miércoles, 17 de agosto de 2011

CINE DE VERANO

ANIMALES ENCONTRADOS ESTE VERANO





BURNING/LAVAPIES/MADRID


Dan las seis de la mañana/ y yo sin poder dormir/ doy mil vueltas en mi cama/sólo pienso en ti…

Burning tocó hace unos días en Lavapies –fiestas de San Lorenzo-, pero el Madrid de Burning no es el Madrid chulapo del centro, sino el Madrid del extrarradio, de la inmigración, de las colonias sindicales y los primeros garitos, mirando desde La Elipa a Torrejón… Así lo dijo el Johnny: “Bienvenidos, todos los que vengáis de Carabanchel, de Aluche, de Ventas, de La Elipa, de San Blas, de Vallecas”.
Es lo bueno de Burning, que siguen como en los ochenta, invocando una épica de barrio que a lo mejor ya no tiene sentido, ahora que 1 metro cuadrado = 4000 euros.Pero eso da lo mismo, chato, it,s only rock&roll.
El Madrid de Burning ya no existe, pero de los grandes creadores es privilegio no sólo reflejar la realidad, sino devolverla enriquecida, de tal modo que dicha realidad sea ya indisociable de su nombre. Ejemplos: Londres de Dickens, Madrid de Galdós, Madrid de Baroja, Madrid de Burning.
Creo que este concierto hará el número XXXIX, más o menos, que veo de Burning, a lo largo de los años. La primera vez fue en la mítica sala Argentina de San Blas, ya sin Toño, su primer cantante, que debía de andar exiliado por Briviesca (Burgos) donde –cuenta la leyenda- actuaron una noche sus compañeros que le llamaron al escenario, pero no quiso subir. Muerto Toño, Burning eran el tándem Johnny/Risi. Muerto también Risi, quedó Johnny Cifuentes, al mando del manubrio (teclados). Luego les he visto actuar en los lugares más inusitados.
Ahora tocaban en un esquinazo de la calle Argumosa, en un pequeño escenario medio tapado por farolas y árboles. Junto con Johnny, músicos que han pasado por otras formaciones madrileñas –Topo, Cráneo, Ñu, Coz- (endogamia del rock urbano) y algun chaval que no había nacido cuando empezaron.
Curiosamente el Madrid de Burning siempre lo he asociado a la noche, a una ciudad casi vacía, con luces lejanas de verbenas, con farolas rasando las hojas de los plátanos  (foto de su primer disco “Madrid”)  y en donde cobra fuerza y nostalgia la ciudad vivida, ahora presentida y recordada en la soledad…

Dan las seis/sintonizo a los Stones/recuerdos del pelo largo/viejo blues, queridísimo Eric Burdon...
(próximas entradas de Burning:
-homenaje a Toño
-homenaje a Pepe Risi
-discografía comentada)

miércoles, 10 de agosto de 2011

DYLAN EN VALLECAS



Dylan llegó a Vallecas hace veintisiete años, por estas fechas. Recuerdo los calores, recuerdo que se acababa el COU y que nos iban a dar un palo en la selectividad. Rescato hoy la casette pirata con la grabación de Infidels (1984) que sigue sonando nítida y contundente, para que digan que la tecnología avanza. En la carátula, recortada la portada del disco del boletín de Discoplay. Este post más que nostalgia es arqueología.

Dylan ya era malinterpretado. Apareció un artículo de Sabina en Diario 16, reivindicando al folk singer y haciendo de menos a su “trilogía religiosa”. Pero Bob seguía escabulléndose. Después de Infidels, los videoclips de Empire Burlesque mostraban a un Dylan disfrazado de celador de hospital que se enfrentaba a la mafia china para salvar su amor. Más cercano sin duda a Andrés Pajares que a Woody Guthrie.
 
Y en Vallecas…mucho calor, muchos porros, Santana como telonero dando la matraca durante más de dos horas. Salió Dylan ante un auditorio amuermado de camisas arrugadas. Todavía no entendíamos la versatilidad de nuestro héroe. No tocó nada de Street legal, de Desire… A punto de dormirnos, oímos los compases de Blowing in the wind, en una versión verbenera interpretada junto a Mick Taylor y Santana.
 
Después Dylan abandonó el escenario. Se puso en la cabeza una toalla como las señoras que salen de la ducha. Estábamos en el vértice de las gradas, sobre los camerinos, y pasó por debajo, a pocos metros de nosotros. Incluso podíamos haberle echado un gapo. “Eh, eh, Bob”. Puso una cara, más que de indiferencia, de mosqueo con la muchedumbre (nosotros, eramos tres o cuatro) que reclamaba su atención.