medardo era el más listo, el que más follaba y el que mejor escribía (“mejor que Aldecoa”, llegaba a decirle Fernández Santos por encima de las mesas del café) y todo eso lo ponía con tal vanidad que rayaba en ingenuidad. Debía ser, en el fondo, según dicen quienes le conocieron, buena persona.

Medardo Fraile era de los últimos últimos de su generación. Si acaso, queda vivo Jesús Pardo…, (y ahora que caigo, también Alfonso Sastre... y Ferlosio). Umbral trazó con atmósfera inmejorable el retrato de aquellos escritores sin glamour en La noche que llegué al café Gijón. Medardo Fraile y también Meliano Peraile –su cuasihomónimo, más joven pero antes desaparecido- a quien el siempre estupendo Medardo consideraba su discípulo. 

sábado, 9 de marzo de 2013

TEN YEARS AFTER

Ya lo sé que la nostalgia no se lleva, y sin embargo... quiero recordar los diez años de publicación, por estas mismas fechas,  de “Las calles del aire”. Lo hago por varias cosas 1) porque me da la gana 2) porque publicar un libro en Spain es como poner una pica en Flandes 3) porque redescubro –buscando en los viejos baúles del ayer, como hacía Baroja, aunque ahora sean baúles informáticos- el texto de presentación que leí, o mejor balbuceé, en la presentación de la Fnac, secundado por Mariano Serrano, aguerrido editor, y por un Lorenzo Silva aún no planetizado… Me gusta este articulito que me parece muy verdadero y muy sentido y que ahora mismo, ten years before, sería incapaz de redactar. Parece obra de otro yo... Ahí queda, para el recuerdo. 
 

 
Un taxista opinaba el otro día en una encuesta que España se divide en dos a partir de la glorieta de Atocha. De Atocha para arriba, la España rica y europea. De Atocha para abajo, la España pobre y paleta.
Yo no creo en la precisión matemática de tales definiciones, pero lo cierto es que esta es una novela del Madrid de Atocha para abajo.
Es también la historia de unos barrios que van desapareciendo, barrios de casitas bajas, desmontes y fábricas arruinadas, barrios que yo conocí hace muchos años y en los que traté a gentes como el Kim, el Chato o Gerardo, personas a quien quise mucho y de las que aprendí muchas cosas. Sin ellos no habría sido posible esta novela.
Eran gentes que tenían una relación con la ciudad entendida en parte como naturaleza, con toda la dureza que eso implica. Gentes que hacían su vida a la sombra de una higuera o al calor de una hoguera.
Yo entiendo que las cosas cambien y que la gente viva mejor, aunque no sé muy bien si vivir mejor es pasarse cincuenta años trabajando para pagar las letras de un piso.
En cualquier caso, para un escritor es triste que la ciudad y sus habitantes vayan uniformándose y perdiendo su personalidad. Esta novela, como su título indica, es una novela de la calle. Ahora también se ha perdido el concepto de calle como lugar de encuentro, y la calle se ha convertido en un lugar de tránsito, la distancia más corta posible entre dos puntos.
Yo creo que eso no puede ser bueno para la literatura. Las historias nacen del contacto entre las personas. En este sentido, Las calles del aire también es anterior a la realidad virtual. Si sus personajes usaran el teléfono móvil se perdería el azar de sus encuentros y desencuentros.

Las calles del aire no quiere ser una novela social. Es un libro de aventuras y una poética de la gran ciudad. He tardado cuatro años en escribir el libro y otros cuatro en publicarlo. Durante esos cuatro años últimos hice infinidad de copias para enviarlas a las editoriales. No lograba publicar, pero me convertí en un personaje muy querido y respetado en las tiendas de fotocopias de mi barrio.
En esos cuatro últimos años pude oír opiniones de todo tipo. Había los que descalificaban el libro como costumbrista. No entiendo por qué Salinger puede hablar de Central Park y ser un genio, pero si yo hablo del Retiro soy un costumbrista. Otros hablaban de la novela realista. Pero Las calles del aire no es una novela realista. Hoy día, la realidad ha superado a la ficción y hasta a la ciencia ficción.  Para reflejar la sociedad que vivimos habría que volver a escribir novelas del estilo de 1984 o Un mundo feliz. Pero incluso esas obras han quedado desfasadas por la realidad.
Las cosas siguen cambiando, y quizá nuestra única alternativa sea profundizar cada vez más en los sentimientos y en el interior de nuestros personajes.

 

 
Alvin Lee. Nottingham, UK, 19 de diciembre de 1944 - Estepona, España, 6 de marzo de 2013