sábado, 30 de abril de 2011

EL PUEBLO SUMERGIDO

A la vuelta, la impresión de haber viajado por un mundo mágico y verde de bosques y ríos, en el que los hombres ignoran pero las piedras viejas guardan muchos recuerdos... Leo en la prensa la entrega del premio Cervantes a Ana María Matute, narradora de ese mundo mágico -narradora desde la distancia, desde la ciudad, claro...Un fragmento de su libro autobiográfico El río, en el que AMM recuerda los veranos de su infancia en Mansilla, pueblo riojano sepultado más tarde por un embalse.
"... me he preguntado si es cierta la vida lejos de esos lugares perdidos; si es cierta la vida y la muerte lejos de ahí, o simplemente, si es una de tantas mentiras como nos forjamos, en las que ciegamente nos sumergimos".

FERROCARRIL VASCO NAVARRO



El camino sigue una antigua vía de tren (el ferrocarril vasco navarro) recorriendo bosques y pantanos, pueblos remotos, caserones, palacetes,viejas estaciones abandonadas y túneles por donde cuarenta años después -la vía se cerró en el 68, cuando eramos niños de teta- corren los ríos...



Viaje alucinante que me deja la retina llena de imágenes y que acaba en Estella, reencuentro con el pasado, con la calle Mayor en la que veraneamos (no sé si seis años o siete), al principio en un palacete dieciochesco donde se decía que había dormido Napoleón, luego en una casa enfrente que ahora está como en ruinas. Ambas parecen hoy día abandonadas.
Ha sido volver del viaje y despertar en Madrid, que en la primera impresión me parece un pueblo más de los muchos que hemos visto por el camino. 


viernes, 29 de abril de 2011

LOS ENAMORAMIENTOS

Adelantar que quien escribe esta crítica no es lector habitual de la narrativa de Marías -hace mucho tiempo leí un par de novelas cortas, pertenecientes a su primera época- pero sí de los artículos semanales en que el escritor desentraña la tontería social en que estamos inmersos, con cierta displicencia y dosis de mala leche, pero con gracia innegable.
Esta última novela, “Los enamoramientos”, tiene un arranque argumental casi costumbrista. La muerte a puñaladas de un joven empresario por un indigente, un aparcacoches con problemas mentales, podría ser un acontecimiento más en la crónica de sucesos.
Sin embargo la literatura de Marías no tiene mucho que ver con el realismo, sino con una suerte de “novela de pensamiento”, según definición propia, cuyo antecedente más destacado sería Marcel Proust.
Pero mientras el escritor parisién trabaja “en círculos”, por así decirlo, sujeta su obra sin argumento a un eterno retorno de las personas y los lugares y las sensaciones que provocan, la indagación de la realidad está supeditada en “Los enamoramientos” a una intriga, a una línea argumental mínima que apunta la posibilidad de un crimen. Una trama de la que no voy a decir más, pues supondría acabar con la posible sorpresa de la novela, a pesar de que podría resumirse en cuatro líneas –cuatro líneas que le dan a Marías para escribir cuatrocientas páginas en torno a la impunidad de los crímenes, los vaivenes del amor, la muerte y su incidencia en los que siguen vivos...

A pesar de estar narrada en primera persona –a través de María Dolz, una mujer que trabaja en una editorial, y que ha conocido al joven empresario muerto y a Luisa, su mujer- podría hablarse de una “novela conversacional”, pues tanto como la voz de María Dolz cuenta la de Luisa, y la de Javier Díaz-Varela, amigo del matrimonio. Estos tres personajes se enzarzan en largas conversaciones, sobre todo María y Javier, que protagonizan los “enamoramientos” famosos. Conversaciones que se caracterizan por estar escritas en el mismo estilo prolijo y discursivo, encadenando las frases a base de disyuntivas y todo tipo de subordinadas en general y acumulando palabras casi sinónimas, como si buscaran extraer del lenguaje todos los matices posibles.
El propio Marías parece curarse en salud cuando María Dolz, la narradora, define a Díaz-Varela: “Tenía una fuerte tendencia a disertar y a discursear y a la digresión (…) me deleitaban su voz grave y como hacia dentro y su sintaxis de encadenamientos a menudo arbitrarios, el conjunto parecía provenir a veces no de un ser humano sino de un instrumento musical que no transmite significados, quizá de un piano tocado con agilidad”.
Así, unos personajes pasan la voz a otros para enunciar un discurso de rasgos muy semejantes, cosa que sorprende en Marías, autor muy crítico con la uniformidad actual del lenguaje, y defensor de la caracterización por el habla como modo de conocer a las personas.
Estos personajes son todo cerebro, y aplicando como una lente de aumento a lo sucedido, a las emociones, a las sensaciones, se proponen diseccionar la realidad. Pero con lo que no cuenta o no quiere contar el novelista es que, en situaciones de miedo, de stress, o incluso de indecisión –como muchas que se dan en esta novela- no actúa “el conocimiento” sino el instinto, que ataja muchos caminos, y que atajaría asimismo la prosa torrencial de esta novela, dejándola en la mitad de su extensión.
“Los enamoramientos” está compuesta a base de capítulos cortos, de seis u ocho páginas y en cada uno de ellos se nos adelanta un punto, una o dos frases de esta intriga, que queda luego suspendida hasta el siguiente en medio de consideraciones y circunloquios y así ad infinitum, hasta su resolución final que, como en casi todas las tramas, es menos apasionante que su planteamiento.
Todo esto, quede claro, es una opinión personal. Javier Marías es un escritor que tiene miles de lectores en toda España y parte del extranjero, y por algo será. Yo mismo he sucumbido en algunos tramos de “Los enamoramientos” a su prosa envolvente y estupefaciente, que engancha pero que deja al final una sensación de abstracción y de vacío en el estómago. Quizá una novela no sea tanto “contar cosas”, como lo que subyace por debajo de las cosas, pero Javier Marías desarrolla esta premisa con tal exhaustividad que se carga todas las leyes (no escritas) de la economía narrativa.

miércoles, 13 de abril de 2011

LAS ERMITAS DE FUENCARRAL

Ya se anuncia inminente la Prolongación de Chamartín -Prolongación del Pelotazo- que supone estirar y extender Madrid hasta las tapias de El Pardo. A este paso van a llegar hasta Burgos...
Queremos traer a este blog -que podríamos titular Demoliciones y derribos- la imagen de dos ermitas que subsisten "milagrosamente" en el pueblo de Fuencarral, en zona campestre que pronto será devastada. Esta de arriba es la de Lourdes, que tenía una cúpula cubierta de planchas de zinc. Y digo tenía porque a fecha de hoy no queda ni una, se las han llevado los pequeños delincuentes a la espera de que los grandes arrasen con la construcción decimonónica toda.
Esta segunda ermita es la de San Roque, aún en medio de los prados, a las puertas de la ciudad. Debía de ser de gran devoción en el pueblo de Fuencarral, porque a la salida de éste hay una calle que lleva el nombre de Camino a San Roque. Todavía se celebra una romería el 16 de agosto, única fecha en que se abre al público. El resto del año los santos duermen en la oscuridad en compañía de las lechuzas... Lo de la romería nos lo contó el ermitaño, uno que se ha hecho un chamizo al costado de la ermita y que visiblemente asustado por la cantidad de maleantes que rondan por la zona, nos conminó a abandonar el lugar. "Esto es propiedad privada, si no se marchan llamo a la policía". Tenía un perro grande que ladraba mucho.
(Todavía queda una tercera ermita, la misma de la que habla Pío Baroja en Camino de perfección, pero ésta no la encontramos, debe de estar metida entre casas en Fuencarral).

lunes, 11 de abril de 2011

DOG SOLDIERS


Inédita hasta ahora entre nosotros, “Dog Soldiers” (1975) del americano Robert Stone es un clásico de la literatura post Vietnam. Incluso el exigente Harold Bloom la incluye en su famoso canon.
El motor de la novela es una bolsa con heroína de gran pureza que John Converse –pseudohippy, pseudoperiodista de guerra, ávido de experiencias- compra en Saigon e introduce en los USA con la ayuda de su amigo Hicks –ex combatiente, una especie de guerrero zen, un Rambo que ha leído a Nietzsche. Hicks tiene que entregar la droga a Marge, la mujer de su amigo, pero terminará huyendo con ésta y con el cargamento. Mientras tanto, Converse es secuestrado por unos falsos agentes federales, los siniestros Danskin y Smitty, que buscan hacerse con el alijo y siguen a la pareja fugitiva desde California a la frontera con Méjico...
Robert Stone es, en palabras de su colega Ken Kesey, “un paranoico profesional, un tipo que detecta fuerzas siniestras detrás de cada galleta Oreo”. Así, la droga, y la devastación que deja a su paso, simbolizarían la guerra de Vietnam y sus consecuencias posteriores en la vida americana. Pero, metáforas aparte, “Dog soldiers” funciona como un relato vertiginoso, muy narrativo, muy dialogado –virtudes que transparenta esta excelente traducción - y con personajes redondos. 400 páginas que pasan volando al ritmo acelerado de la huida.
(Reseña publicada en periódico Bilbao)

viernes, 8 de abril de 2011

LA TINAJA

1816, antiguo horno de cerámica.
 Actualmente dentro de unas dependencias policiales.