viernes, 22 de mayo de 2015

EL MADRID DE ELOY

 

Viendo el otro día en la tele La semana del asesino, una de las primeras pelis de Eloy de la Iglesia, tardo en identificar los inmensos desmontes donde rueda el director zarauztarra.
Al final reconozco aquel cinturón de tierra y baldíos que rodeaba el norte de Madrid hasta que se construyó el horrendo Sanchinarro. Lo que sale en la película es la zona más próxima a la carretera de Burgos…

 
 
Aquello quedaba muy lejos de todo. Tardé unos años en dar con aquellas zonas limítrofes y lo hice un poco por casualidad.
Esto era en el verano del 2000. Iba con la bici por los descampados de Fuencarral, cuando me llamó la atención un inmenso y oscuro túnel que se abría en un muro de las vías de tren. Era ancho y alto –suficiente para permitir el paso a algún camión o autobús-, pero oscurísimo. Muy al fondo se veía la luz.


Guiado por aquel resplandor empecé a pedalear. Aquello era más largo de lo que pensaba. El firme era asfaltado, pero acojonaba bastante que hubiera algún socavón o algo. El túnel si no tenía un kilómetro poco le faltaba. Cruzaba las vías de Chamartín y la carretera de Burgos.
 

Salí deslumbrado a la luz. Había un barrio de rascacielos (de la época del desarrollismo) en medio de la nada y se extendían los eriales –choperas, un arroyo, molinos de viento. Kilómetros vacíos, tomados por el escombro y las amapolas.



Había paredones a derrumbar, y aún una callecita con chabolas de donde salían palmas y cánticos de un culto evangelista y un caño de una fuente manaba a ras de tierra con fuerza, abierto a toda presión.



Por allí todavía quedaban granjas con cochiquera, alguna cruz de piedra de algún convento. Curas y monjas ocupando las afueras siempre han guardado boletos anticipados para la especulación.


Había extrañas presas y azudes –con olor a nitratos- que en el calor del verano me recordaban las de Chinatown.


Al norte aquello limitaba con el exclusivo barrio de La Moraleja. Pero hacia el este kilómetros y kilómetros de solares rodeaban todavía Madrid. Llegando a la zona de Hortaleza se veían rebaños de ovejas y barrios como el de Las Cárcavas, barrio de chatarreros -con los somieres y las vallas metálicas muy ordenaditos,  amontonados en una perfección geométrica en el aire cristalino contra los aviones que cruzaban el cielo.

Hacía mucho calor.

Al acercarse a Barajas un barrio de chalecitos en una hondonada más fresca como con un microclima propio. 



Madrid respiraba un poco por ahí antes de llegar a la sierra. Luego, después de aquel verano o del siguiente, una vez que volvía desde Bilbao me encontré aquel paisaje sembrado de gruas. Construyeron barrios y barrios que deben estar medio vacíos.

Luego la tía Espe hizo un hospital de los suyos, de los de gestión privada y personal público, o algo así. Una cosa muy rara. Imagino que sigue ahí muerto de risa. Creíamos que el siglo XXI iba a traer la realidad virtual, pero lo que trajo fueron más tensiones y apreturas.

Todavía quieren joderlo más todo, con la Operación Chamartín. Y ya han firmado para empezar. A ver qué pasa el domingo, pero lo veo difícil.

 


(¿Y de la película? Fascinante pero desagradable cuento siniestro, respiré cuando terminaba, muy kitsch, muy Condado, con unas juveniles Emma Cohen, Lola Herrera, Vicente Parra y el desaprovechado Eusebio Poncela. Otro día toca hablar del cine de Eloy de la Iglesia.)

www.buscandocurro.es/?p=243

asislazcano.blogspot.com/2011/04/las-ermitas-de-fuencarral.html

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