domingo, 19 de octubre de 2014

PASTICHE 2

(A la manera de El escarabajo de oro)
 
 
Al salir con la bicicleta, al marchar paralelo a la carretera de La Coruña, tenía la sensación de partir hacia muy lejos, de abandonar la ciudad. En realidad marchaba por la Senda Real, un camino que, siglos atrás, enlazaba la corte con la sierra, y que muy recientemente había sido recuperado.
Algunos tramos los cubrían frescos y umbríos chopos, y de no ser por el zumbido de los coches a muy pocos metros, podría haberme hecho la ilusión de recorrer un bucólico camino.
Pero todo ello me preparaba para enfrentarme con el alejamiento en el que se había recluido M –tan lejos en el espacio como en el tiempo de aquellas noches de nuestra juventud recorriendo las calles y los antros del centro de la ciudad. Cierta droga había hecho mella en el ánimo de M (en aquel entonces apenas se hacían notar sus síntomas) conduciéndole progresivamente a la vida retirada que había acabado por llevar. A ello le obligaba el tener que ingerir fuertes medicamentos que le sumían en un estado de postración y desembocaban en letargos que podían durar varios días...


PASTICHE 1


  


Por esa zona, junto a Oporto –glorieta Valle del Oro, creo que es ese su nombre exacto-  había muchas bodegas, las mismas que fueron desapareciendo de tantos barrios de Madrid. Aún resisten allí sin embargo, tal vez por ser Carabanchel barrio de barrios y permanecer algunas zonas recoletas.
 















Salen a beber a la calle, los botellines de un caldera traslúcido, recuerdan en la luz de la tarde piezas de alfarería (reliquias que subsisten en una sociedad que todo lo va cambiando). Son morenos y delgados, con barba de días –todavía a algunos los conocí como niños-, a ellos se suman los descendientes de sudamericanos. Visten vaqueros y playeras y camisetas sin cuello de manga corta –el uniforme de los barrios desde hace décadas-. Alguno, no menos carabanchelero, una zamarra con llamas y cordones y motivos peruanos, y una gorra de lo mismo. Le miran y hablan los demás sin extrañeza, uno más, apenas teniendo en cuenta ramalazos de exotismo. Ese barrio creo que era el límite entre Carabanchel y Madrid.








jueves, 16 de octubre de 2014

LA CIUDAD DE MODIANO


Me escribe desde París, un amigo muy querido, José Luis Fortea, sobre Patrick Modiano: “Creo que tu, Asis, ya me hablaste de que lo habías leído y de que por Madrid estaba muy de moda hace ya años. Para mi francamente nunca fue mi autor preferido en Francia. Solo me impresiona su estilo y siento un gran respeto por la persona: su discreción, sencillez, modestia... Hace ya tiempo vivía cerca de mi casa y alguna que otra vez le cruzaba por la calle. Nunca me atreví a abordarle, pese a ser de mi generación, casi de mi misma edad, o tal vez por eso mismo”.
A mí también me flipa ese estilo -y esa personalidad- que le hace contar las cosas como sin querer contarlas del todo. Tal vez otros, Kundera, Roth, sean mejores, narradores de largo aliento, grandes técnicos de la novela, pero cómo no querer más a este chico de las calles parisienses.

 
Las calles y los barrios. La ocupación alemana, tan citada estos días como temática y centro de su narrativa, es sobre todo un punto de partida y un telón de fondo (no confundir a Modiano con un escritor político). Y sus primeras obras, la Trilogía de la ocupación, los balbuceos de un escritor joven que empieza. (El mismo PM confesó su dificultad inicial para orientarse en el mapa de la novela) Textos polifónicos y recargados que aún no manifiestan la simplicidad y limpieza narrativa del mejor Modiano.



Para mí el que cuenta su adolescencia y primera juventud, los parisinos años sesenta -Tan buenos chicos, Una juventud, Libro de familia: libros que languidecían en las bibliotecas públicas, esperando que acabara la mala racha modianesca en España. Ahí se hacen patentes sus temas recurrentes: la juventud, la identidad, los amigos perdidos, el paso del tiempo, la ciudad y sus cambios.
 
 

 
¿Existe de verdad esa ciudad de Modiano? En Madrid, pese a lo que decía el autor, hace tiempo que desaparecieron esas islas de espacio/tiempo, arrasadas por la municipalidad reinante. ¿Y en París? ¿Seguirán existiendo las zonas neutras, tierras de nadie, donde todo está en suspenso? “Lugares de tránsito, puntos de partida”: no se puede echar raíces en ellas. Pero la segunda y última vez que estuve allí (2010), en la ciudad de las grandes boutiques, no vi nada parecido. Quizá en mi primera visita -de colada desde el tren de Hendaya-, una tarde soleada de domingo por las cercanías de la place d, Italie… Pero ha pasado demasiado tiempo, más de veinticinco años.
 

 

jueves, 9 de octubre de 2014

MODIANOBEL





No es por ser elitista, pero ¿no perjudicará la exposición excesiva a la luz al París esfuminado de Modiano? ¿No se borrarán las fotos que una y otra vez va positivando, nunca claras del todo? Barrios ocultos, avenidas desiertas, en el tiempo del recuerdo París es un París sin gente –propiedad exclusiva del escritor- sin turistas, sin tráfico, salvo algunos fantasmas que vuelven, aunque nunca lo hagan del todo para no disipar la magia.




Barrios como islas dentro de las ciudades. “Yo no conozco Madrid, pero estoy seguro de que en Madrid debe de haber barrios así...”, todo desmantelado por la globalización y “el progreso” (Internet apenas asoma en sus últimos libros, pues google arruinaría toda la pesquisa). En Modiano la intriga parte de la nostalgia, aunque lo suyo sea mucho más que un álbum de estampas cool…




 


 

jueves, 2 de octubre de 2014

UNAMUNO UNA MONA


Qué fachada tenía Unamuno, qué presencia. Hasta en esta foto, que de algún modo anticipaba su final (foto que ahora veo al correr del metro, en los andenes, anunciando una exposición de algo). Unamuno recluido en su frío cuarto de Salamanca, vigilado por jóvenes falangistas admiradores, en el invierno del golpe de estado.



Son los últimos días del escritor, después del famoso enfrentamiento con Millán Astray. “Viva la muerte, muera la inteligencia”. “Venceréis… pero no convenceréis”. Etc, etc. Bla bla bla. Después, ya se sabe, el final, la tarde de Nochevieja del 36, el cadáver sentado en la mesa camilla, las zapatillas chamuscadas por el fuego del brasero.


Tenía que haberse pirado a tiempo. Ni literatura, ni filosofía, ni hostias. Y además, nunca entendí cómo, siendo de Bilbao, Unamuno terminara considerándose de Salamanca, por mucho rectorado que le dieran. El viejo Una escribió los mejores y más sentidos libros sobre BI: Paz en la guerra, Recuerdos de niñez y mocedad, De mi país…

 











Ahora en Bilbao celebran el 150 aniversario de su nacimiento. Aunque, flaco favor le hicieron los del ayuntamiento, poniéndole la cabecita en la picota… ¿Es que Unamuno se va a poner de moda? No lo creo, no parece, a pesar de su rollo estético, a pesar de que la vieja lechuza muriera con la misma edad que tiene hoy, por ejemplo, Mick Jagger. Algunos libros escolares de Unamuno –Del sentimiento trágico de la vida- provocan intensos dolores de cabeza. Y sin embargo, aparte de su comedura de tarro, algo queda del look Unamuno, chulería que anticipa y mejora la de muchos escritores mediáticos…